En tiempo de pandemia, hay notas de armonía en el centro de Culiacán

Leopoldo Medina
23 junio 2020

"Dando vuelta a la manivela, el organillero Desi López Ruiz, a sus 60 años disfruta dar un poco de alegría a través de este instrumento, buscando con ello llevar el sustento a su familia"

Esta mañana, el centro de la ciudad de Culiacán despertó con un sonido diferente y poco común de escucharse, el de un organillero, que con sus románticas melodías alegraba el paso de las personas rumbo a sus trabajos.

En la Plazuela Obregón, el organillero Desi López Ruiz, vestido con el característico traje en color beige y su gorra, da vuelta a la manivela del organillo, emanando de él diversas piezas, recibiendo con ello algunas monedas de los que pasan, además de aprovechar para tomarle una foto con el celular.

“Soy originario de la Ciudad de México, llegué aquí a Culiacán hace dos meses, y la verdad me ha ido mejor que allá. Esta ciudad es tranquila, la gente es buena, y pues por el problema de la pandemia apenas estamos chambeando, y aquí estamos, sacando el organillo, para que la gente lo conozca, lo escuche”, destacó Ruiz.

El organillero compartió que en esta profesión lleva más de 40 años trabajando, ya que viene de una familia de organilleros que inició con su padre, Guadalupe López.

El organillo, explicó López Ruiz, es uno de los más nuevos que hay hoy en día, puede interpretar 12 canciones populares, aunque también los hay de hasta 40 y 50 canciones, pero son mucho más grandes y pesados.

“El organillo tiene una maquinaria constituida por un órgano de tubos portativo y un sistema mecánico como de relojería, flautas, que a ritmo de la manivela, hace girar el cilindro tocando la pieza deseada de las ocho que trae preparadas”, indicó.

Melodías como La Bikina, María Bonita, El Sinaloense, Las Mañanitas, Cielito lindo, entre otras, son con las que el organillero alegra el andar de las personas, buscando que su día inicie con una alegre pieza que haga más llevadera la situación durante esta pandemia.

López Ruiz resaltó que desde la primera vez que lo tocó, quedó fascinado con el organillo, legado que también comparte con sus hijos, quienes están en la Ciudad de México, a quienes ha dejado de ver, buscando el sustento en otros lugares.

“Esta es una profesión muy bonita, tradicional, y a mis 60 años disfruto salir a la calle, tocarlo frente a las personas, porque muchos se asombran, y aquí seguimos dando la batalla para salir adelante, y ganar unos cuantos pesos para ayudar a la familia”.

Para López Ruiz, cualquier esquina en la ciudad es buena, porque el sonido atrae a la gente, que por unas monedas pide alguna de las piezas que trae el aparato. Lo mismo se le puede ver a un lado del Mercado Garmendia, alguna plazuela, o en alguno de los paraderos de camiones.

“Hasta ahora me ha ido muy bien, los sinaloenses son muy fiesteros, les encanta la música, son muy alegres y saben ayudar, y les gusta lo que hago, comentando que tenían años que no escuchaban a un organillero, algo muy raro de ver en Sinaloa”.

El organillero vive en un cuarto que renta a un costado del mercadito de la Juárez, desde donde se traslada llevando su organillo a algún punto de la ciudad, compartiendo su pasión por esta tradicional profesión.