Arturo Moyers, un artista sinaloense que dejó su huella por todas partes
Entre camaradas, charlan sobre la vida y obra del pionero de la pintura sinaloense, como parte de la exposición que se halla en el Masin
Como un gran artista plástico que, sin duda, trascendió en momentos críticos de la UAS, donde dejó su obra artística por todas partes, y como un personaje de las artes cuya obra debe de ser difundida entre las nuevas generaciones para que sea más conocida, fueron algunos de los comentarios sobre la vida y obra del pintor y muralista mochitense Arturo Moyers (1938-2013), vertidos en el conversatorio Entre camaradas.
Charla que se dio dentro de la exposición Reencuentro entre camaradas, que se encuentra instalada en el Museo de Arte de Sinaloa, con una recopilación de su obra creada en Culiacán durante su estancia en las décadas de los 50 y 60, antes de su traslado a la Ciudad de México, donde trabajó con artistas como Mario Orozco Rivera y David Alfaro Siqueiros.
El conversatorio, coordinado por Inna Teresa Álvarez, jefa del Masin, contó con la participación de Rodolfo Arriaga Robles, director de Programación Artística del Instituto Sinaloense de Cultura y quien hizo un recuento de la huella dejada por Moyers en la Universidad; Alicia Montaño, quien conoció a Moyers como escenógrafo para grupos de teatro en los que ella participó, y la hija del pintor, Citlali Moyers.
Arriaga Robles comentó que, aunque personalmente no conoció a Moyers, supo de su obra desde que, siendo estudiante de prepa, ingresó a la UAS a inicios de los 70, cuando el pintor ya había emigrado a la Ciudad de México, dejando obra en diversos espacios de la institución, como el mural Prometeo, al subir las escaleras a la planta alta del Edificio Central de la UAS, o el del Che Guevara, al frente del auditorio de la Prepa Central, o un Zapata y un Rafael Buelna, que como otras, lo hacían seguir presente sin estar allí.
Pionero de la plástica sinaloense, y uno de los fundadores de la Escuela de Artes y Oficios, de la mano de Erasto Cortés Juárez, en su obra reflejaba su ideología de izquierda y su participación en las luchas por la autonomía que fue la que provocó su exilio a la Ciudad del México, dijo.
A su vez, la maestra Alicia Montaño recordó que conoció a Moyers en 1957, cuando participó en el taller de artes de don Erasto Cortés, y luego cuando producía las escenografías para obras de teatro con el grupo de Roberto Hernández, como hacían otros pintores, y entabló amistad con él.
Narró algunas anécdotas que vivió con el personaje, como la vez que lo llevó al CEJUS, de Surutato, a que diera unas pláticas sobre arte a los alumnos, y tras la comida, se les perdió y los alumnos lo hallaron al fin en un arroyo admirando el paisaje y sin querer dejar el lugar, o la vez que, tras invitarlo a una exposición de arte sinaloense en el Congreso de la Unión, le regaló una pintura como muestra de agradecimiento, la cual en el reverso, contiene una pintura de su hijo, y que se halla expuesta en el MASIN.
Citlali Moyers, nacida del primer matrimonio del pintor, narró la historia de este creador nacido en Los Mochis, que de niño se vino a Culiacán, y quien gustaba del dibujo desde niño, pero descubrió su vocación en un viaje a la Ciudad de México y una visita a la Academia de San Carlos, que lo dejó impresionado, de tal manera que fue inscrito, y allí conoció al maestro Erasto Cortés.
En sus vacaciones a Culiacán, se le veía pasar con su caballete para irse a pintar a la orilla del río o algunas escenas del Culiacán de ese tiempo, y cuando don Erasto fue invitado a crear el Taller de Artes de la UAS, colaboró con él, y se quedó aquí, y participó en las luchas por la autonomía, pero se fue en 1968, tras los actos de represión.
De nuevo en la Ciudad de México, colaboró con Siqueiros y ya en los 80 se convirtió al budismo y se fue a residir a Morelos, donde dejó mucha obra muralista, así como en Hidalgo, Texas e incluso en la India, dijo Citlali, apoyada con abundante material fotográfico.