Aires violentos en el arte
08 noviembre 2015
"Un experto del Instituto de Investigaciones Estéticas analiza la violencia presente en una parte de las obras plásticas mexicanas del Siglo 20"
MÉXICO (UNIV)._ La violencia ha sido una de las presencias más persistentes y constantes en la historia de la humanidad."Por eso no resulta nada extraño que también sea una de las más representadas por los artistas de todas las épocas", dice Renato González Mello, investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.
Actualmente, González Mello trabaja en dos proyectos relacionados con la violencia en el arte contemporáneo: uno se llama Tiempos violentos y tiene como objetivo que los estudiantes de posgrado de Historia del Arte curen una exposición a partir de la colección de arte mexicano moderno del Museo de Arte Carrillo Gil, la cual se exhibiría en este museo y en la Americas Society, en Nueva York.
El otro es la redacción, a partir de una minuciosa y exhaustiva investigación, de un libro sobre imágenes relacionadas específicamente con la violencia callejera y el uso del cadáver como argumento político en las décadas de los 20 y 30 del Siglo 20, cuando se dio el ascenso del fascismo en Europa.
"En esa época, la violencia callejera era identificada como una manifestación política revolucionaria de los movimientos de izquierda. Los movimientos fascistas, para llegar al poder (particularmente en Italia), utilizaron formas insurreccionales que se parecían mucho a las formas insurreccionales de izquierda, lo cual dio lugar a representaciones pictóricas con un gran flujo de distribución, como el cartel de propaganda", señala el investigador universitario.
El papel del artista
Cuando se habla de la violencia en el arte se hace alusión a la representación de imágenes crueles, pero también a una actitud de denuncia por parte del artista.
"No hay símbolos visuales que intrínsecamente sean símbolos de denuncia del poder. José Guadalupe Posada hizo un dibujo, muy famoso, de la policía montada reprimiendo un motín popular en el oriente de la Ciudad de México. Mucha gente ha visto en él una protesta contra la represión porfiriana; sin embargo, queda claro que, en la época en que se publicó ese dibujo, al impresor y editor Antonio Vanegas Arroyo le parecía estupendo que entrara la fuerza pública a reprimir a los inconformes. Además de representar un campo de batalla, la imagen en sí es un campo de batalla", aclara.
Ahora bien, de acuerdo con González Mello, los artistas tienen la responsabilidad, como cualquier otro ciudadano, de denunciar la violencia.
Parte de la cotidianidad
La violencia por la que hoy en día atraviesa México produce imágenes que ya forman parte de la cotidianidad de sus habitantes: golpizas a inconformes, balaceras, secuestros, ajusticiamientos, encajuelados, decapitados.
Con todo, se puede afirmar que ésta no es la etapa más violenta en la historia del país.
"No estamos viviendo la época más violenta de nuestra historia, ni remotamente. Más bien lo que ocurre es que hay un par de políticas del Estado que han salido mal. Una de ellas es la represión masiva del narcotráfico; esta represión, con la consiguiente reacción a ella, ha generado un alud de representaciones tanto en los medios de comunicación como en las artes y la política, donde los discursos se articulan en torno a este fenómeno", comenta el investigador de la UNAM.
En el México posrevolucionario
Algunos hechos o sucesos violentos como torturas, asesinatos o sacrificios tienden a ser más representados según las condiciones sociales de la época.
Por ejemplo, en el México posrevolucionario hubo al principio una tendencia muy tímida, y después muy intensa, a representar trágicamente la violencia desatada durante la Revolución.
"Algunos muralistas, como -José Clemente- Orozco y -Diego- Rivera, recurrieron en sus obras al sacrificio humano como un medio para discutir el sistema constitucional. Cabe decir que un sector de la sociedad creía que dicho sacrificio representaba el derecho natural y sus límites, mientras otro pensaba que el derecho natural no era una fuente válida para el orden legal, por lo que el sacrificio humano podía ser visto como parte del orden legal".
Descabezamiento simbólico
Durante la Guerra Cristera o Cristiada (1926-1929), las batallas entre ambos bandos (fuerzas leales al gobierno de Plutarco Elías Calles y cristeros) solían ser presentadas por los artistas plásticos como una suerte de reproche contra el Estado o como un argumento en contra de la barbarie que se vivía entonces.
"En ese periodo de la historia de México hubo muchas representaciones de la violencia aplicada directamente sobre el cuerpo, en especial del acto de decapitación de maestros rurales y otros agentes del Estado como una especie de descabezamiento simbólico de la autoridad federal", apunta el investigador.
Pero las series de imágenes más representativas de esta guerra fueron hechas en los años 30 y 40 del Siglo 20 por artistas del Taller de Gráfica Popular para protestar por los maestros agredidos.
Y los cristeros tuvieron también cierta producción artística inspirada en sus mártires.
"Había una concepción del mártir como categoría fundamental para pensar en la confrontación civil, ya sea del lado de la oposición católica o de las demás corrientes políticas, incluyendo al Estado posrevolucionario. El martirio, así, tendía a ser una de las representaciones centrales de la violencia porque era ante todo un testimonio, y la noción de testimonio es muy importante para la construcción de una memoria histórica", agrega.
Instalación polémica
En 2009, la artista sinaloense Teresa Margolles preparó su instalación De qué otra cosa podemos hablar, que tenía como eje temático las muertes violentas a causa del narcotráfico, para el Pabellón de México en la Bienal de Venecia. Pronto, Margolles fue cuestionada por algunos periodistas y por funcionarios del gobierno federal.
"El Presidente Calderón y su gobierno hicieron algo muy raro: declararle la guerra a un fenómeno. Fueron ellos los que pusieron en el centro de su discurso eso que llaman 'la guerra contra el narco'. Lo que hizo Margolles en su instalación fue reproducir ese discurso y decir: esto es así, como tú lo expones", apunta González Mello.
"El aparato del Estado reaccionó muy mal: supuso que Margolles tenía que tratar el proyecto representativo de México ante la Bienal de Venecia como un proyecto de propaganda, y en eso se equivocó enormemente porque la representación mexicana en esa bienal se escogió en un concurso, de manera que no tenía que reflejar la opinión del gobierno federal, sino la opinión de los expertos".
REFERENCIAS
- Renato González Mello es doctor en Historia del Arte por la UNAM; se desempeña como investigador de tiempo completo del Instituto de Investigaciones Estéticas y como profesor de la licenciatura en Historia y del posgrado en Historia del Arte de la Facultad de Filosofía y Letras de la misma institución.
- Fue curador, junto con Diane H. Miliotes, de la exposición José Clemente Orozco in the United States, inaugurada en marzo de 2002 en el San Diego Museum of Art; así como de la exposición Los pinceles de la historia 4: la arqueología del régimen, presentada en el Museo Nacional de Arte, en la ciudad de México, de septiembre de 2003 a febrero de 2004.
- Es autor del libro 'Orozco, ¿pintor revolucionario?' y del catálogo 'José Clemente Orozco', de la colección del Instituto Cultural Cabañas.