'Asusta' Alfonso Orejel con sus cuentos

Nelly Sánchez
07 noviembre 2015

"Alfonso Orejel obtiene mención especial en el concurso El Barco de Vapor, con 'La venganza de la mano amarilla'"

CULIACÁN.- En su infancia, Alfonso Orejel vivió en una casona antigua y según su madre, estaba poblada por espíritus errantes, ánimas desbalagadas y duendes. Aquella atmósfera espectral que lo acompañó, mientras escuchaba temerosas historias de miedo cuando tomaba café negro, habitan hoy su literatura.
"Ahora que lo pienso, puede haber como una especie de venganza inconsciente hacia ese mundo infantil en el que me vi inmerso, a retar a los niños a que vivan el mismo miedo, que soporten el mismo miedo que yo soporté, ¿lo aguantan? Tal vez hay algo de eso. Pero también era un mundo emocionante, medio rulfiano urbano", confiesa.
Originario de Los Mochis, desde 1996 se dedica a contar cuentos a niños y jóvenes y la experiencia de emocionarlos y asustarlos le resulta apasionante. En 2002 publicó el poemario para niños Las bellas bestias, al que le siguieron Caldo de perico, El cucaracho, Matangaguangalachanga, El sendero de los gatos apachurrados y este año con La venganza de la mano amarilla obtuvo mención especial en el premio El Barco de Vapor.
Ese cuento que trata de una mano que parece de un asesino en serie que busca las monedas que le robaron, se inspiró en una historia real que su madre le contaba cuando era niño y tenían una tienda de ropa en el corazón de Los Mochis, enorme, con varias bodegas y en una, les advertía que algunas noches se escuchaban ruidos de monedas.
"Mi madre nos decía que en el fondo del aljibe yacía el espíritu del chino que había tenido un abarrote y cada noche acariciaba con placer el filo de las monedas, 'no se asusten si escuchan a alguien que cuenta monedas o se caen a la altura del aljibe porque ahí enterraron al chino'. Cuando murió, mi hermana decidió sacar todo y descubrieron la caja que contenía una mano disecada. De ahí surgió la idea el cuento".
Él no leía cuentos de terror pero sí veía películas de terror y tenía una madre que era un manantial de historias siniestras, una veta inagotable de historias que tenían que ver con fantasmas que deambulaban por la casa.
"Ella no distinguía fronteras entre la vida y la muerte, y decía que yo tenía el don de hablar con los muertos. Hubo una época en que murió un hermano de 8 años de cáncer, yo tenía como 3 y ella quedó abrumada por la desgracia, se pasó un año llorando, deprimida. Dice que una vez desperté y le dije: 'mamá, acabo de hablar con Juan, está agarrado de la mano de San Martín y ya no quiere que llores'. En ese momento se desconectó del dolor y no volvió a llorar, la recuperé no sólo para mí, sino para todos. Quizá ahí está la fuente mi capacidad de manipulación. Mi gran influencia literaria es mi mamá, porque contaba todas sus historias de duendes, fantasmas de mi hermana Lucina, Juan, mi abuela, en una casa grandísima de tres pisos en el centro de la ciudad, fue una atmósfera que preparó las condiciones favorables para que me hiciera escritor.
— ¿Entonces tu fascinación por las historias de miedo vienen de ahí?
Yo creo que sí, nosotros jugábamos a las escondidas en una versión que llamábamos el monstruo, era encontrarte y asustarte, durante el lapso en que te buscaban te debían aterrar, el buscador era el monstruo que aterraba, con ruidos, caminaba como zombi, como Drácula o Frankenstein. Era un juego que nos divertía mucho, al que le poníamos un ingrediente de terror.
— ¿Cómo le haces para mantener al lector en suspenso, con miedo, atrapado totalmente?
Practicando ciertas dosis de crueldad, en realidad todos los escritores de terror necesitamos ciertas dosis de sadismo para aplicarlos a nuestros lectores. Y en la medida que uno es más genuino y trata de engañar menos al lector, salen mejor los textos. Hay que despojar tu palabra de artificios, de verborrea, y cosas de ese tipo. Escribir para niños no es menos difícil que para adultos, sobre todo este tipo de cuentos, siempre estoy pensando en la tiranía del ojo infantil que es despiadado, si lo aburres te deja, debes tener un ritmo frenético. Pero también me divierto, me resulta placentero y este libro es un desafío a nivel nacional porque ya no estoy sólo con lectores de Los Mochis o de Sinaloa, sino a nivel nacional.
"Tengo cuentos que no tienen final feliz, no tengo que hacerlos así, trato de ser muy riguroso cuando estoy escribiendo. Estoy haciendo unos cuentos nuevos que tienen que ver mucho con esa idea, parece que si hay una lucha entre la bondad y la maldad, la maldad nos está ganando o sus publicistas son mejores. Y a mí sí me interesa divertir pero más provocar, sin ser un tipo moralista".

Contar cuentos de terror, una prueba de amor
En su autobiografía, Orejel dice que de niño se dio cuenta de que su gran tarea consistiría en recordar y si se trata de escribir cuentos para niños, lo importante es meterse en la piel de los niños, pensar como ellos, mirar desde sus ojos, de lo contrario las historias serían de adultos para niños, llenos de reglas, consejos y cierta "moralina".
"Creo que es importante recordar porque la infancia en una veta que te surte de historias, que te da muchos episodios, escenas que fueron determinando quién eres, y siempre tienes que regresar a la infancia si lo que escribes son cuentos para niños, por eso la gran tarea consiste en recordar. Mis libros están conectados, Palabras en sepia tiene que ver con el rollo de la infancia".
El autor considera que la literatura más genuina es la que está impregnada de la vida misma, y la que no es así, no tiene sentido, ni escribirla ni leerla, sería "mera petulancia"
"La verdadera literatura no es una repostería, creo que por eso la literatura sinaloense está cobrando fuerza".
— En La venganza de la mano amarilla hablan de una gran bodega de un negocio de ropa, tú tienes uno, ¿te han asustado alguna vez?
Ese es el único cuento con personajes reales, mis papás, las empleadas, mis hermanos, mi tío, tal como eran, la tienda todavía existe y yo tengo otra. Sobre asustarme... no dejo de tenerle cierto miedo a la oscuridad, pero nadie me ha asustado, no tengo miedo a fantasmas pero me gusta jugar con esa idea.
— ¿A los niños les gusta el terror?
De hecho los niños les dicen a sus papás 'ándale, asústame', es un rollo masoquista de los niños y sádico de los padres y se divierten mucho con esta onda. Contarles cuentos de terror es una notoria prueba de afecto, de amor, porque tus hijos se acercan más a ti.
— ¿A partir de qué edad recomiendas leerles cuentos de terror a los niños?
A los preescolar se les puede contar El cucaracho, los buenos lectores pueden leer cuentos de miedo de 9 ó 12 para arriba.

ESCRITOR
- Alfonso Orejel nació en Los Mochis, en 1961.
- Estudió Ciencia Política y es cuentacuentos desde 1996.
- Es autor de los poemarios 'Las bellas bestias' y 'Palabras en sepia' y los cuentos 'Caldo de perico', 'El cucaracho', 'Matangaguangalachanga', 'El sendero de los gatos apachurrados', 'La venganza de la mano amarilla', 'La sombra' y El árbol de las muñecas tristes'.
- Ganó el Premio Nacional de Cuento Inés Arredondo en 2006 y el nacional de Poesía Gilberto Owen 2008.
- 'El cucaracho' y 'El sendero de los gatos apachurrados' fueron seleccionados para el programa Bibliotecas de Aula a nivel nacional.
- Recientemente obtuvo mención en el concurso El Barco de Vapor de la editorial SM con 'La venganza de la mano amarilla'.