Una vocación en alma y espíritu

Gabriela Camacho
09 noviembre 2015

"El sacerdote Santiago Alvarado Soto comparte su historia a través de sus 57 años de entrega en la fe católica"

CULIACÁN._Santiago Alvarado Soto de pequeño jugaba al lado de sus primos y su hermano a oficiar misas. Él era el encargado de recoger las limosnas y ofrecer las hostias que hacían con fichas de refresco aplastadas.

Una pregunta que le hizo su padre cuando eran niño fue la de ¿Qué quieres ser de grande?, él respondió que quería ser Padre.

Su formación
Su formación educativa fue en escuelas particulares en su natal Puruándiro Michoacán, donde se les permitía estudiar hasta cuarto de primaria y en las instituciones federales hasta los seis años de primaria. Repitió dos veces el cuarto grado para completar su formación porque se miraban temas de quinto y sexto.

"Aquí en Culiacán tenía a mi tío Ángel Alvarado y él conocía mis intereses de entrar al Seminario. Los domingos iba el Padre José a Navolato a dar misa, y fue ahí donde mi tío le habló de mi, el sacerdote le dijo que me viniera a la ciudad y así fue", compartió.

Su llegada a Culiacán
Cuando llegó aquí trabajó con un familiar en una parcela por dos meses, después con Jesús Carrillo en una tienda de ropa y por último en la Catedral Basílica de Nuestra Señora del Rosario, para esperar a que se llegara el mes de octubre para entrar al Seminario, ya que tenía las puertas abiertas.

"Entré al Seminario a la edad de 15 años, en aquél entonces se encontraba en Ángel Flores 47 oriente, en el Centro, después se cambió a la parte de arriba de la Catedral y posteriormente al Seminario que está para el lado de la salida norte, todavía no estaba terminada, pero ya podíamos albergarnos ahí", recordó.

En su jornada diaria de preparación tenía que cumplir con un reglamento determinado y estricto, se levantaba a las 5:30 horas, meditaba, entraba a la santa misa y entre las 7:30 y 8:00 horas desayunaba, posteriormente entraban a clases y saliendo aseaba toda la casa junto con sus compañeros.

Los primeros dos años de su preparación católica, no había Obispo, después entró en ese cargo Lino Aguirre y García, quien se encargó de su ordenación al lado de ocho compañeros más.

Comparten la misma afición
"El 25 de julio de 1954 ofició el Obispo Lino la misa de ordenación sacerdotal a Francisco Méndez Riso, Felipe Valenzuela Cervantes, Evaristo De la Torre, Manuel Vega Oregel, Vicente Vega, Javier Espinoza, Ramón Sotomayor, Ramón Camarillo y yo, todos concelebramos con él en esa ocasión", aludió.

"También estudiamos juntos Melitón Durán y Javier Llamas León, pero ellos, por falta de edad, no pudieron sino hasta después ordenarse".

Su primera misa
Para iniciar a oficiar las ceremonias religiosas, se acostumbraba a que los sacerdotes dieran su primera misa en su lugar de origen, por eso, el Padre Santiago volvió a su lugar de nacimiento el 24 de agosto de 1954 para celebrarla.

Los lugares donde ha estado profesando la palabra de Dios han sido San Ignacio, Costa Rica, Villa Ángel Flores La Palma, Navolato, Angostura, Choix, Los Mochis, Bachoco, Culiacán y Sinaloa de Leyva, donde cientos personas se han ganado su cariño, amor y confianza.

"Al entregarme en esta vocación me he sentido realizado porque nunca he tenido pensamientos como el dejar el ministerio, tiene uno sus tiempos de prueba y si no tienes la capacidad de la oración, le doy gracias a Dios por esa decisión que nunca he puesto en duda", compartió.

Una experiencia impactante
Una de las situaciones que marcó su vida de entrega y de fe que lo hizo comprender que ante todo está el bien y el poder de Dios, fue cuando ayudó a un señor que visitaba la iglesia constantemente, pero lo sorprendente era que no sabía orar, simplemente visitaba la iglesia en el municipio de San Ignacio.

"Una persona llegó y me dijo que este señor se encontraba en cama y cuando fui a visitarlo empezó a gritar y a ponerse desesperado, yo le veía hasta los cabellos erizados, se volteaba hacia la pared y con sus dedos la rasguñaba y gritaba unas cosas tremendas", mencionó.

"Yo llevaba un libro y empecé a rezar porque dije, éste tiene al Diablo y cómo estarían las personas que iban conmigo porque se fueron asustadas, yo no me dí cuenta, pero me platicaron que salía una especie de humo que olia muy feo, estuve una hora batallando con esa persona para que entendiera lo que estaba sucediendo y le grite '¡No me voy de aquí hasta que se vaya el maligno!'".

Después del suceso, la persona completamente en sí le dijo '¡padresito ya estoy listo!', y él le puso la unción de los enfermos en cada uno de sus sentidos y se fue al templo, en cuanto iba llegando una persona se acercó y le dijo que el señor ya había fallecido.

"Ahí fue donde dije que siempre en las cosas de Dios el enemigo se opone y eso me quedó muy grabado, sobre todo para salir adelante, saber que existe el mal, lo malo y que existe el maligno", indicó. 



Al celebrar sus 82 años, el 24 de este mes, el presbítero Santiago Alvarado celebró 57 años de vocación sacerdotal.