COLUMNA: El Octavo Día

Juan José Rodríguez
15 mayo 2016

"Dos novedades editoriales"

 

Entre las novedades editoriales recientes en Mazatlán destacan unos libros bastante sui géneris: un cancionero y un ideario-anecdotario.

Hubo una etapa en la que los cancioneros fueron codiciados. Hablo de un tiempo donde era complicado incluso conseguir un disco, situados a años luz de las aplicaciones que permiten hoy bajar de inmediato un éxito europeo o del extremo oriente en segundos a nuestro teléfono o, simplemente, escucharlo en nuestra pantalla vía YouTube.

En lo que llegaba el acetato a Mazatlán no había mayor solución que estarlo cazando en la radio, fuera balada, bolero o copla alburera. Algunos locutores perversos lo ponían hasta el final de su espacio para garantizarse una paciente audiencia.

Por dicho motivo, era un fenómeno nacional el Cancionero Picot, patrocinado por la reconocida firma de sales digestivas que, según nos contaba en sus memorias Francisco Gabilondo Soler “Cri Cri”, durante mucho tiempo fue un tejabán con un grupo de señoras que pegaba las etiquetas y mezclaba las sales en un rincón del centro la ciudad de México, hasta que el propietario se le ocurrió anunciarse en la XEW en los años 30 y acabó multimillonario.

De hecho fue idea del propio Francisco Gabilondo Soler el eslogan: “cuando arrecia el calor /  el clima es agobiante / y si se antoja algo refrescante / tome sal de uvas de Picot”  en un mundo donde no había agencias publicitarias y el ingenio de los locutores suplía a los "Madmen".

Uno de esos genios anónimos propuso que cada temporada saliera un cancionero patrocinado con las melodías más solicitadas y se volvió tan popular que los chistosos personajes  ingresaron por la puerta grande a la cultura nacional. 

“Chema Tamales” era el nombre del mexicano emblemático de dicho cancionero que, incluso en alguna ilustración, aparecía visitando Mazatlán, concretamente dibujado en la Glorieta Redo, entonando “Noches de Mazatlán”, un éxito en la voz de Pedro Vargas.

Viene a cuento porque, de manera muy especial, acaba de editarse en Mazatlán un cancionero similar con temas nuestros, en una selección del amigo y maestro Luis Antonio Martínez Peña, quien ha hecho una recopilación interesante de varios temas nuestros, cargados de nostalgia y ecos de la Carpa Olivera, aunque con mejor gusto en el diseño que el ya mencionado cancionero Picot.

Aunque hoy Youtube es la moderna biblioteca de Babel, vale la pena asegurar la memoria con este volumen que recopila varios de nuestros aires musicales, gracias a la paciente entrega de un historiador que se dio un tiempo entre la academia y  las elecciones para entregarnos esta pequeña joyita.

Otro libro recientemente publicado es una festiva recopilación de frases ingeniosas y pequeñas anécdotas mazatlecas. Me refiero al libro “Ernesto Coppel Kelly: por sus dichos los conoceréis”, donde por orden alfabético encontramos referencias pintorescas, refranes ácidos y postulados humorísticos, no solo surgidos de la inventiva y la memoria de quien antologa las ocurrencias, sino que incluye comentarios y episodios de otros personajes de la región, muchos de los cuales son parte de nuestra tradicional memoria colectiva.

Este libro es bastante personal, pero apto para quien, al igual que el cancionero mencionado, desee acercarse un poco a esa parte de la vida tan importante y efímera como es la tradición oral: los “decires” y los sucesos chuscos de la existencia cotidiana son tan importantes como las obras de arte ya que, frases a frase y copla a copla, dan forma a ese milagro colectivo que es la identidad, invaluable patrimonio nuestro intangible.

Acérquese a estos libros si desea conocer un poco del corazón palpitante de Mazatlán.