Crónica de una lucha anunciada
08 noviembre 2015
"El Hijo del Santo y Blue Demond Jr. protagonizan un evento lleno de emoción, casi con tinte surrealista"
CULIACÁN._Culiacán poco a poco se ha convertido en una ciudad con una amplia oferta de posibilidades culturales; sus calles y sus recintos han tenido la fortuna de ser anfitriones de distintas personalidades del ámbito artístico, ya sea la música, las letras, la danza o el teatro.Casi con un tinte surrealista, el sábado pasadol, en el interior del gimnasio del Parque Revolución existió un evento en el que su fundieron todas estas posibilidades culturales, dentro de un solo evento deportivo, la lucha libre mexicana.
El cálido y tibio Sol de abril franqueaba el horizonte cercado por eventos políticos que inundaban las calles de autobuses y autos que no sabían por dónde circular para evitar ser atrapados, embotellados en las angostas calles del centro, el nervioso promotor de la lucha sudaba un frío sudor por miedo a que la gente cambiara el cuadrilátero de gladiadores por el cuadrilátero de la política.
El cartel anunciaba lucha libre de calidad, con estrellas que superan cualquier frontera de la lógica; el Hijo del Santo, Blue Demon Jr., Solar, y Negro Navarro, cualquier semejanza con los cómics es mera y pura coincidencia.
Adentro del gimnasio la espera se hacía lenta y desagradable, las duras bancas, el reflejante calor de las láminas del techo, la recalcitrante música a todo volumen que no dejaba ni siquiera la posibilidad del comentario aficionado, o el insulto de inconformidad por el retraso del inicio.
No fue sino hasta las 19:30 horas cuando una voz dio tercera llamada, recurriendo al teatro para dar un punto de partida, y que los primeros luchadores salieran a calentar la lona, a que las señoras y chicas se esforzaran más en la venta de sus dulces y refrescos, y claro, a que el público buscara su cerveza para mediar la temperatura que daba el local, y el fuego que salía del estómago de las personas que habían llenado, hasta las lámparas, el gimnasio del Parque Revolución.
La gente gritaba, silbaba y aplaudía, exigía que el luchador se lanzara en tope suicida desde la tercera cuerda, que usara sillas, que repitiera castigos, el rojo olor de la sangre parecía enloquecer más a los asistentes, niños, mujeres, hombres, punks, rockeros, rancheros, emos, todas las tribus, un solo propósito, ver lucha.
Los luchadores pasaban de un mano a mano, a un pleito campal, sus aficionados y sus porras se volvían sus aliados en su esfuerzo, la gente, hacía una enorme catarsis a través de los golpes y los costalazos que cada luchador recibía.
Para cuando llegaron las luchas estrellas, ya no importaba el calor, o el frío, o cualquier asunto físico, lo que importaba era ese catalogo de llaves y contra llaves que Solar y el Negro Navarro, ofrecieron durante tres caídas.
Una lluvia de monedas ocurrió, para quien se gana la vida a golpes, que lluevan las monedas, es el mayor reconocimiento que le puedan hacer, pocas veces ocurre esto, ya ni siquiera en la arena México, o en la Coliseo, se ve esta lluvia de metales, la gente aplaudía, los fotógrafos hacían destellar sus cámaras, Solar y Navarro agradecían con sus puños al aire.
Y aparecieron el hijo del Santo, y Blue Demon Jr., en medio de humo, llamas, obscuridad y gritos de apoyo, sus ropas brillaban como lo hacían las lámparas sobre ellos, sus músculos estaban tensos, listos para la acción, la gente coreaba Santo!, Santo!, Demon!, Demon!, se indignaba cuando la balanza se inclinaba a un lado o al otro, no se querían mover, perder de vista la lucha hubiera sido como perder un momento en la eternidad de la memoria.
Al final quien ganó o quien perdió no fue importante, lo importante fue ver a estas personas, a estos gladiadores modernos bailar al compás de la música del teatro de la vida luchística, con todos esos colores y esos giros acrobáticos, con el apoyo de un público que nunca dejó de gritar, nunca se cansó de ser parte del surrealista escenario que se montó por unas horas, en esta ciudad tan ruda, y tan técnica a la vez.
Y si, la arena estaba de bote en bote, la gente loca de la emoción, y en el ring lucharon los cuatro rudos, ídolos de la afición.