Dejarse habitar por lo etéreo
"Cierra Delfos el Festival Jósé Limón con su obra 'Cuando los disfraces se cuelgan'"
Una obra cargada de metáforas visuales que acarician la mirada es Cuando los disfraces se cuelgan, que aborda un tema escabroso y rasposo, pues representa en el escenario de una forma poética la carga voluntaria con la que ambulan por la existencia las personas agobiadas por las máscaras y disfraces que durante su vida deciden asumir.
Conforme los seres humanos van creciendo se van colgando máscaras y disfraces para relacionarse con los demás, para conseguir un trabajó, para tener una pareja, pertenecer a un grupo, escalar la pendiente social o robar.
Las personas, a lo largo de su vida, asumen nuevos roles, como el de ser padres, jefes, subordinados, pero llega un momento en el que la carga es muy pesada y hay que revisar qué es realmente lo que sirve, cuántos de esos disfraces son sólo una carga, un lastre que hay que soltar, para retomar el camino con más bríos, con una mejor actitud.
La obra de Delfos, presentada en el último día del Festival José Limón 2015, propone dejarse llevar por esa reflexión, para permitir que lo etéreo habite al individuo.
El origen y su desarrollo
El montaje surgió de una pregunta que se hizo Claudia Lavista, codirectora de la compañía: ¿Hasta dónde envejecer tiene que ver con esa carga y acumulación de disfraces que uno mismo se va autoimponiendo?
La obra se desarrolla en un ambiente de ensoñación. Está dividida en 10 atmósferas definidas por momentos musicales que dan el tono emocional de las escenas.
Los primeros van acompañados de imágenes de computadora que interactúan con los bailarines, haciendo visibles los ritmos. Una luna y un cielo estrellado dan paso a sonidos inquietantes que detonan movimientos dramáticos. Los bailarines son títeres manipulados, controlados.
La música se traslada a sonidos que generan incertidumbre, los intérpretes están pegados por la espalda a otro, sus sacos están cocidos, eso detona una serie de movimientos limitados o controlados por el otro. Es una metáfora de la dependencia; en otro momento, se convierten en autómatas.
La carga se va aligerando conforme va avanzando la obra. Un personaje vestido de terciopelo café repartió zapatos dorados que se convierten en alas.
La imagen final es poesía pura convertida en danza. Por fin los individuos se dejan habitar por lo etéreo, representado por pájaros virtuales que se proyectan y danzan en el escenario.
El pajarero los recoge en una gran jaula y regresa al escenario en cámara lenta, para dejarlos libres. Las aves virtuales salen de la jaula y se posan sobre un inmaterial árbol sobre el que revolotean ligeros de equipaje los seres alados, creando una imagen sublime que instala la armonía en el escenario comunicándola a los espectadores.
La obra no es descriptiva ni narrativa, está trazada metafóricamente, con susurros, con confesiones, que es la manera en que se representa la ligereza del alma.
Consigue así crear una evocación, un halo onírico que define un momento mágico cargado de emoción y reflexión.
CALIDAD
"Cuando los disfraces se cuelgan" fue nominada como Mejor Espectáculo Extranjero por la Austin Critics Choice Award en 2011.
LA OBRA
"Cuando los disfraces se cuelgan" es una reposición de una de las coreografías de largo aliento que le ha dado a Delfos muchos triunfos, tanto en México como en el extranjero.
Estrenada en 2008, su discurso mantiene su vigencia con el poder de la carga poética de sus imágenes y el contendido de la obra.
UNIVERSO ALUCINANTE
Claudia Lavista y Víctor Ruiz, fundadores de Delfos, demostraron el amplio, complejo y deslumbrante universo imaginativo que ha convertido a esta compañía en un referente obligado de la danza contemporánea en América.
Eficiente uso de proyecciones, vestuario extravagante, iluminación y música como detonantes atmosféricos, y sobre todo, la inagotable fuerza creativa de los bailarines Karla Núñez, Claudia Lavista, Roselí Arias, Daniel Marín, Agustín Martínez y Johnny Millán, sumergieron al TAP en un universo alucinante.