Una vida sosegada

Son muchas las cosas que no resultan como quisiéramos. Experimentamos infinidad de sorpresas y sobresaltos. Son demasiados los miedos y angustias que perturban nuestra mente y asaltan nuestra tranquilidad.

 

Sin embargo, ¿qué ganamos con esa incertidumbre? ¿Abonamos o adquirimos algo de bienestar con tanta preocupación? ¿Mejoramos nuestro tren de vida con tan alta dosis de estrés? ¿Se solucionan mágicamente nuestras dificultades con esa tremenda agitación y conmoción?

 

Es evidente que no. Las convulsiones nos roban la paz, más que proporcionárnosla. La prisa y la aceleración no permiten conservar el pulso firme ni la mente concentrada. La excitación impide que reposen las ideas y cercenan la mesura. No es posible mantener control total del porvenir. Hay muchas situaciones que escapan de nuestras manos.

 

Estas constataciones no constituyen una novedad. No es necesario contar con mente privilegiada ni poderes excepcionales para comprender estas verdades. Entonces, ¿por qué seguimos preocupándonos y angustiándonos? ¿Por qué continuamos navegando en aguas agitadas y turbulentas? ¿Por qué no alcanzamos la paz y el sosiego?

 

Simple y sencillamente porque no logramos digerir que no todo puede suceder a nuestro gusto y conveniencia. Porque no alcanzamos a discernir que muchas de las cosas que nos parecen desagradables y fuera de lugar, son necesarias para nivelar y equilibrar nuestra vida. No comprendemos que lo que percibimos como negativo puede contribuir eficazmente a conseguir nuestro bien y felicidad.

 

“Nunca pretendas que suceda todo a tu gusto y a tu modo, antes conformarás, si se ofrecieren, tu gusto a cuantas cosas sucediesen y esta advertencia bien ejecutada hará que vivas vida sosegada”, señaló Epicteto.

 

Si algo parece inapropiado, añadió, es por la propia incapacidad de comprensión. “Porque si semejantes travesuras te inquietan, vives ciego y no puedes gozar paz y sosiego”.

 

¿Me inquieto demasiado? ¿Alcanzo el sosiego?

 

@rodolfodiazf