Un brillante atardecer

Rodolfo Díaz Fonseca
03 junio 2021

Es común la opinión de que los atardeceres son más bellos que los amaneceres. Es cierto que los atardeceres sinaloenses (no solamente los que contemplamos en el mar), son envidiablemente bellos y de un rojo encendido que invitan inevitablemente a pensar, no en el término o la muerte, sino en un nuevo amanecer.

Bueno, quizá exagero y muchas personas sí piensan que ya está próximo el atardecer de su vida y quisieran despedirse con un maravilloso espectáculo de belleza y luminosidad, al estilo de Manuel Gutiérrez Nájera en su poema Para entonces: “Quiero morir cuando decline el día, en alta mar y con la cara al cielo, donde parezca sueño la agonía y el alma un ave que remonta el vuelo”.

Y es que al atardecer de la vida no debe de ser necesariamente trágico. Hay situaciones lamentables por contaminarse con discapacidades, sufrimientos y enfermedades. Empero, aún en esas dolorosas condiciones se puede encontrar el bálsamo y consuelo de un valioso sentido y significado.

El martes, al acudir a recibir la segunda dosis de la vacuna Astra Zeneca, estuve observando a muchos adultos mayores. Algunos acudieron al sitio de vacunación acompañados de familiares debido a problemas degenerativos y de motricidad.

No obstante, en el rostro de todos resplandecía la chispa de la esperanza. Un profesor jubilado de la UAS, de 69 años, asistió en ropa deportiva, se veía en buenas condiciones y respondió que no sufría ningún achaque o enfermedad, ni siquiera diabetes o hipertensión.

En cambio, otro adulto mayor expresó que le diagnosticaron cáncer hace tiempo, camina apoyado en un bordón, padece diabetes, glaucoma, hipertensión y se atrofian paulatinamente sus músculos. Sin embargo, irradia alegría y optimismo, su espíritu positivo nunca permite que lo flagelen las tormentas de la adversidad.

¿Preparo un brillante atardecer?