El pequeño Blas Antonio, el niño de los papalotes, le da alas a su pequeño negocio en Escuinapa

Carolina Tiznado
17 diciembre 2020

"En medio de la pandemia de Covid-19, busca ayudar a su familia con la venta de papalotes"

ESCUINAPA._ La devastación que ha dejado el Covid-19 en materia sanitaria y económica en el municipio, ha hecho que, incluso, la niñez, entre al mercado laboral informal.

Para la familia Pérez el trabajo escaseó, pero fue también una "oportunidad" para que Blas Antonio, de 11 años, encontrara en la elaboración de papalotes una manera de ayudar al sustento familiar.

Desde pequeño tenía afición por los papalotes, los cuales le elaboraba su hermano mayor, Crístofer, gusto que preservó y que desde hace dos meses los vio como una oportunidad, debido a que sus amigos se los solicitaban.

Su padre Blas, quien tiene condiciones especiales al estar en silla de ruedas, empezó a tener problemas de salud, por lo que ya no podía salir a vender su fruta y camarones.

Su mamá, Concepción García, se había quedado también sin trabajo en los empaques de fruta, entonces, Blas Antonio decidió emprender su negocio.

“Mis amigos me pedían, cuando ya vi que no había dinero, vi la oportunidad de vender mis papalotes, de hacer y vender”, señala el menor.

Su mamá empezó a ofrecer los papalotes en redes sociales hace dos meses, por las mañanas se levantaban a buscar las ‘varillas’, que son palos firmes de canela o algodón.

Y su negocio empezó a prosperar, pues de hacer uno, llegaron a vender hasta 50-60 papalotes, con ello se empezaron a emplear no solo él, sino también sus hermanos Crístofer y Sergio Alejandro, mayores que él.

“El más chico de los tres tuvo la idea y hasta trabajo les dio, es algo que me hace sentir orgulloso de ellos, ahora verá a todos los niños de la cuadra, jugando papalotes, en lugar de estar pegados al celular”, dice su papá Blas Pérez.

La casa se llenó de hilos, bolsas de nylon, tijeras y varillas que van y cortan al monte cercano, se llenó de la energía de tres menores que iniciaron con el propósito de ayudar a sus papás y que además se divierten elaborando papalotes.

El trabajo lo hacen en equipo.

Blas Antonio los elabora, corta, pega las varillas, Crístofer apoya en los ‘tirantes’, que son los hilos de los que se agarraran otros hilos, pega las colas.

Sergio Alejandro hace papalotes de los denominados ‘toritos’ o busca de las formas en que se los piden.

Los papalotes los hacen de bolsas de nylon porque son más ligeros y resistentes, el papel es más frágil, la posibilidad de romperse de manera rápida es mucha, igual la cola es mejor que sea de trapo, al ser de plástico, podría irse más rápido y lejos al cortarse el hilo de seda que se coloca para que empiecen a subir.

Cada papalote es vendido en 20 pesos, y con el dinero que ganan, compran el material para elaborar más papalotes, dan un poco si sus padres lo requieren para las tortillas o para cosas de la casa y el resto se lo reparten de manera equitativa, dice Concepción.

La venta ha disminuido comparado a cuando iniciaron, que eran hasta 60 los que les pedían, hoy son 20 ó 30 los que les piden al día o pudieran ser menos, pero todos son hechos con mucho amor y detalle por parte de los hermanos, en sus creaciones diarias, hacen uno para ellos.

El Jefe de Familia ha regresado a vender el camarón en las calles, pero los menores continúan recibiendo pedidos de papalotes, esos que se han hecho famosos en la Colonia 13 de Septiembre, ahora la mayor parte de los niños dejan a un lado sus aparatos tecnológicos para ir por las tardes a ‘volar’ sus creaciones en un estadio cercano.