Astillero / De Uruguay a Sinaloa
16 noviembre 2015
"El escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano se paseó por Sinaloa, acompañado de Dámaso Murúa, el autor escuinapense"
Como vestigio de ese encuentro quedaron los escritos que se dedicaron mutuamente y que reflejan una amistad labrada en su amor por las letras y su pasatiempo en las cantinas: beber, escuchar y entretejer historias que después tomaban forma en sus libros.Capítulo V
Los amigos entrañables
19 DE JULIO, 1968, 'NÚMEROS MEMORIZADOS'
Damaso Murúa
Garufa, Guerrillero Guatemalteco, Ganapán, Gaucho Galeano amigo, en tu libro vienen escritos unos afectos por el cuentero de Escuinapa, Florencio Villa mal llamado, autor del Güilo Mentiras, pescador de los estuarios sinaloenses, embustero de fama en la calle que ahora lleva su nombre. Ambos agradecemos hasta tu calle antigua (la 18 de julio de tu Montevideo democrático, la tierra de Artigas), el apretón de manos. También el enlace con el capitán fantástico de Jorge Amado, el brasileño exuberante. Los viejos marineros han de cantar en Bahía, en la taberna que solía frecuentar Quincas Berro Daguas, jubilosos porque sus farras y divertimentos son y serán conocidos en toda Latinoamérica.
Gracias a ti, Montevideo incansable, Hughes del apellido primero, Galeano de la fama de las letras magníficamente escritas, pero encabronadas, en este caso. Porque, por fin, tu voz se imprimió en millares de papiros, entintados con el coraje y la indignación histórica que nos mata. Que todavía no dejará de matarnos en lo que resta del Siglo 20, cambalache. El mundo explotador, el de los verdugos que declararon sin pudor alguno loco a Ezra Pound. Sólo porque él dejó escrito que ese nuestro cáncer es la avaricia.
Todavía permanece al acecho ese mundo explotador. La América sigue siendo la nueva tierra. Apenas cumplió medio milenio de estar siendo destripada y envilecida. Millones de quechuas, aztecas, amazónicos, mayas y guaraníes, pagaron con sus vidas a un altísimo precio por el progreso occidental. Tú has escrito para que no olvidemos, para que no puedan olvidar nuestras generaciones venideras. Para encontrar el origen y lo negro de nuestras pesadillas, has escrito.
El guijarro literario es tu estilo que termina en la galaxia. Aparente voz de niño que se vuelve rugido de viento ciclonado. Tu palabra moverá conciencias y leyes y atajará ambiciones. Pero debemos seguirte en la tarea. Contando lo que sacaste de los arcones para tejer un chal que no es el de la Penélope de la leyenda. El poncho y el jorongo son gigantescos. Quedaron también escritas, comprobadas en tu tinta roja, las palabras de Manuel Scorza, "el peruano", y los cantos de Atahualpa Yupanqui. Florencio Villa y el capitán mareño de la Bahía del Brasil, platicando en el fogón luminoso y ardiente, ayudan a que la tarea sea menos cruenta. Gracias otra vez, por lo que nunca puede acabar de agradecerse.
La Sinaloa de nuestras historias, de Florencio y mía, es una tierra excepcional entre la semidesértica faz del México también mío. Posee el 20 por ciento del agua mexicana; 11 ríos y 242 arroyos, son los dioses del agua de Sinaloa. También tenemos más de 600 kilómetros de playas hermosas y un puerto mediterráneo que se llama Mazatlán, de donde hubiera partido el capitán Jorge, "el bahiano", si eso hubiera sido posible. Ese puerto se parece a Valparaíso y de Viña del Mar se han venido nadando muchas sirenas hermosas.
No es necesidad recordarte que en estos lugares nacieron Pedro Infante, el pícaro actor de fama mundial, y nuestro cantante del campo, Luis Pérez Meza, quien poseía una voz amazónica. También de El Rosario es originaria Lola Beltrán, quien según tú, fue empeñada por Ganapán, en tu novela La canción de nosotros, adentro de una radio que llevó al montepío uruguayo, junto con la voz del mismo Pedro Infante.
También otra buena noticia: en Sinaloa no tenemos toreros. Tuvimos uno, que se apellidaba Tirado, igual que un asesino del rumbo. Pero los cronistas exigentes de la capital mexicana, decían que cuando se paraba en la puerta de toriles para hacer el paseíllo, la plaza entera y con 60 mil espectadores adentro, olía a mierda. Porque vestido de torero se le veía lo agricultor o lo arriero.
En Veracruz ripostan a la gente nuestra. Agustín Lara, principalmente, Toña la Negra, Ana Libia y otras de su clase, veneran los boleros de "El Flaco" inmortal, cantan a sus ríos y arroyos. Los veracruzanos son más pícaros que los de aquí, nosotros nomás le ponemos sal al Golfo de California.
Por estas tierras hay mucho mar y una madre inmensa, matrona, absorbente y poderosa. También hay un espacio para los burros lindos, en las sierras altas. La pareja que bauticé con la mancuerna publicitaria de Schneider y Alain Delon, es real, existió. Pudieron escapar al hambre japonesa que de pronto les puso precio a sus cabezas, pues los hijos del Sol Naciente, remitieron a Mazatlán por casi una década, barcos con insaciables bodegas para fieles asnales. En el muelle del puerto, berrearon las últimas carnes de varias generaciones burreras, convertidas en alimento con destino a los súbditos de Hirohito. En un pelo se salvaron Romy y Alain, continúan vivos en Copala, la tierra de oro, se lo dijeron a Hernán Cortés en Chametla, lugar ceremonial de los nahoas, desde donde se avisó el extremeño, por primera vez, el Golfo de California, que también llamamos Mar de Cortés.
Florencio Villa se extrañaría, ahora. Nuestro estado se encuentra estremecido por el tráfico de las drogas para embrutecer juventudes y mitigar ansiedades urbanas. Porque somos gente recién incorporada al mundo civilizado, pues hasta 1948 conectamos una carretera con Guadalajara y Nogales.
El dinero nos llegó primero que la educación. Sin educación, el becerro de oro no tiene verbo. Sin educación nos vamos a tardar más tiempo en lograr un hombre sensible y civilizado, pero lo vamos a conseguir finalmente, porque el origen de nuestras maderas tiene muchas ventajas. Vamos a ser otros; verdaderos mexicanos, vamos a ser en el futuro. No tenemos derecho a desmayar ni a interrumpir las tareas iniciadas en el Puerto de Palos.
Ya viene 1992, por ello es prudente hacer un recuento para empezar a contar a nuestro favor. Los 10 países industriales que nos tienen apercollados con papeles bancarios, tienen que descubrir su verdadero papel de avaros, que ahora disfrazan por el chachachá de sus máquinas devoradas con aspecto progresista. Ha de llegar el tiempo de ajuste de cuentas.
Cuando arribé a Montevideo, en 1968, llevándote un saludo de Julio Carmona, quedó establecida una cabeza de playa en la Rambla del Río de la Plata. Escribo para reiterar la solidaridad mexicana y los afectos sinaloenses y escuinapenses. Florencio Villa tiene la culpa, pero tú descuida, porque siempre me he comprometido a reponer por sus "tallas" e historias. Agradezco, son delta de mi río, tampoco deseable, con un apretón de manos repetido, las páginas 216 y 217 de tu libro El Siglo del viento, hijo de la Memoria del fuego, el número de tres, número del mito.
*Esta semblanza es parte del libro "Las mujeres primero", escrito por Dámaso Murúa y publicado por el Fondo de Cultura Económica, en el año 2000, donde el escritor escuinapense plasma recuerdos que compartió con sus amigos entrañables. En este caso, dedicada al recientemente fallecido hombre de letras, Eduardo Galeano.
Machos
Eduardo Galeano
Techo de palma, mostrador de cañas. Acodados en el mostrador, Dámaso Murúa y yo bebíamos cerveza, picoteábamos camarones al ajillo y escuchábamos las reflexiones de la clientela. No había mujeres en aquel bar de Mazatlán, pero sólo se hablaba de ellas:
- Lo dijeron en la tele. Cada día mueren un montón de mujeres, 18 mil mujeres mueren cada día en el mundo. Así como lo oyes. Y a la mía ni le duele la cabeza.
- Ni modo. Es que hay matrimonios que acaban bien, y hay otros que duran toda la vida.
- Antes ella era buena, buena como mujer de otro, pero ahorita... Les das confianza y acaban pisándote. Y cuantimás peor.
- Si las mujeres fueran buenas, digo yo, Dios tendría una.
- Mujer que no jode, es hombre. Está probado.
- Puro hable y hable. Viboreando se pasan el día, puro chisme, pura queja, puro reproche.
- Pos sí.
- ¿Quieres que te diga? Les falta cerebro, pero les sobra memoria.
- Eso se ve a simple vista, nomás con echarles un vistazo.
- Las mujeres tienen una pinche memoria. Y es lo peor que tienen, no te perdonan una, te recuerdan todo, óyeme bien, que no acostumbro mentir.
* Texto de Eduardo Galeano, dedicado al escritor sinaloense Dámaso Murua y publicado en la Jornada, sección Ventanas, el domingo 14 de 1997.
Cuentos de Dámaso Murúa
- "Doce Relatos Escuinapenses"
- "El Mineral de los Cauques"
- "La Ronda"
- "El Güilo Mentiras"
- "Colachi"
- "Vácum Totoliboque"
Principales libros de Eduardo Galeano
- "Las venas abiertas de América Latina".
- "Memoria del fuego".
- "Espejos".
- "Los hijos de los días".
- "Mujeres".