Un día sin mexicanos en California
De acuerdo con el Pew Research Center, en Estados Unidos viven alrededor de 45 millones de inmigrantes, de los cuales el 24 por ciento reside en California. Es decir, poco más de 11 millones de personas. Y casi 4 millones de los inmigrantes en ese estado son de origen mexicano.
Este dato convierte al “estado dorado” en el principal receptor de población inmigrante de origen mexicano en aquel país. Para dimensionar esta cifra, en California viven más mexicanos que en los estados de Sinaloa y Nayarit juntos. Se estima que, del total de población inmigrante en el estado, aproximadamente 2 millones y medio son indocumentados.
Estos datos no son menores. Los inmigrantes representan un tercio de la fuerza laboral agrícola, el 43 por ciento del sector de limpieza y mantenimiento, y más del 35 por ciento en la construcción. Dicho de otro modo: California se sostiene -literalmente- sobre los hombros de quienes hoy están siendo perseguidos.
Y es que la riqueza económica de este importante estado no puede explicarse sin su fuerza de trabajo inmigrante. En esta tierra de campos fértiles, cocinas repletas y techos en construcción permanente, los migrantes han sido -y siguen siendo- el músculo que impulsa industrias clave: agricultura, construcción, hospitalidad y servicios. Pero hoy, ese músculo está siendo golpeado por una política de redadas que infunde miedo, separa familias, desarticula comunidades y amenaza con paralizar la vida cotidiana.
Las redadas recientes, intensificadas en ciudades como Los Ángeles, Paramount, Bakersfield, Modesto y San José, no sólo generan terror entre trabajadores indocumentados, también provocan un efecto dominó en la economía local. Donde las uvas y las fresas esperan ser cosechadas, hay parcelas vacías. Restaurantes y hoteles reportan escasez de personal. Pequeñas empresas latinas recortan horarios ante el temor de que sus empleados no lleguen. Lo que se presenta como un operativo de “seguridad” es, en realidad, un sabotaje económico autoinfligido.
Frente a esto, las protestas no son actos de rebeldía, sino de supervivencia. Marchan madres con sus hijos, jóvenes con diplomas en mano, trabajadores con las manos curtidas por años de labor. Gritan: “¡Aquí estamos y no nos vamos!”, conscientes de que callar equivale a desaparecer.
California no puede darse el lujo de tratar a sus trabajadores inmigrantes como si fueran prescindibles. Las cifras son claras: los inmigrantes (documentados o no) aportan más de 300 mil millones de dólares anuales al PIB del estado. Tan solo los indocumentados contribuyen con más de 3 mil millones en impuestos cada año.
Mientras el Gobierno federal endurece su mano, el Gobierno de California enfrenta una decisión ética y estratégica: proteger a su gente o criminalizarla. Y “su gente” incluye también a quienes, aunque no tengan papeles, tienen raíces, historia, familia, sueños y una profunda conexión con esta tierra.
En resumen, un día sin mexicanos en California no sólo sería un día con calles vacías o negocios cerrados, sino el reflejo de una sociedad que pierde su trabajo, su identidad y su alma. La interdependencia es tal, que ese día sería un llamado urgente a reconocer, valorar y respetar el aporte fundamental que nuestros paisanos hacen a su riqueza económica y cultural.
Es cuanto...