'Hijo, no te vayas'
"Despiden en Aguaruto a Joel, menor asesinado la noche de Año Nuevo"
Las motos y el futbol atraían a Joel Arnoldo, el menor de 15 años de edad asesinado la madrugada del 1 de enero por un policía federal, según acusación de la Procuraduría General de Justicia del Estado.
Era el goleador del equipo, dice orgullosa Dulce Gisela, la tía.
Sus familiares lo recuerdan como un niño alegre, responsable y muy juguetón con su hermanita de seis años de edad. Le encantaba la libertad, salir a la calle, convivir con sus amigos. Amaba a sus padres.
Estudiaba en la mañana en la secundaria Adolfo López Máteos, ubicada en la sindicatura de Aguaruto. Cursaba segundo año. Un niño bueno en calificaciones. Sus amigos, de cariño, lo llamaban "Joelío", porque su papá también se llama Joel.
Provenía de una familia de bajos recursos económicos. Su padre es chofer de un camión de carga y su madre, beneficiaria de Oportunidades, hoy Prospera, programa del Gobierno federal.
Al ser un menor luchón, cuando necesitaba dinero trabajaba lavando carros frente a la plazuela. Al desear una moto, bromeando le decía a su mamá que vendería su celular para comprarse una.
El amor por las motocicletas viene de familia, se explica. Y fue arriba de una motocicleta donde perdió la vida mientras se dirigía a la casa de unos primos a dar el abrazo de Año Nuevo. Él iba en la parte de atrás, un amigo conducía.
Cerca de las 03:30 horas del domingo 1 de enero pasaron por un callejón de Aguaruto. En ese punto estaba un vehículo donde un policía federal aparentemente peleaba con su pareja. En el calor de la discusión disparó su arma.
El disparo lo hizo en línea recta, la bala alcanzó la espalda de Joel Arnoldo, saliendo por un costado. El impacto hizo que el cuerpo que iba en la parte trasera de la moto, desvaneciera.
Cuando el que conducía la moto sintió que el brazo de Joel desvaneció, quitó la mano del manubrio e inmediatamente sujetó el cuerpo para que no cayera.
Conduciendo la unidad con una mano, mientras con la otra lo sujetaba, lo llevó con su familia.
La familia de Joel hizo todo para que reaccionara, pero no se pudo. Un amigo vecino en su carro lo trasladó al Hospital General donde oficialmente fue declarado muerto. El cuerpo fue trasladado al Servicio Médico Forense y entregado a su familia como a las 21:00 horas de ese día. El tiempo de espera fue eterno.
En casa, en el velorio, Amairani, la hermana de seis años de edad, le pedía se despertara. Le recordaba que había prometido jugar con ella.
"Devuélvanme a mi hermano, díganme que es un sueño, despiértenme", gritaba la niña.
Ayer, el despido fue doloroso, desgarrador. Un contingente de motociclistas encabezó el cortejo fúnebre. Los potentes motores anunciaban el paso de Joel.
Aguaruto lo "arropó", se solidarizó con la familia.
Las casas quedaron vacías. Conforme pasaba el cortejo con globo blanco en mano, la gente salía, se unía, lloraba la partida del menor. Sus amigos motociclistas nunca lo dejaron solo, lo acompañaron desde que salió de su casa, hasta su última morada.
Un amigo de Joel montado en su moto cargó la cruz que decía: "Joel Arnoldo, 1 de septiembre 2001-1de enero 2017".
En la iglesia San Bartolomé Apóstol fue la misa, la antesala a lo que será su último hogar. Termina la bendición del padre a Joel y las motos vuelven a rugir y los cuetes tronar. En vida al menor le gustaba tronarlos.
El ataúd con el cuerpo de Joel fue cargado en hombros por sus amigos, desde la iglesia, hasta el panteón.
En el panteón todos querían verlo por última vez. El chofer de la carroza de la funeraria pedía calma, orden. Demandaba abrir espacio. En los globos blancos, con letras negras, se leían mensajes de amor. "Chaparro, siempre en nuestros corazones", "Joelío, te extrañaremos, te quiero".
En el panteón previo al entierro, Claudia, su madre, le pedía despertara, mientras que Joel, su esposo la abrazaba, la consolaba. La acompañaba en el llanto.
"Hijo, no te vayas", clamaba su madre.
Su prima, de 14 años, también de nombre Claudia, gritaba que saliera de la caja, que bailara con ella como lo hizo en fiesta de año nuevo. Se desmaya, le ponen alcohol.
"Que ya salga de esa caja, ¡ay no, mi niño!", repetía llorando mientras era sujetada por otras adolescentes.
Música de banda llega al panteón, las lágrimas corren y el dolor crece cuando el ataúd baja a su última morada.
El mediodía de este miércoles, familiares y amigos de Joel acudieron al Centro Acusatorio donde se celebraría una audiencia, a donde no llegó la persona acusa.
Ahí, en la manifestción, demandan a las autoridades que se haga justicia sobre este crimen.