Alejandro Llausás, el médico militar que sirvió a México por más de 70 años

Alex Morales
22 octubre 2023

El destacado médico sinaloense recuerda con afecto a amigos, familiares, maestros y colegas que lo acompañaron a servir a la nación en el sector de la salud, pero sobre todo a su mentor y amigo, el doctor Kumate, con quien lo unirá ahora la máxima distinción del Senado: el Premio Doctor Jesús Kumate Rodríguez

CULIACÁN._ Eran finales de los años 40 cuando un jovencísimo doctor Jesús Kumate Rodríguez debutaba como maestro en la Escuela Médico Militar en la Ciudad de México, y solo de entrar a su clase de Bioquímica reconoció el apellido Llausás de uno de sus alumnos.

Era Alejandro Llausás Vargas, con quien tenía seis años de diferencia de edad y había estudiado en la Escuela Preparatoria Mazatlán, donde Kumate había sido compañero de su primo.

“Ahí nació una amistad de maestro-alumno que duró toda la vida de él y toda la vida profesional mía”, cuenta desde su casa en Culiacán el doctor Llausás sobre su también profesor de Laboratorio de Microquímica, Laboratorio de Microbiología y Estadística.

Luego, en 1966, es precisamente el doctor Kumate quien lo invita a trabajar en su Laboratorio de Inmunología y Bacteriología en el Hospital de México, donde fue su asistente hasta el 31 de julio de 1970.

Hoy, a sus 92 años, el doctor Llausás se alista para un “reencuentro” con su fallecido mentor y amigo: recibirá el Premio Doctor Jesús Kumate Rodríguez, la máxima condecoración médica que se otorga en México, a través del Senado de la República.

Así, en una vida entrecruzada desde hace más de 70 años, Llausás y Kumate comparten no solo su origen sinaloense, sino una amistad y una labor en el campo de la medicina. Y ahora quedarán unidos para la posteridad en una medalla.


Los orígenes

Lúcido, con una trayectoria de más de 70 años al servicio de los mexicanos, el doctor Llausás recuerda su camino, de principio a fin: sus orígenes, su formación militar, su familia...

Cuenta que su madre, originaria de Estados Unidos, tuvo que emigrar de joven a México por circunstancias familiares. Y durante la Segunda Guerra Mundial fue llamada por el Consulado para trabajar como secretaria bilingüe con los americanos que llevaron el Ferrocarril del Pacífico a Guadalajara.

Su padre, nacido en Mazatlán, realizó en ese entonces un viaje de trabajo a Guadalajara, donde conoció a la estadounidense; se enamoraron, se casaron y se mudaron al puerto sinaloense.

Alejandro Llausás Vargas nació el 14 de junio de 1931 en Mazatlán, Sinaloa.


Su paso por la medicina militar y la docencia

A los 16 años, Alejandro se visualizaba como ingeniero químico, un sueño laboral que compartía con su padre, pero esto cambió el día en que una persona de escasos recursos, que vivía en su casa, sufrió un derrame cerebral y fue internada en el Hospital Civil de Mazatlán, donde le visitaba diariamente.

“Me llamó mucho la atención que era un hospital muy pobre pero se hacía todo lo posible, empecé a ver enfermos. Don Chuy estaba ahí y el hospital tenía una pobreza muy grande. Ahí empecé a interesarme en los enfermos”, fue así como nació su necesidad de atender a quienes más lo necesitan.

Cursaba la educación media superior cuando su vecina, quien fue madre de un médico militar que falleció en el desplome de un avión, le presentó a dos compañeros de su hijo de la Escuela Médico Militar, ahora Escuela Militar de Medicina.

“La señora Mercedes Sierra, éramos vecinos, se dio cuenta que quería ser médico. Entonces, me puso en contacto con estos dos pasantes de la Escuela Médico Militar y me entusiasmaron a entrar a la escuela”.

A los meses presentó el examen de admisión para la Facultad de Medicina del Ejército y fue seleccionado, mudándose a la Ciudad de México cuando tenía 17 años. Iniciando el ciclo escolar tuvo su primer encuentro con el doctor Kumate en las aulas, y después de seis años de estudios, se recibió como Alumno Distinguido de la Escuela Médico Militar.

“Nos enseñan a cumplir y están calificando siempre, a mí, soy sincero, no me costó gran trabajo por mi educación familiar”, cuenta el doctor Llausás.

Posteriormente hizo una residencia médico-quirúrgica en el Hospital Central Militar. Tres años después, el Ejército lo mandó al Hospital de Henequeneros en Mérida, lugar en el que atendió a niños en situación de pobreza, cuyas enfermedades eran consecuencias de la precariedad.

“Era el hospital donde se atendía a todos los ejidatarios del Henequén, todos eran mayas. En ese hospital yo fui a la Sala de Infancia donde estaban internados todos los niños hijos de ejidatarios henequeneros; allí aprendí lo que era la medicina de la pobreza”.

Alejandro se vio obligado a aprender algunas palabras de la lengua maya para comunicarse con las madres de los infantes.

Un año más tarde es enviado a Guamúchil por un periodo de seis meses, tiempo que se convertiría en siete años. En aquel entonces, Salvador Alvarado tenía una población aproximada de 10 mil habitantes, mayormente campesinos, pero también atendían a residentes de rancherías aledañas de la sierra, de Angostura y Surutato.

Aliado con Alfredo Díaz Angulo, ambos médicos generales, atendía a los campesinos sinaloenses; incluso, fungieron como anestesiólogos y realizaron incontables cirugías.

“El doctor Alfredo Díaz y yo éramos médicos generales que teníamos entrenamiento quirúrgico, porque así era entonces, e hicimos muchas cosas que ahora veo yo que hacen aquí los especialistas, nosotros lo hicimos con gente que no podía desplazarse, a veces sin honorarios”.

En 1966, tras residir en Sinaloa durante siete años, el doctor Kumate lo invitó a trabajar en el Hospital de México como su asistente en el Laboratorio de Inmunología y Bacteriología, donde se quedó cuatro años.

Casi al mismo tiempo se especializaba en Infectología Pediátrica en el Hospital Infantil de México “Doctor Federico Gómez”, del 1 de agosto de 1969 a la misma fecha que culminó la asistencia con su antiguo profesor.

“Tuve el privilegio de que alguna vez que me presentó con alguien, dijo ‘es el doctor Llausás, mi amigo’, me catalogó como amigo, por eso yo digo, mi maestro y amigo, doctor Jesús Kumate”, rememora el médico Llausás.

Lo invitaron a ser jefe de Servicio de Medicina en el Instituto Nacional de Pediatría, pero tanto él como su familia prefirieron regresar a Sinaloa. Llegó a Culiacán en 1970 y empezó a trabajar en el Hospital General del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado hasta cumplir 25 años al servicio de la milicia.

Con el grado de Teniente Coronel, Llausás Vargas pidió su retiro para dedicarse a la docencia en la Escuela de Medicina, ahora facultad, de la Universidad Autónoma de Sinaloa.

“Entré a la Escuela de Medicina como catedrático en algunas materias, como fueron Inmunología y Microbiología, fundamentalmente”, se remontó al tiempo en que el actual Gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, era Rector de la máxima casa de estudios.

El médico sinaloense puso manos a la obra para conseguir un Laboratorio de Investigación que estuviera a la disposición de estudiantes y maestrantes, pues carecían de un área para practicar.

“Logré hacerlo y actualmente tenemos allí a las dos personas únicas que quisieron dedicarse al laboratorio: el doctor Adrián Canizales y la doctora Nidia Sicairos.

Desde entonces el laboratorio funciona y ayuda a los maestrantes”, explica.

“Eso nos ayudó mucho a que la Escuela de Medicina pasara a ser Facultad de Medicina, y acreditarse como facultad a nivel nacional y, actualmente, internacional”.


Los amores de su vida

A los 14 años de edad, Alejandro estudiaba en la Escuela Secundaria de Mazatlán junto a Leticia Magaña Velarde de Jesús, hija de uno de los fundadores de una botica, semilla de la actual cadena Farmacias Moderna.

Ella conquistó su corazón y en el último año en la Preparatoria Mazatlán iniciaron un noviazgo que se convertiría en una historia de amor de más de siete décadas.

“Fue la compañera de toda mi vida”, expresa Llausás Vargas.

Ambos se fueron a Ciudad de México a continuar sus estudios profesionales, graduándose ella de Química Farmacobióloga, algo un poco inusual para la época.

Un año después de recibirse Alejandro de interno del Hospital Militar, ambos regresaron a Mazatlán para unirse en matrimonio. Tuvieron cuatro hijos: Leticia, Alejandro, Eduardo y Javier, quienes nacieron en diversos puntos de la República, debido al trabajo de médico militar.

“Ni ella ni yo tuvimos otros novios, ni novias. Siempre fue una madre modelo porque yo en el Ejército, una vez estuvimos separados ocho meses”, recuerda con afecto.

Cuando residían en Guamúchil, Alejandro ganaba alrededor de 3 pesos de honorarios, mientras que otros médicos recibían 8 pesos; mencionó a un especialista que captaba hasta 20.

“Tenía una alcancía. Los sábados sacaba el dinero juntado y veíamos si nos alcanzaba para ir al cine o a cenar. Si se podía, dejábamos a los niños con alguien y salíamos”.


Su retiro

Alejandro Llausás Vargas llevaba más de 70 años al servicio de la nación y el estado, en temas de salud, así como de educación. Sin embargo, a sus 89 años todavía no planeaba retirarse. Pero en marzo de 2020 inició el confinamiento mundial por Covid-19, que forzó a cambiar el formato de enseñanza a la modalidad virtual.

El problema llegó cuando el doctor Llausás y su esposa se contagiaron del virus, que fue considerado mortal para adultos mayores.

“Me da a mí el Covid y me deja secuelas, perdí masa muscular en las piernas, entonces, ya no podía ir a trabajar. Decidí retirarme”.

La mayor pérdida fue la de su compañera de vida, quien falleció el 19 de octubre de 2020 por complicaciones derivadas a la infección.

“Mi esposa era un poco obesa, hipertensa y diabética. La internamos desde el principio. Sale del Covid pero le queda neumonía, lesión renal; estuvo en terapia intensiva casi 15 días. Los mejores compañeros de Culiacán la atendieron, bien atendida; trajimos medicamentos de Estados Unidos, pero no. Yo ya sabía que, con todos los achaques que tenía, era muy difícil”, detalla el médico Llausás desde su casa, sentado frente a la mesa con múltiples retratos que compartía con su amada.

Para él, esa fue una clara señal para retirarse de la docencia. Actualmente, es profesor emérito de la Universidad Autónoma de Sinaloa, desde la Rectoría de Juan Eulogio Guerra Liera.


El reconocimiento a su trayectoria

El próximo martes 24 de octubre, el Médico Mayor, Cirujano y Partero Llausás Vargas recibirá el Premio Jesús Kumate Rodríguez que entrega la Comisión de Salud del Senado de la República, por la contribución al sector en aspecto social.

El doctor Llausás dice que desconocía formar parte de la convocatoria, hasta que fue contactado por el Senado para informarle que se encontraba en la recta final contra los doctores Luis Porfirio Orozco Gómez y Agnés Odile Marie Fleury.

“El único que no sabía que estaba yo de candidato era yo, porque incluso, hay que decirlo, de Gobierno del Estado, la doctora Lupita Ramírez, que fue compañera maestra mía en la facultad, ella también apoyó esa petición a nombre de Gobierno del Estado”, expuso.

Entre 177 candidatos, el médico sinaloense fue seleccionado de manera unánime con 81 votos a favor.

“Me la dieron, no porque fuera mejor que las otras dos personas, lo que pasa es que la convocatoria pedía lo que les he relatado: el aspecto social, el haber estado en Yucatán, luego en Guamúchil, atendía mucha gente sin honorarios”, agregó.

“Nunca pensé que pudiera pasar eso, sí me han dado premios... Es una sensación muy especial. Yo soy de los que piensa que el trabajo que uno hace, lo hace porque así debe ser y que no debería premiarse, pero es una sensación muy especial, un poquito difícil de digerir porque es un reconocimiento a nivel nacional”.

Pero reconoce que el mérito de su trabajo es no solo propio, sino de maestros, colegas y alumnos que lo han acompañado durante su trayectoria, destacando el doctor Kumate.

“El doctor Kumate nos enseñó un aspecto muy importante, porque en todos sus triunfos como Secretario de Salud, de la Organización Mundial de la Salud, en los puestos que tuvo, siempre él fue por un lado, humilde, y una de sus propiedades, que le inculcó su papá don Efrén, fue la lealtad a todo, fundamentalmente al niño mexicano”, puntualiza Llausás Vargas.

Durante los cuatro años que trabajó en su laboratorio, dice que Kumate le enseñó a tratar a los niños con cariño, amor, igualdad y respeto.

“Aprende uno que está para dar servicio, al que puede, y con más razón al que no puede y hay que tratarlos igual, con respeto, con afecto, sobre todo los que nos dedicamos a los niños”.

En la docencia en la Facultad de Medicina, priorizó enseñar el sentido de vocación que aprendió, en parte, bajo la mentoría del doctor y político.

“Lo que trato con los alumnos es hacerles ver que se necesita una vocación, una vocación de servicio. El médico está para servir. Si no tiene una vocación de servicio, va a ser uno muy pragmático”.

Generoso, el doctor Llausás, de frente a recibir la distinción este martes, agradece a Gobierno del Estado, a los directivos de la facultad y de la UAS, a sus pacientes, estudiantes, colegas, familia, así como a su fallecido amigo, el doctor Kumate, pero no solo por el premio, sino por ayudarlo a alcanzar su meta de vida: ayudar a quienes más lo necesitan.