Un día después...

Juan Alfonso Mejía
10 abril 2022

No votaré en la revocación de mandato porque el ejercicio “se torció” en el proceso. En lugar de hablar de mis derechos como ciudadano, todo se concentra en el gobernante. El supuesto derecho que tengo de mandar a su casa a “los malos gobernantes”, se volvió un instrumento de propaganda político. Los fundamentos a mi razonamiento los di a conocer en este mismo espacio hace 15 días.

En el último par de semanas se confirmaron algunas de mis hipótesis. La primera de ellas, veo prácticamente imposible alcanzar el porcentaje mínimo obligatorio de participación para que el resultado sea obligatorio. La ley dice que se necesita 40 por ciento de electores inscritos en el registro electoral, algo así como 37 millones de personas. Segundo, sin importar el número de participantes y el porcentaje de votos obtenidos en su favor, desde el “púlpito mañanero” se saldrá a vitorear el proceso y a castigar a quienes no cumplieron con “su” voluntad.

Entonces, sí está claro que el porcentaje mínimo obligatorio no se alcanzará y de todas formas el gobierno no escuchará la voz de los ciudadanos, sea cual sea el porcentaje de participación, ¿qué impulsa al Presidente de la República a realizar la revocación de mandato?

El Presidente está jugando desde hace tiempo para su sucesión presidencial. Las cosas no salieron como esperaba desde las elecciones en 2021. Él esperaba salir con una victoria aplastante, y no fue así. A pesar de que su partido ganó gubernaturas, perdió poder en la Cámara de Diputados y perdió la Ciudad de México, su bastión. Y sobre todo, creció la idea de que puede perder.

La revocación de mandato debería de haber llegado con un Presidente en control de todo el escenario. Hoy ya no cuenta con la triada de hombres que lo fortaleció al inicio de su mandato (Julio Scherer, ex consejero jurídico de la Presidencia; Santiago Nieto, ex jefe de la Unidad de Inteligencia Financiera; y, Alejandro Gertz, Fiscal General de la República); su candidata presidencial no responde, al tiempo que se aleja de viejos aliados (destapó a Claudia Sheinbaum, quien no levanta; aplacó a Ricardo Monreal, quien lucha por ser la última opción seria; puso en pausa a Marcelo Ebrard y su amigo de la infancia, el Secretario de Gobernación, Adán Augusto López, empezó a soñar); la popularidad del Presidente, aunque todavía fuerte, se duele de los señalamientos de la “Casa Gris” de su hijo en Houston (crece la percepción de que, quienes llegaron al poder son iguales o peores a los que se fueron); sin dejar de mencionar el frágil equilibrio que mantiene con nuestro principal socio comercial, Estados Unidos, a partir de su intención de reformar la Ley de Electricidad.

Parecen muchas cosas, y lo son, para un solo momento. Razón de más para insistir en las verdaderas intenciones detrás de la revocación de mandato. De hecho, esta aparente debilidad en el Presidente lo impulsa a medir tres puntos.

Primero, López Obrador quiere observar la capacidad de movilización de su maquinaria. Si bien es cierto no se alcanzarán el 40 por ciento, ni tampoco el número de votos alcanzados en 2018 (poco más de 30 millones), al Presidente le interesa saber con qué cuenta para el 2024.

Existen estimaciones diversas para dimensionar lo que representaría un ejercicio exitoso, o no. Por ejemplo, en la famosa “consulta ciudadana” de los presidentes, apenas se alcanzaron un poco más de 7 millones de participantes; sin embargo, aquella consulta no estaba inscrita en la ley, ni la organizaba por el árbitro electoral - volveré más adelante sobre este punto -.

Para los menos optimistas, el supuesto ejercicio democrático no rebasará el 10 por ciento de electores, mientras que algunos piensan puede alcanzar hasta 17 por ciento, algo así como 16 millones. Morena gobierna 46 por ciento de la población en 14 entidades de la República. Hoy los gobernadores tienen tarea, pero no les dieron recursos; por eso observamos a los mandatarios, como a sus funcionarios, haciendo campaña a cualquier hora del día y con los recursos de los ciudadanos. Júzguelo por Usted mismo.

Segundo, es una buena oportunidad para el Presidente de medir a sus aliados. Un tema que seguirá dando de que hablar es el desprecio de Morena y sus funcionarios por la ley. La ley es la palabra del Presidente.

En este ejercicio en el que la oposición dejó el campo libre a los oficialistas, existen ya 172 quejas de violación a la Constitución. El Secretario de Gobernación llamó en un mitin a no hacer caso al árbitro electoral, con el cual tiene responsabilidad jurídica para llevar una buena relación; voló a un estado del sur en un avión oficial y todo en compañía de un General del Ejército, quien también violentó el marco jurídico de la milicia, inscrito en sus leyes desde el General Lázaro Cárdenas. En pocas palabras, al Presidente le interesa conocer quién está con él, “haiga sido como haiga sido”. Al más puro estilo de “Chente” : “mi palabra es la ley”.

Tercero, la revocación de mandato es una excelente oportunidad para medir fuerzas con sus opositores. Por principio de cuentas, no se lograron poner de acuerdo en su totalidad. La mayoría llamó a no asistir a las urnas, pero aun así algunos grupos discreparon y habrá ciudadanos votando por el “NO”, serán los mínimos.

Las instituciones electorales han comprobado en distintas ocasiones que no se doblegan, y esto es inaceptable. La revocación de mandato debe servir para desprestigiarlos. A ello se debe el haber privado al INE del presupuesto necesario, de acuerdo a la ley, para realizar este ejercicio “democrático”. Al final se instalaron 30 por ciento de casillas necesarias para un ejercicio de esta naturaleza, porque será uno de los fusiles con los que se insistirá en la baja participación ciudadana. Van contra y por el INE y el TEPJF.

Como apunte final, no puedo dejar de compartir una última reflexión sobre lo que representa para alguien de mi generación el INE.

La experiencia de México en la construcción de la alternancia no es menor. Se logró traducir la pluralidad de la sociedad mexicana a una pluralidad de expresiones políticas. Las elecciones fueron el camino y los partidos el instrumento para lograrlo. Se dice fácil, pero el cambio no tenía porque tomar un camino institucional, pudo haber sucedido en las calles y no en las urnas. Es algo digno de aquilatarse.

El árbitro electoral en México es digno de admiración en el mundo entero. Recuerdo de manera muy personal las palabras de respeto de quien fuera mi director de Tesis, Jean-Claude Colliard. Hablaba del conocimiento en la materia de los consejeros del Instituto, del profesionalismo de la estructura construido durante el proceso, así como de la necesaria complementariedad de los magistrados electorales (TEPJF). Lo fascinaba el hecho de que los ciudadanos organizaran la elección, con un claro método detrás de ello. Sus comentarios no eran cosa menor, se trataba de un experto electoral en los países de Europa, otrora jefe de la Oficina de la presidencia de François Mitterrand, Miembro del Consejo Constitucional en Francia (los siete sabios), que posteriormente fue Rector de la Universidad de la Sorbonne, en París. Algo sabía de elecciones limpias.

El respeto por el INE se ha logrado traducir en aprecio por parte de la sociedad mexicana. De acuerdo con el diario Reforma, 6 de cada 10 mexicanos tiene una muy buena o buena opinión sobre el árbitro, igualable sólo con el Presidente López Obrador. Entonces, ¿por qué el prestigio internacional, la experiencia histórica y el aprecio ciudadano le estorban tanto a la autodenominada 4T?

Espero aportarle respuestas a esta interrogante, amable lector, porque verá cosas que nunca ha visto... un día después.

Que así sea.