El amor las hizo enamorarse de México

Consuelo Lizárraga
07 noviembre 2015

"Cuatro españolas cruzaron el océano para encontrar el amor"

 MAZATLÁN.- Desde el 12 de octubre de 1492 en que Cristóbal Colón descubrió América, la hispanidad es símbolo de unión entre dos mundos y el amor, el lazo que lo mantiene. Así lo constatamos al entrevistar a cuatro mujeres nacidas en España, a las que el amor trajo al País. En Mazatlán formaron sus familias y viven enamoradas de México.


Triny García de Rivera Fárber
Triny García nació en Valencia, la tierra de la paella. Martha, su mamá, era francesa, y Antonio, su padre, español. En 1946 se fueron por primera vez a Francia y regresaron en varias ocasiones a España, pero su papá era republicano, así es que definitivamente se fueron a vivir a París.
"En 1959, conozco a mi marido, Octavio Rivera Fárber. Ignoraba todo de México, hasta lo más elemental, pero estaba muy enamorada. Nos casamos por poder y me vine en medio de una tristeza enorme de mis padres porque soy hija única".
"Para mí fue duro, relativamente, porque tuve y tengo la suerte de tener un marido estupendo. Me recibió una familia maravillosa, como si me hubieran conocido de toda la vida. Voy a Europa, donde tengo mi corazón y mis raíces, pero México es mi tierra", comparte.
Cuando llegó hablaba muy mal el español, asegura, aprenderse los modismos fue terrible.
"Con los nombres de las frutas y verduras me quedaba en blanco y mis primeras experiencias en el mercado fueron funestas. Mi mamá falleció en París, en el 68. Nunca conoció México. Mi papá se quedó solo; su familia estaba en España, entonces me le lo traje para acá. Bendito sea Dios, él murió feliz el 25 de noviembre de 1975, rodeado de cariño con su única hija y sus nietas".



Trinibel Medina de López Puerta
"Me casé por amor, fue en Guadix, donde vivía. Mis padres eran de Granada, ahí murieron. Conocí a Alfonso y ¡me enamoré!", dice con vehemencia".
"Lo vi en casa de mi hermana mayor, que está casada con un hermano de él; había ido de vacaciones, pues ya vivía en Mazatlán. Yo tenía 20 años y estudiaba magisterio, me acuerdo que regresé a la clase y no podía ni estudiar. Me lleva 16 años y para mí era un hombre interesantísimo; estaba acostumbrada a tratar con muchachillos de mi edad".
No conocía este País, pero le encantaban las películas mexicanas, se sabía todas las canciones de Pedro Infante.
"Me casé por poder y él me reclamó como su esposa. Dentro de mí existía el sentimiento de México como un país de alegría y recuerdo mi llegada. Era de noche, nos hospedamos en el Hotel Majestic, cercano al Zócalo. Al amanecer, cuando abrí la ventana y vi todos los taxis de colores, me impacté; en España los taxis eran negros".
Su primer encuentro con el trópico lo tuvo en Fortín de las Flores. Aún hoy, cuando quiere encontrar un rincón de paz, cierra los ojos y se pone allá, entre los árboles de hule, enormes y el olor a gardenias.
"Era 1967, cuando tuve lo fortuna de encontrar un Mazatlán familiar, me tocó vivir en la Belisario Domínguez, donde había gente muy educada, muy acogedora. Doña Amelita Peña, la Licha Kelly, doña Carlota y don Alfonso Patrón, la Martha Lizárraga, su mamá, doña Julieta; gentes muy buenas.
"Si me preguntas de dónde eres, yo te contestaría: 'tengo dos manos, ¿cuál me cortó?, ¡las dos son mías!'. Tengo las costumbres muy españolas porque infancia marca destino, pero 40 años viviendo acá, en este País de ensueño".



Manoly Balboa de Sandoval
"Vine a México por amor. Vi a mi marido, Enrique Sandoval, y me enamoré locamente de él. También soy de Guadix, a donde él fue de paseo, conocía a familias de allá y fue a saludarlas. Ahí me lo presentaron".
"La Manoly era muy guapa, era la sensación y por eso fue reina de las fiestas de Guadix que son en agosto", interviene Trinibel.
Manoly se ruboriza y continúa,"era verano de 1971. Nos conocimos, él se vino y me comenzó a escribir, así nos estuvimos comunicando hasta que regresó para conocerme más. Era el verano siguiente, y yo, locamente enamorada y diciéndole a mis padres, 'me caso y me caso'.
Y se casaron a los dos meses. Él se regresó en julio para acá, ya que trabajaba en Las Fábricas de Francia y querían casarse antes de venirse.
"Pero soy la hija mayor, y para mis padres fue un golpe horrible, no se lo imaginaban. Yo siempre había estado con ellos".
Enrique volvió a España y se casaron el 24 de septiembre. Llegó a México el Día de la Hispanidad, el 12 de octubre de 1972.
"Me impresionó lo grande de la Capital, el aeropuerto enorme, la cantidad de gente. Vine con visa de estudiante, no había relaciones, y en la aduana, al abrir las maletas, venía revuelta mi ropa con la de él y le pregunta el oficial a Enrique: '¿ella, quién es?'. 'Es una amiga', contestó él, y nos dejó pasar.
"Soy muy friolenta y él me contaba que tenía su casa en Avenida del Mar con aire acondicionado. 'A ver si lo quitas', le dije, 'y pagas calefacción'. 'En Mazatlán es gratis', me contestó".
Venían de Guadalajara y nunca se imaginé el calor del trópico.
"Al bajar del carro me quería desmayar. Duré tres días encerrada. Ahora que mi hija se casó con un español, Enrique sintió lo que mis papás en su momento.
"Siento por México mucho cariño. Es mi tierra. Me siento de aquí y de allá, como la canción, pero al revés. Aquí somos las españolas y allá somos las mexicanas."


Lourdes Navarro de Santamaría
"A mi esposo lo conocí en Salamanca, en donde nací. Ahí viven mis padres y mi único hermano". Luis Felipe Santamaría Lewis es de Mazatlán y fue a hacer la especialidad en otorrino. Se metió a estudiar francés porque haría un curso de oídos en Burdeos y ella estaba en esa escuela, en un nivel alto, pero por el azar de la vida se sentó a su lado en clase, y de ahí empezaron.
Acabó traduciéndole los libros y luego se hicieron novios. Duraron año y medio.
"Él dice que no aprendió francés, pero sí se casó. Cuando le comuniqué a mi padre, él me contestó: 'hija, prefiero verte lejos y feliz, que a mi lado y seas una desdichada, cuenta con mi apoyo'.
Se casaron allá y nació Jorge, su primer hijo.
"Llegué a México en 1987, un 24 de febrero, Día de la Bandera, con el niño que ya tenía un año cuatro meses. Ni siquiera me pasaba por la mente cómo era este país maravilloso, al que sólo conocía por las películas y las canciones de Jorge Negrete. Fue impactante. Me bajé del avión con miedo y, al pasar la aduana, me pedían papeles y yo no soltaba al niño, así es que no hallaba cómo dárselos".
Su esposo le había recomendado que no soltara al niño por ningún motivo.
"Desde el principio me adapté y quiero mucho a esta tierra. Me he encontrado con amigas increíbles que son de aquí y también con españolas, a Manoly, porque vinieron mis padres y ella necesitaba enviar unas cosas a España; nos contactó Beatriz Lizárraga de Acosta y desde entonces ha sido la hermana que no tuve. Es curioso, cuando voy a Salamanca, la gente al oírme hablar me pregunta que de dónde soy".