Y ahora… un empresario Alguien juega a ser Dios
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La hipótesis de que los homicidios de alto impacto traen una mezcla de intereses políticos y de delincuencia organizada se fortaleció el domingo con el asesinato de Ruay Alberto Díaz Meza, el empresario que pone la más reciente asignación de sangre para el insaciable crimen que apunta alto y ridiculiza al Gobierno.
Es la misma opinión pública la que conjetura la teoría de la confabulación con el objetivo de hacer tastabillar al Gobernador Quirino Ordaz Coppel, el Mandatario que insiste en tener al Ejército y la Marina en las calles y al mismo tiempo arma las estructuras anticorrupción para ir contra ex servidores público que incurrieron en los ilícitos de cohecho y peculado.
Con la simbología nueva de los que asesinan, la muerte de Díaz Meza ocurrió en las inmediaciones del parque El Quemadito, al sur de Culiacán, ícono del desarrollo industrial de la zona centro. Antes, la inmolación de Javier Valdez sucedió cerca del semanario Ríodoce, la del médico Miguel Ángel Camacho se perpetró frente al hospital del Issste que dirigía, y la de los tres maestros de Concordia en la zona a donde llevaban educación.
Resulta difícil creer que la delincuencia vertebrada sea selectiva en cuanto a las víctimas escalando a acciones que rozan el terrorismo, sin embargo, la secuencia de ataques y los personajes victimizados tampoco constituyen una acometida atribuible a la casualidad. Las características de la inseguridad son distintas hoy a las que imprimía el alto crimen a sus ajustes de cuentas internos.
Alguien o algunos, en la alevosía de saberse impunes, proceden a ultimar a ciudadanos que significan mucho para los gremios o para la sociedad. Son todopoderosos frente a débiles aparatos de procuración e impartición de justicia. Quitan la vida solo a aquellos cuya pérdida conmociona o aterroriza a determinado sector poblacional.
Ruay Alberto Díaz Meza, empresario del reciclaje y director de la firma Empuje Sinaloa, pudo ser un blanco apetecible para secuestradores mientras que para los sicarios del narcotráfico sacrificarlo no tendría sentido. Existe una línea de comportamiento criminal en los hechos que estremecen a la sociedad: el verdadero móvil de los gatilleros se oculta detrás de procedimientos propios de la delincuencia común.
Otro referente similar es el del joven Jasiel Contreras Vega a quien lo mataron armando los asesinos el montaje del robo de vehículo y hasta la fecha nadie sabe qué motivó en realidad a los autores del crimen y por qué para robar un automóvil cobraron una vida que gozaba del aprecio de amplios segmentos ciudadanos y, aparte, ¿tenían que llevárselo y abandonar el cadáver en la periferia de Culiacán?
Hay mucho de raro en esta forma de generar violencia y psicosis. Ruay Alberto, hermano de Radamés Díaz Meza, ex Subsecretario de Desarrollo Económico y ex Delegado de la Secretaría de Economía, ¿es un homicidio más en el Sinaloa bárbaro o se trata de un hecho de sangre de premeditación política para desestabilizar a Ordaz Coppel?
En caso de tratarse de homicidios narcopolíticamente concertados, entonces ¿quién selecciona a las víctima y quién jala el gatillo?
Re-verso
Nuestra dama del tarot,
A falta de Fiscalía,
Sí avala la teoría,
De crímenes por complot.
Lluvia sobre mojado
En el límite del enardecimiento ciudadano, lo único que faltaba es que los policías continúen haciéndoles el trabajo sucio a los delincuentes, al detener a personas y luego entregarlas a grupos delictivos. El 7 de junio se repitió en Eldorado la afrenta de elementos municipales y estatales llevándose a seis que hoy están en calidad de desaparecidos. ¿Con qué cuento van a salir ahora?