Usar vacaciones para intensificar la conversación en la familia

30 junio 2017

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Ambrocio Mojardín Heráldez

La ruta diaria de las familias ha llegado a distanciar a sus miembros como en ninguna época de la historia. El contacto significativo que tienen sus integrantes es cada vez menor y menos buscado.
 
Es de actualidad, que ni para los adultos ni para los menores, sean más atractivas las actividades recreativas en familia, que las que se viven fuera de ella. Para muchos casos es lo contrario; una actividad recreativa pierde atractivo si se da en familia.
 
Usted dirá que eso no es raro, nada del otro mundo, pero estaría cayendo en un grave error. Especialmente en circunstancias en las que el ambiente social tiene poca sustancia qué ofrecer para el desarrollo integral de las nuevas generaciones.
 
La convivencia en familia es un recurso educativo de amplios beneficios. Tan solo estar juntos activa múltiples necesidades en sus integrantes, que al atenderlas le deja ganancias invaluables.
Cuando se convive en familia, los integrantes regulan su comportamiento de una forma distinta a como lo hacen cuando conviven fuera de ella. Esa conducta sintetiza las estrategias que más desarrollan las habilidades sociales en las niñas, niños y adolescentes.
 
Cuando se convive en familia se reciben y ofrecen de manera diferente todas las expresiones de afecto, planes, ideas y necesidades. Particularmente, si se asegura que la autoridad parental y el sentido de integración sean valores de mediación en la convivencia.
 
Estudios recientes de psicología familiar han confirmado la hipótesis de que los adolescentes con mayores niveles de salud mental provienen de ambientes familiares con mayor convivencia y comunicación internas. Que son estos los de mayor probabilidad de convertirse en adultos jóvenes estables, con relaciones sentimentales y éxitos profesionales más sólidos (i.e.http://www.redalyc.org/pdf/2891/289128256006.pdf).
 
Cuando se convive en familia, los eventos más influyentes están mediados por aspectos que permiten el contraste y ayudan a rectificar pensamiento y acciones. Especialmente, si la conversación lo facilita.
 
Gonzalo Musitu y su equipo de investigación en la Universidad Pablo de Olavide, han encontrado que la conversación planeada entre padres e hijos es uno de los recursos familiares más benéficos para el desarrollo psicosocial de los hijos. Entre sus beneficios están la mejora de autoconcepto en los padres y madres y la autoconfianza y autoestima en las hijas e hijos.
 
Inspirados en resultados coincidentes, países como Suecia, Holanda y varios estados de Estados Unidos y Canadá, impulsan horarios específicos de la actividad escolar en los que el grupo aborda un tema, teniendo como invitado especial a un padre o una madre de familia.
 
En esas escuelas eliminaron las tareas escolares tradicionales y las sustituyeron por reportes cortos, en los que las y los alumnos informan sobre el contenido de la conversación que tuvieron con sus padres o hermanos, por un periodo no menor a media hora. Es decir, desde la escuela se impulsa una práctica que no es común pero conviene a la educación infantil.
 
En nuestro medio, cosas como esta se hacen necesarias. Sondeos recientes indican que la conversación intencionada y contínua que tienen los padres con sus hijas e hijos no rebasa la suma de tres horas a la semana (sin contar la ayuda con tareas escolares). Comparativamente, el tiempo promedio que le dedican a revisar el correo electrónico, WhatsApp y tweeter cuatriplica ese tiempo.
 
Lo que es peor, detrás del hecho se ha encontrado una especie de “convicción” en las y los jefes de familia, de que la dinámica social lo hace inevitable. Es decir, hay una tendencia creciente en su forma de pensar, de que la prioridad está en ello.
 
Para complicar la cosa, varios estudios sobre expectativa social de las y los adolescentes indican que una de sus necesidades más significativas es la falta de conexión psicológica con figuras de autoridad. Una especie de vínculo que incentive su búsqueda de autonomía e identidad, con referente.
 
Las generaciones de adultos parecen no leer esto, o darle una interpretación errónea. Las necesidades y expectativas de las y los adolescentes se interpretan como rebeldía, porque la mayoría de las veces las expresan de forma inadecuada, incluyendo conductas ilegales.
 
Estudios diversos en España, Argentina, Reino Unido, Canadá y México lo confirman. La mayoría de los problemas familiares con adolescentes y adultos jóvenes se asientan sobre trayectorias de crianza cursadas en ambientes familiares de poca y mala comunicación.
 
Tanto para la niñez, como para la adolescencia, el contexto familiar es la base de su ajuste psicológico. De la armonía y soporte que perciban en ellos se desprenderá su actitud frente a la vida y sus posibilidades de éxito en ella.
 
Ahora que habrá un periodo largo de vacaciones, tendremos la oportunidad de poner en práctica esto. Se pueden buscar alternativas o provocarlas; lo importante es incrementar la convivencia familiar. Hay que aprovechar cumpleaños, viajes, o simplemente inventar motivos para aprovechar el tiempo con ese propósito y avanzar en volverlo práctica común. Una práctica que sea al menos igual que la de invertir tiempo para checar nuestro correo electrónico, tweeter o WhatsApp.
 
No será tan difícil si lo intentamos y mantenemos en mente que los beneficios quepromete. Nos conviene y el costo es realmente muy bajo. ¿O usted qué opina?
 
@ambrociomojardi; ambrocio@uas.edu.mxamojardin@gmail.com