A Diogneto

Presbítero Amador Campos Serrano
26 mayo 2021

Una interrogante surgida en los inicios del cristianismo dirigía la atención sobre el modo de vida de grupos seguidores de un profeta en la tierra de medio oriente, a los cuales les daban el nombre de cristianos, en referencia al nombre de aquel profeta a quien llamaban el Cristo y de quien se decían seguidores, pues llevaban una forma de vivir y una ética que decía fundamentarse en un mandamiento nuevo, pero siempre antiguo.

Una utopía parecía hacerse realidad, una fe que no estaba en contra del poder establecido, aunque era superior a él, surgiendo un enigma que penetraba en el ámbito del misterio, al no identificarse con las fronteras creadas por efímeros periodos por medio del belicismo humano.

Envuelta en enigma, tanto por el nombre de su autor, como el de la identidad de su destinatario, así como de los tiempos de su elaboración, la llamada carta a Diogneto viene a convertirse en un documento que alienta el comentario y la discusión, sumándose a otros temas de discusión, como lo son el caso de Teófilo el personaje de los escritos de san Lucas, la autoría de la Carta a Los Hebreos o la personalidad del autor llamado de Homero en las legendarias de las historias de la Ilíada y la Odisea.

Diogneto se preguntaba ¿estos cómo y quiénes son? La respuesta le llega en la forma de una misiva escrita, no como una obra apologética, ni como una detallada descripción, pero la exposición incluía a ambas a la vez, superando, por su estilo a la misma apologética o la enseñanza de un simple sermón.

Escrita con un estilo en el cual el autor pretende estar al margen del contenido de la exposición, este se presenta con la visión de un testigo externo, como alguien que conoce el tema y con visión crítica lo expone a su destinatario llamado, el llamado Diogneto.

El tiempo de su elaboración, unos lo ubican en el siglo primero, otros durante el transcurso del siglo segundo y hay quien afirma que fue en el Siglo 13. Lo cierto es que fue conocida en 1435 en Constantinopla, por un joven clérigo, quien la adquirió entre el papel de envolver en una pescadería cuando su destino hubiera sido el de terminar en una envoltura.

Este original fue destruido posteriormente durante la guerra franco-prusiana, cuando fue destruida la biblioteca de Estrasburgo, quedando dos copias, afortunadamente escritas con anterioridad.

Dentro de sus enigmas, la carta a Diogneto nos muestra la visión de una fe capaz de convivir con las antiguas expresiones surgidas de la cultura de los hombres, lo cual hoy llamamos inculturación, mezclándose con ellas, pero sin depender de ellas, imponiéndoles, tan solo, el mandamiento del amor en sus mandamientos antiguos.