Un oído atento

Rodolfo Díaz Fonseca
19 agosto 2018

""

Es relativamente fácil encontrar a una persona que pronuncie sustanciosos discursos. De igual forma, es posible seguir a un escritor que utilice ágilmente la pluma y plasme fascinantes relatos. Pero, qué difícil es ubicar a alguien que sea capaz de escuchar, más que de hablar.
Siempre ha sido una odisea toparse con alguien que maneje el don de la escucha. Por lo general, cuando alguien nos comenta algo, inmediatamente juzgamos lo que nos dijo y tratamos de ofrecer algún consejo, o contamos una anécdota supuestamente más interesante que nos sucedió.
Así lo explicó el doctor Ralph Roughton: “Sólo te pido que me escuches. Cuando te pido que me escuches y empiezas a darme consejos, no has hecho lo que te he pedido.
“Cuando te pido que me escuches y empiezas a decirme por qué no debo sentirme así, estás pisoteando mis sentimientos.
“Cuando te pido que me escuches y sientes que tienes que hacer algo para solucionar mis problemas, me has fallado, por extraño que parezca.
“Escucha, todo lo que te he pedido es que me escuches, no que digas o hagas, sólo que me escuches.
 “Así que, por favor, escucha, y sólo óyeme, y si quieres hablar, espera un minuto... Y te escucharé”.
Las cosas se complican en el arrebatado trajín de la vida actual, en el que todas las conversaciones son virtuales e ignoramos a la persona situada enfrente de nosotros.
Carl Rogers resaltó también la vital importancia de la escucha. “Muy tempranamente en mi trabajo como terapeuta descubrí que sólo escuchar a mi cliente muy atentamente (y no diciendo nada) era una forma importante de ser útil... Parecía sorprendente que una forma tan pasiva de interacción pudiera ser tan útil”.
Se añora un oído atento y amable.
¿Sé escuchar? ¿Monopolizo la conversación?
rfonseca@noroeste.com
@rodolfodiazf