El proceso militar seguido a Hidalgo
08 noviembre 2015
"Miguel Hidalgo pasó sus últimos días en Chihuahua enfrentando a la justicia de la monarquía española. Fue sometido a dos juicios; el eclesiástico y el militar"
Francisco Padilla Beltrán
Miguel Hidalgo pasó sus últimos días en Chihuahua enfrentando a la justicia de la monarquía española. Fue sometido a dos juicios; el eclesiástico y el militar. Este último fue el que determinó su ejecución y el de los demás caudillos insurgentes poniendo fin al primer intento de independencia del país.Hacer un análisis sucinto del proceso militar a que fue sometido Hidalgo nos permite conocer los hechos revolucionarios que tendieron a rebasarlo por el sentido radical que tomó el movimiento, así como los propósitos e ideas para lograr la libertad. El proceso mismo nos muestra a un Hidalgo que asume con entereza la responsabilidad de sus acciones ante la justicia española.
El 15 de enero Félix María Calleja derrota al ejército insurgente en Puente de Calderón, cerca de Guadalajara, y días después, cae también esta ciudad, último reducto de los caudillos, dando inicio así el penoso éxodo hacia el norte.
En el mismo juicio declaran que pretendían llegar a los Estados Unidos para comprar armas y obtener el reconocimiento y apoyo a su lucha.
En Saltillo se enteraron que las autoridades españolas les ofrecían el indulto si se entregaban, al cura Hidalgo todavía le quedaba orgullo y optimismo para rechazarlo: "El indulto, señor excelentísimo, es para los criminales, no para los defensores de la patria y menos para los que son superiores en fuerza. No se deje V.E. alucinar de las efímeras glorias de Calleja; éstos son unos relámpagos que más que ciegan iluminan. Hablamos con quien lo conoce mejor que nosotros. Nuestras fuerzas, en el día, son verdaderamente tales y no caeremos en los errores de las campañas anteriores. Crea V.E. firmemente que en el primer reencuentro con Calleja quedará derrotado para siempre".
Pero su destino marchaba a contrapelo de sus deseos, acababan de salir de Saltillo cuando en un lugar llamado Las norias de Acatita de Bajan fueron emboscados por los realistas al mando del capitán Ignacio Elizondo.
Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Jiménez y mil 300 de sus seguidores, entre ellos muchos clérigos fueron apresados y conducidos a la villa de San Felipe de Chihuahua para ser enjuiciados por alta traición.
Durante los tres meses que duró el proceso militar las acusaciones fueron bastantes, nos llevaría mucho espacio enumerarlas, por lo que reproducimos aquí sólo algunas que consideramos centrales para determinar su oprobiosa ejecución.
Se le acusó de rapiña, robos, sacrilegios, persecuciones, pero sobre todo de ser el autor intelectual de los asesinatos que fueron notorios en Guanajuato, Valladolid y Guadalajara, de haber acusado al gobierno español de tiránico, despótico y de tener esclavizada a la América por trescientos años, de causar la parálisis de la economía y de destruir el patrimonio del rey y de particulares. Además se le acusó insistentemente de atentar contra Dios, contra el Rey y contra la Patria.
Le hicieron dos preguntas que han causado controversia cuando se analiza este movimiento por la Independencia: "¿Cómo conciliaba su revolución decidida a la Independencia con la ostentación que se hacía del nombre del señor Don Fernando VII y ¿cómo justificaba y conciliaba con la doctrina del Evangelio y con su estado la insurrección misma?".
Resulta difícil reproducir aquí por falta de espacio, las respuestas que Hidalgo fue dando a cada una de las acusaciones, pero a todas respondió con firmeza y asumió su responsabilidad.
De todas las acusaciones que le hicieron, en la que mayor énfasis se puso fue en la muerte de españoles por los insurgentes, parece ser que fueron estas imputaciones las que más pesaron para fusilarlo, la justificación la señala uno de sus inquisidores: "Por mandante de 411 homicidios tiranamente alevosos, cuya pena expresa la Ley 10, título 23, libro 8 de la recopilación de Castilla cuando dice: todo hombre que matare a otro a traición o aleve, arrástrenlo por ello y ahórquenlo y, todo lo de traidor lo ayalo el Rey".
En este mismo tenor le preguntaron por la veracidad de los contenidos en cinco cartas que el cura mandó a José María González Hermosillo cuando éste fue a insurreccionar las provincias de Sinaloa y Sonora.
En una de ellas, fechada el 3 de enero en Guadalajara, escribe: "aseguren a todos los europeos, y dar muertes en parajes ocultos a los que de éstos le parezcan inquietos, perturbadores o seductores".
En otra señala: "deponga usted todo cuidado a cerca de los indultos o libertad de europeos recogiendo usted todos los que haya por esa parte para quedar seguros y al que fuere inquieto, perturbador y seductor o se conozca otras disposiciones los sepultará en el olvido dándoles muertes con las precauciones necesarias en parte ocultas y solitarias para que nadie lo entienda".
El 29 de julio de 1911, a las 7:00 de la mañana, el comisionado Don Ángel Abella, le hizo poner de rodillas y le notificó el resultado del juicio.
"Condenándolo a ser pasado por las armas y a la confiscación de todos sus bienes para el Rey, además todos sus hijos, que sean varones, deben fincar por enfamados para siempre de manera que nunca pueda haber honra de caballerías, ni de dignidad de oficio etc.
El testimonio del teniente Armendáriz que participó en la ejecución describe el fusilamiento de Hidalgo: "llegó como dije, al banquillo, dio a un sacerdote el librito, y sin hablar palabra, por si sentó en tal sitio, en el que fue atado con dos portafusiles de los molleros, y con una venda en los ojos contra el palo, teniendo el crucifijo en ambas manos, y la cara al frente de la tropa que distaba formando dos pasos, a tres de fondo y a cuatro de frente. Con arreglo a lo que previne le hizo fuego la primera fila, tres de las balas le dieron en el vientre, y la otra en un brazo que le quebró. El dolor le hizo torcerse un poco el cuerpo, por lo que safó la venda de la cabeza y nos clavó aquellos bellos ojos que tenía, en tal estado hice descargar la segunda fila que le dio todo en el vientre, estando prevenidos que le apuntasen al corazón. Se le rodaron algunas lágrimas muy gruesas, aún se mantenía sin siquiera desmerecer en nada aquella hermosa vista, por lo que le hizo fuego la tercera fila que volvió a herrar no sacando más fruto que haberle echo pedazos el vientre y espalda, quizás sería porque los soldados temblaban como unos azogados: en este caso tan apretado y lastimoso, hice que dos soldados le dispararan poniendo la boca de los cañones sobre el corazón , y fue con lo que se consiguió el fin".
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