Pipika, casi cinco décadas haciendo reír a la gente

Manuela Bustamante
09 diciembre 2021

En lugares inesperados, estado de vacaciones o en su trabajo se encuentra a gente que le expresa su cariño y gratitud por los momentos agradables y divertidos que les hizo pasar en algún momento

Gildardo Flores Carrasco, a sus 59 años de edad y a punto de entrar en la tercera edad, aún recuerda con emoción el primer día que se puso una peluca, se pintó la cara y se vistió de payaso para participar en un número en el Circo de los Hermanos Durán hace cinco décadas.

Tenía 11 años y su hermano mayor 19.

Se pasaban debajo de la lona que cubría la carpa, no pagan entrada y eran los primeros en llegar, siempre en la primera fila media hora antes de que iniciara la función.

“Éramos los primeritos, nos conocían porque no entraba mucha gente y nosotros siempre estábamos”, aseguró el payaso Pipika.

Recuerda que vivía con sus padres y hermanos en una casa modesta sobre la calle Juan de Dios Bátiz, a espaldas de La Lomita y frente al Tec de Culiacán.

Según Gildardo esa calle antes se llamaba Cuauhtémoc, en la década de 1970, y esa era la última calle. Después de su casa todo era monte y lotes baldíos.

Ahí llegaban los juegos mecánicos y los circos. Él y su hermano se maravillaban con las luces y sonidos que provenían de aquél lugar que sin duda debía tener algo de magia.

Esperaban a que cayera la noche para ir, escaparse de sus padres, ir corriendo entre el baldío, llegar al circo y maravillarse con el espectáculo artístico de los payasos, malabaristas, magos, mimos, zanqueros, equilibristas y un sinfín de personajes que hacían volar su imaginación y desear ser uno de ellos.

Como vivían en la última casa de la mancha urbana, las personas de los circos iban a su casa a pedirles agua o algún favor. Así se conocían, hacían relación, entonces Gildardo y su hermano, José Alfonso, muy acomedidos, según ellos, iban al circo a ayudarles en lo que fuera, o más bien a jugar y divertirse soñando ser cirqueros.

“Nosotros íbamos y les ayudábamos, a poner la carpa, a poner las tablas, a instalarse”, recuerda Gildardo.

Fue el Circo de los Hermanos Durán, el que les dio la oportunidad de participar como payasos. Tenían 11 y 19 años la primera vez que Gildardo y su hermano mayor se vistieron de payasos, se pusieron una peluca y se pintaron el rostro con toda la emoción y alegría de hacer sonreír a los demás.

Sus inicios

Gildardo recuerda cómo recibió el nombre de Pipika. Fue al nacer, por la primera expresión de su padre al verlo, que dijo: “tiene los ojos pipiskis”, no dijo “es un niño bonito o grande”, no, sólo dijo: “está pipiski”. Fue así que antes de recibir nombre, ya tenía sobrenombre.

Fue tanta su pasión y amor al arte, que después de actuar en el Circo los Hermanos Durán, no quería dejar de hacerlo.

Cuando llegó la hora en que el circo debía seguir su camino hacia el norte del país en el estado de Sonora, Gildardo y su hermano pensaron irse con ellos, seguir el circo y hacer de él su estilo de vida.

Recuerda que fue su madre quien “les paró los tacos”, amablemente habló con ambos y les pidió que permanecieran en casa, estudiando y trabajando respectivamente, a la vez que conjugaban sus horarios con el arte del payaso.

“Nos queríamos ir nosotros, escaparnos en el circo, pero muy lista mi madre, nos dice, ‘¿a dónde van? el circo dura tres semanas allá, un mes allá, para qué se quieren salir del trabajo y de la escuela, yo no les prohíbo que vayan al circo, sigan yendo al circo pero tú sigue trabajando y tú continúa estudiando’”, recuerda Gildardo.

Así fue que permanecieron en Culiacán.

Al cabo de los años, Gildardo terminó la Licenciatura de Psicología en la UAS y su hermano la Licenciatura en Economía.

En ese sentido, empezaron a estudiar teatro, a leer y documentarse, estudiaron expresión corporal, danza clásica, danza contemporánea, danza regional, y eso les permitió profesionalizar su arte.

Trayectoria

Pipika trabajó en la Universidad Autónoma de Sinaloa, en el primer taller de payasos en la Casa de la Cultura. En el Instituto Sinaloense de Cultura también en el taller de payasos que se realizó durante 27 años. Ha asistido además durante 25 años al Congreso Nacional de Payasos.

Apareció en pantalla durante 17 años en el programa Sábados de Carrusel junto a su hija, Floripondia, quien también es payasita y heredó la gracia y el talento de su padre.

Religiosamente ha asistido cada jueves desde hace 25 años a visitar a los niños internados del Hospital Pediátrico de Culiacán y desde hace 10 años, también visita a los enfermos del ISSSTE.

Sin embargo, desde el inicio de la pandemia esta actividad altruista quedó suspendida para evitar contagios.

Pipika expresa que anhela pronto poder volver a los hospitales a llevar una luz de esperanza y hacer pasar un rato agradable robándole sonrisas a los pacientes.

“Tengo mucho que agradecerle (a esta carrera) porque me ha dado el cariño de mucha gente, inesperadamente he recibido mucho apoyo, mucho amor, mucha alegría, de otros lados, es muy emocionante de la forma que me ha tocado hacerlo”, dice el payaso Pipika.

En lugares inesperados, estado de vacaciones o en su trabajo se encuentra a gente que le expresa su cariño y gratitud por los momentos agradables y divertidos que les hizo pasar en algún momento.