Educación en la Familia: Todos somos excepciones
"El título me lo robé porque me encantó y alguna que otra frase también, son del Padre Santiago Martin, que se ajusta a lo que hoy quiero tratar sobre este mismo tema del matrimonio, y que hoy está tan confuso con eso de la igualdad y el tan cacareado género."
Sicóloga Yolanda Waldegg de Orrantia
El título me lo robé porque me encantó y alguna que otra frase también, son del Padre Santiago Martin, que se ajusta a lo que hoy quiero tratar sobre este mismo tema del matrimonio, y que hoy está tan confuso con eso de la igualdad y el tan cacareado género. Que nos quede claro que en cuanto a dignidad como personas todos somos iguales, pero ahí se acaba, en cuanto a las leyes, las primeras que no se cumplen son esas, ni los sueldos, ni los puestos de trabajo, ni, ni, ni, muchos ni. Y en cuanto a la genética, es genética aunque los cirujanos metan mano, la genética sigue funcionando, de modo que si un hombre y una mujer son de hecho tan distintos gracias a Dios, sería horrible un mundo hecho en serie como los electrodomésticos, ya es difícil así, ahora con toda esa confusión de género que deciden ser lo que no son y acceder al matrimonio, lo complican más, porque no cumplen con lo de complementarse.
Decir que los hombres y las mujeres son diferentes es una obviedad, sobra, se ve a simple vista, pero no sólo así, seguro todos tenemos los mismos órganos internos, pero ahí se acaba, todo funciona distinto, cerebro, hormonas, sentimientos, emociones, etcétera. Y entonces es el punto clave a la hora de que funcione el matrimonio no pretender que el cónyuge piense, haga, sienta como uno, lo que llamamos “pedir peras al olmo” son dos cosas diferentes que tenemos que hacer que embonen de alguna manera o más bien que se complementen.
Que la visión amplia horizontal de uno complemente la visión de frente hacia futuro y así con todo, uno lo práctico otro el detalle, las muchísimas palabras con las tres palabras, pero si sabemos estas cosas nos evitamos esperar lo que no nos van a dar, evitamos resentimientos, malos entendidos, rencores, y “me las debes”.
Somos distintos y eso es una riqueza, gracias a eso nos podemos complementar y ayudar unos a otros, permitiendo que exista la caridad que es lo mejor de la vida, si no se olvida el dato aliviaría bastante la existencia. Porque, en teoría, todos sabemos que somos diferentes y todos lo aceptamos, pero en la práctica deseamos que el otro deje de ser él mismo y se convierta en otro “Yo” queremos que renuncie a sus particularidades para aceptar nuestros gustos y someterse a nuestras manías, y en esto que es una realidad tan constatable y tan constante y repetida, radican buena parte de las rupturas matrimoniales.
Esto de aceptar al otro como es, no es fácil, a veces resulta imposible si no se tuvo la curiosidad de checar muchos datos antes de dar el sí frente al altar o donde sea, como he dicho podemos con casi cualquier manía o cualquier carácter, es cuestión de amor y de hallarle el modo, pero con lo que casi nadie puede, es tropezar todos los días y a todas horas con algo que va contra nuestros principios, vivir contra nuestros principios es imposible. Si en mi familia de origen las mentiras de ningún tamaño o tipo tenían cabida y termina con un cónyuge y su familia que viven de una mentira a otra no hay forma, lo mismo que si entra a una familia de borrachos alguien que nunca toma, cosas así, o a una familia donde se gritan palabrotas todo el día por cualquier motivo, alguien muy educado y pacífico. Hay que tener en cuenta que la boda es uno con una, pero tienen familia detrás y con ella también nos estamos casando, tienen sus propios modos de convivencia hay que fijarse si es a base de manipulación, de fuerza y violencia, o con respeto, son cosas que cuentan porque cada uno las lleva a su nueva familia.
Entre otras cosas se vuelve difícil saber cuándo hay que “aceptarlas” y cuando ayudar a corregirse y mejorar, además que hay modos, dice el dicho que “en el pedir está el dar” una cosa es estar enchinchando continuamente, o regañando todo el día, o burlándose y criticando, o pretendiendo que nos lean la mente, a decir claramente y con buenos modos porqué se pide algo y que exactamente se pide, “Osito me alivianarías tanto la vida si dejaras la ropa sucia en el cesto porfis” y luego “gracias” dice el Papa Francisco que hay tres palabras que se deben utilizar de continuo entre los esposos “Por favor” “Gracias” “Con permiso” simples buenos y educados modos.
La solución, por lo menos en los casos normales, estará en la aplicación de un sentido común penetrado por la misericordia, que en dos que no han permitido que el amor se evapore tendría que estar ahí, y es poner el corazón en su miseria, suena feo, pero todos tenemos miserias de una u otra manera, nos faltan cosas que el otro tiene y puede compartir y quitarme esa, que necesito quitar. Tenemos que amar al otro como es, no como nos gustaría que fuera, aunque me gustaría que mejorara en esto o en aquello, pero no porque a mí me moleste sino porque le amo y le quiero mejor persona, solo después de amarle como es durante algún tiempo que nos puede llegar a parecer mucho más que largo, estaremos en capacidad para pedirle que cambie. Y es posible que para entonces ya lo haya hecho solito movido por nuestro amor.