Inseguridad aleja a visitantes de la sindicatura de Imala durante esta Semana Santa

Daniela Flores
19 abril 2025

La carretera que conduce al pueblo señorial está resguardada por agentes federales, estatales y el Ejército Mexicano; sin embargo, no logra despejar las sombras que la violencia ha dejado en el camino y no alcanza a atraer el turismo previo a la crisis de violencia

La plazuela de la sindicatura de Imala luce semivacía este Sábado de Gloria. Los días de asueto que trae consigo la celebración de la Semana Santa se han visto opacados por la situación de violencia, lo que ha provocado una disminución en la afluencia de visitantes.

La carretera que conduce al pueblo señorial está resguardada por agentes federales, estatales y el Ejército Mexicano; sin embargo, no logra despejar las sombras que la violencia ha dejado en el camino y no alcanza a atraer el turismo previo a la crisis de violencia, desde hace más de siete meses.

A raíz de la crisis de violencia derivada de la pugna interna del Cartel de Sinaloa, comerciantes locales, como Leonor optaron por cerrar temporalmente sus puertas, y hasta hace unos meses abrieron nuevamente, pese a ello, ve con desconsuelo las calles durante los días que anualmente aguardan con esperanza.

“En lo que cabe, pues más o menos. Nunca comparado con los otros años, por la cuestión de lo que está pasando, de la violencia. Mire, está muy solo el pueblo.

“Aunque hay Gobierno y todo, la gente no viene. Ustedes se están dando cuenta de cómo está, solo ha estado toda esta semana, muy solo, demasiado”, lamentó.

La plazuela está resguardada por agentes de la Policía Estatal, de tránsito municipal y militares, quienes rondan a pie o sus patrullas.

Dos o tres puestos no abrieron sus puertas, y el polvo, sus carteles descoloridos y las sillas encima de las mesas conforman el panorama que se vive desde septiembre de 2024.

“Sí han bajado mucho las ventas a comparación (del año pasado). En la seguridad sí, pero igual la gente como que le da miedo venir, aun”, dice la comerciante Sarahí.

“Muchos no se han puesto porque, o sea, es invertir otra vez para abrir y que no te salga no conviene”, señala.

La economía de las familias se basa en el turismo. Desde raspados, desayunos, comida, albercas, aguas termales, pan o birria atraían a los visitantes de diferentes municipios.

La iglesia está abierta, y al parador fotográfico llega una familia a tomarse fotos para el recuerdo. Del otro lado, en su negocio de raspados, el comerciante Óscar Félix desborda en sentimientos encontrados. Está feliz porque regresa a trabajar, pero a la vez triste por la disminución de visitantes.

“Hay familias que se sustentan de esto, viven de esto. Y pues a la vez un poco tristes porque esperábamos el flujo normal que estamos acostumbrados a tener pero por todo esto ha disminuido pero como les comentaba vemos cómo poco a poco va volviendo todo a la normalidad”, comentó.