Un ‘chingo’ de candados

26 julio 2017

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Joel Díaz Fonseca

“Un chingo” es una expresión muy nuestra, es la manera en que nos referimos a un número sorprendente de cosas, a un “mundo” de personas, etc.
 
Cuando alguien pregunta por el número de manifestantes en una marcha, ante la imposibilidad de contarlos el interrogado responde: “Újule, eran ‘un chingo’ y otro tanto”.
 
Uno de los guardias de seguridad del Congreso utilizó la coloquial expresión el lunes para indicar que tenían órdenes “de arriba” de poner “un chingo” de candados en las puertas de acceso al recinto para impedir la entrada de manifestantes y protestantes.
 
Ese día, agentes de seguridad del Congreso sacaron a un activista, no solo del salón de sesiones sino del edificio, y en la entrada retuvieron a otros que portaban pancartas con exigencias de transparencia.
 
Los elementos de seguridad señalaron que eran “órdenes superiores” no permitir el acceso a personas que “alteran el orden”. Uno de ellos describió incluso la orden específica que recibieron: “Nos pidieron poner un chingo de candados”.
 
No señalaron quién específicamente les dio esa orden, pero sí el número de personas a las que se les dio la orden de no dejarlas entrar al recinto parlamentario: ocho personas que “han alterado el orden”.
 
El presidente de la mesa directiva, Roberto Cruz, no dio la orden, pues él mismo inquirió a los vigilantes sobre quién había ordenado tal cosa.
 
¿Serían acaso órdenes de Irma Tirado, presidenta de la Junta de Coordinación Política del Congreso, o vendrían las órdenes de mucho más arriba, es decir del Palacio de Gobierno?
 
No hay ninguna duda de que nuestros celebérrimos diputados quieren trabajar a sus anchas, sin la molesta presencia de los ciudadanos, cada vez más decepcionados de su forma de trabajar, de su falta de compromiso con la sociedad y de sus componendas y alineamiento con quien gobierna en Sinaloa.
 
Ya han demostrado que están al servicio de quienes gobiernan y hasta de quienes gobernaron -o mal gobernaron- el estado, por eso han optado por la cerrazón.
 
Les incomoda la presencia en el recinto legislativo de ciudadanos críticos (alteradores del orden les llaman ellos). Esa es la razón de que “alguien de arriba” haya ordenado poner el mayor número de candados en las puertas.
 
Pero no solo se cierra el acceso físico al recinto, también “se cierra” el Congreso al escrutinio ciudadano y le saca la vuelta a la exigencia de la sociedad de que se castiguen las desviaciones y excesos en el uso de los recursos públicos.
 
El hecho de que el presidente de la Comisión de Fiscalización del Congreso, José Menchaca López, haya sido beneficiario del Gobierno anterior, es prueba irrebatible de que la actual Legislatura no está en aptitud de escrutar, y de sancionar en su caso, al ex Gobernador Mario López Valdez.
 
¿Cómo esperar que el Congreso actúe contra el ex Gobernador, si quien está al frente de la comisión encargada de la fiscalización incurre en un evidentísimo conflicto de interés?
 
La empresa Eléctrica y Grúas Menchaca, de la que es propietario el Diputado, recibió del Gobierno de López Valdez 19 contratos por un total de 15 millones 156 mil pesos.
 
El portal de internet Rabiaytinta.com cita para qué dependencias fueron las obras adjudicadas a la empresa de Menchaca López por el Gobierno anterior: Secretaría de Educación Pública y Cultura, 12 obras; Secretaría de Desarrollo Urbano y Obras Públicas, tres; Unidad de Licitaciones, tres; y una más a la Dirección de Contratos.
 
El mismo portal critica que Menchaca López, en su calidad de presidente de la Comisión de Fiscalización del Congreso, “se ha convertido en uno de los principales defensores de las cuentas públicas de López Valdez, a pesar de que éstas habían sido suspendidas por el cúmulo de irregularidades encontradas”.
 
Esto explica esa “voltereta” legislativa, al pasar la cuenta de López Valdez del estatus de cuenta suspendida, al estatus de cuenta aprobada y sin objeciones. Es ese acto de prestidigitación legislativa del que hablé en mi artículo del sábado. Sacan de su chistera conejos, palomas y hasta ranas, pero, curiosamente, nunca sacan ratas ni ratones, seguramente por precaución, no vaya a ser que se atrevan a comerse el queso de sus dietas.
 
Pero deben entender los legisladores que el cansancio de la sociedad es como el picor de un chile, a mayor número de mordidas, mayor es la sensación de enchilamiento. No ajustarán el “chingo” de candados ni un mundo de Menchacas para contener la demanda de transparencia.
 

 

jdiaz@noroeste.com