Metabolismo de las grasas
Amigo lector de Noroeste, en la actualidad, el ser humano si hay algo a lo que le tiene miedo o respeto es a la acumulación de grasa en su cuerpo, y ésta es necesaria para el crecimiento y desarrollo, siendo indispensable en la mujer ya que ésta contribuye a su desarrollo de caracteres secundarios y hormonal, pero cuando ésta es más del 20% del peso corporal en la mujer esta empieza a ser obesa, y en el hombre después del 15 - 16%. Para ambos después de 25%, se le puede considerar obesidad, pero después del 30% ya se le considera patología.
Es cierto que las dietas reductivas son el “fraude del milenio”, pero quienes se dedican al reducir de peso algo tienen que ofrecerle a los obesos, por lo que echan mano de diferentes protocolos con la intención de reducir el peso. Pero si los padres de familia, maestros, sociedad, etcétera, ayudáramos a una disciplina alimenticia acompañada de actividad física se tendrían buenos resultados y por siempre.
Los lípidos (grasas) almacenados en el organismo representan la despensa energética principal del cuerpo y constituyen una fuente casi inagotable de energía durante el ejercicio físico, ganando en protagonismo en cuanto a su utilización para generar energía conforme el ejercicio realizado aumenta su duración.
La utilización de lípidos como fuente energética tiene consecuencias metabólicas determinantes, como el ahorro de glucógeno muscular y hepático, que inciden en la capacidad de resistencia del organismo. Los ácidos grasos que se utilizan durante el metabolismo muscular pueden derivarse de varias fuentes, como el tejido adiposo, lipoproteínas circulantes o los triglicéridos almacenados en la célula muscular.
Durante el ejercicio, la lipólisis (uso de las grasas) está estimulada constantemente, con aumentos más marcados en el comienzo del esfuerzo físico. El incremento de la actividad simpático-adrenal y el descanso de las concentraciones de insulina son los principales estímulos de la lipólisis que ocurre al comienzo del ejercicio, provocando una estimulación de la lipasa hormono-sensible, que a su vez estimula la descomposición de las grasas.
De las catecolaminas, la adrenalina ejerce sus efectos sobre el tejido adiposo a través de su concentración sanguínea, mientras que la noradrenalina efectúa su acción sobre el tejido adiposo de forma directa a través de las terminaciones del sistema simpático en las propias células adiposas.
El efecto de la hormona de crecimiento es más lento al estar retrasado su aumento en comparación con las catecolaminas. Asimismo, la lipasa hormono-sensible está controlada por el AMP cíclico, el cual a su vez está regulado por el sistema de la adenilato-ciclasa; por tanto, la activación de la descomposición de las grasas está ligado de alguna manera al catabolismo de la glucosa, lo que ayuda a mantener la lipolisis durante el ejercicio prolongado.
El ejercicio prolongado se asocia con un mayor aporte sanguíneo al tejido adiposo, lo que facilitará la movilización de ácidos grasos desde dicho tejido, que excede a su posible utilización, con lo que se producirá un aumento de ácidos grasos en la sangre. El entrenamiento de resistencia se asocia con un aumento de la sensibilidad beta-adrenérgica en el tejido adiposo, lo que provocará un mayor consumo de ácidos grasos como fuente energética; este fenómeno adaptativo será máximo a los cuatro meses de haber iniciado un programa de entrenamiento de resistencia. Luego entonces las grasas van a ser metabolizadas mediante una serie de reacciones bioquímicas, que se dan mediante un entrenamiento físico, es por esto que quienes se dedican a la cultura física deben conocer los beneficios de la actividad física y de gasto energético.
Bien, también desde esta columna le invitamos a no bajar la guardia, siga con las recomendaciones del Sector Salud; guarde sana distancia, lávese las manos seguido, use el cubreboca, si no tiene negocio donde hay conglomeraciones de gente no vaya. Cuídese, qué le cuesta.