La cuchilla que no resistió; el naufragio en Las Aguamitas
Pasada la una de la tarde un rumor se paseó por la única calle pavimentada que tiene Las Aguamitas y recorrió la comunidad por completo, en la boca de la bahía, llegando al muelle del pueblo, una panga se había volteado y habían personas desaparecidas. Después se supo que las personas no localizadas eran menores de edad que fallecieron por ahogamiento.
Dentro de las diferentes lanchas, o pangas, que uno puede encontrarse en los campos pesqueros de Navolato hay unas alargadas y angostas que son conocidas como ‘cuchillas’, pues por su forma de flecha ‘parten’ la corriente por la que navegan.
Estas embarcaciones son distintivas de aquellos pescadores que se dedican a sacar almeja, ostión o jaibas, esos productos del mar que requieren que el recolector se desplace con remo y no con motor.
Las cuchillas soportan a no más de tres personas, y por su diseño son propensas a volcarse si los tripulantes no conservan el equilibrio, por eso la lancha que naufragó en las costas de Las Aguamitas se hundió y en ella viajaban seis adultos y cinco menores de edad, murieron dos niñas y un adolescente.
Pasada la una de la tarde un rumor se paseó por la única calle pavimentada que tiene Las Aguamitas y recorrió la comunidad por completo, en la boca de la bahía, llegando al muelle del pueblo, una panga se había volteado y habían personas desaparecidas.
El testigo fue un pescador que regresaba de su jornada laboral, el “Milo” López, quien ayudó hasta donde pudo, subiendo a su panga a los sobrevivientes para después buscar ayuda en tierra.
Andremar y Luis Alfonso Monjardín Reyes, hermanos y dueños de un galerón que recibe productos del mar, se atrevieron a salir con sus artes de pesca y sus conocimientos de la zona para auxiliar a las víctimas.
En este punto se sabía poco del accidente, por eso Luis Alfonso, de 35 años de edad, no comprendió cuando un niño de ocho años le tomó la mano antes de zarpar y le pidió traer de vuelta a su hermanita.
“Se me escapó de las manos”, recuerda Luis Alfonso que le dijo aquel niño, sobreviviente del naufragio.
El solo recuerdo de estas palabras provoca escalofríos para quien las escucha, y el decirlas obliga a Luis Alfonso a apretar la boca y bajar la mirada.
La zona en la que ocurrió el accidente tiene cerca de dos metros y medio de profundidad, y se encuentra a escasos 10 pasos de terreno más elevado, por donde cualquier persona podría caminar con el agua hasta la cintura.
Cuando los hermanos Monjardín Reyes llegaron al lugar del incidente, la corriente había esparcido varios metros el cargamento que la familia Camacho, que naufragó, traía consigo.
“Anduvimos a pie, pescando, como unas doscientas personas buscando. Unos con chinchorro, otros a pie, otros arriba de la panga buscando alrededor, pero la espumita del agua no dejaba ver qué había abajo”, dice Luis Alfonso.
Las pertenencias esparcidas en el agua sirvieron como flotador de quienes no sabían nadar, entre estos objetos se encontraba un bidón con gasolina al que una niña sobreviviente se aferró, sin embargo el combustible le provocó quemaduras en la piel.
“A una de las niñas la encontraron abrazada de una tambulaca, creo que es la que se quemó con gasolina”, dice Andremar, de 29 años de edad. “Lo primero que encontramos fue la tambulaca”.
Los Camacho son originarios de El Castillo, habían recibido esta semana a parientes que venían de Tijuana.
Después de pasar la mañana en las playas del campo pesquero decidieron viajar por mar a Las Aguamitas, para despedirse de algunos familiares que residen en este pueblo, pues partirían a Baja California este jueves.
Ninguno de los tripulantes de aquella cuchilla llevaba salvavidas, aunque es obligatorio, estos rondan los 300 pesos y no todas las familias cuentan con ellos.
El camino en panga es más corto a comparación que por carretera, en tan solo media hora se puede recorrer del Castillo a Las Aguamitas, saliendo por la boca del Río Culiacán y subiendo por las playas navolatenses.
La embarcación de los Camacho no llegó a su destino, se hundió a escasos 50 metros de la zona donde el mar se termina y se puede caminar entre los mangles.
“Nos quedamos impactados con la imagen, aunque no hayan sido de aquí los chamaquitos, pero es triste porque son seres humanos, son angelitos. A cualquiera nos pudo haber pasado”, lamenta Luis Alfonso.
Después de una hora del hundimiento ya no era una misión de rescate, sino de recuperación de cuerpos, pero nadie se atrevía a mencionarlo. Los pescadores se movían con cautela, la imagen de encontrar a los niños sin vida provocaba terror.
“Antes de las cuatro (de la tarde) encontraron a todos los niños. La corriente los jaló hasta acá, como un kilómetro”, dice Luis Alfonso, señalando un punto en el horizonte de la bahía.
“Ellos aquí estaban, aquí fue, nada más pasas el monte ese y caminas como unos ciento cincuenta metros y ahí fue”.
Dará Elizabeth, de seis años; Dana Aureni, de ocho, y José Martín, de 14, fallecieron por ahogamiento. Ninguno sabía nadar.
“Fue un accidente, tal vez por falta de experiencia... los niños apenas empezaban a vivir”, musita Luis Alfonso casi para sí mismo.
Llama la atención de los hermanos Mojardín que las labores de búsqueda solamente se tardaron un par de horas, y en el proceso no se registraron incidentes sufridos por la multitud que apoyó.
“Los niños aboyaron, y no deberían de haber aboyado, cuando un cuerpo se ahoga cae hasta abajo, y puede durar un día o hasta dos días y es cuando puede salir a flote... a lo mejor porque lucharon mucho por su vida agarraron mucho aire, y por eso, bueno, no nos explicamos muy bien eso, la verdad”, puntualiza Luis Alfonso.
Dará, Dana Aureni y José Martín, fueron velados y sepultados en El Castillo, y el pueblo les rinde homenaje suspendiendo el esperado baile que se tenía pactado para este sábado.
“Por motivo de causa mayor se suspende el baile del sábado 26 de junio en El Castillo, con los Sheles y sonido El Padrino”, se difunde entre los habitantes de la zona a través de aplicaciones de mensajería.