El Octavo Día: 'Ajedrez, inteligencia y política'

Juan José Rodríguez
07 octubre 2019

"Juan José Rodríguez hace analogía de la Primera Guerra Mundial, la Revolución Mexicana y la masacre de Tlatelolco para traspolarla con la actitud de esta generación en la era de Internet"

Hace días, me puse a ver con mi hijo la versión en miniserie de Guerra y paz, la novela clásica del conde León Tolstoi.

Luego de ver los preparativos a la batalla de Borodino, con el joven Zar a caballo, acompañado del Mariscal Kutuzov, así como el combate donde Napoleón decidió retirarse, a pesar del ímpetu de Murad de acabar la batalla de una vez, Ian me preguntó si esa guerra era como el ajedrez, juego que acaba de descubrir: dos reyes enfrentados y ambos ejércitos desplegándose.

Esto ultimo lo captó también al ver los contingentes marchando en pelotones, perfectamente cuadrados, sobre el campo de batalla con el oficial al frente, sable en alto.

Sí, la guerra antes era un juego de inteligencia, estrategia y caballerosidad fingida.

En esta década se cumple el centenario de la Primera Guerra Mundial, “aquel largo túnel de sangre y oscuridad”, como lo denominó André Gide. Malraux definió la guerra en el desierto de T. E. Lawrence como “una tempestad de arena gobernada por fantasmas”.

¿Ningún escritor o ensayista mexicano tuvo inspiración similar para definir la Revolución Mexicana o al Movimiento del 68 con una sola frase de ese calibre de certera poesía?

Harry Patch, el último soldado que combatió en las cenagosas trincheras de Francia y que murió en 2009, la consideraba una “disputa familiar”: el rey Jorge V de Inglaterra era primo hermano del Zar Nicolás II y del Kaiser Guillermo II. Un pleito de familia que terminó mal y todos perdieron su poder, incluso el de Inglaterra.

Aquí en México, el PRI elimino esos “pleitos de la familia revolucionaria “ que provocaban cuartelazos, asonadas pero jamas concretaron, por fortuna, un golpe de estado.

El movimiento del 68 fue producto de la incomprensión del poder temporal para aceptar y entender una sociedad civil organizada, que no era la misma del Porfiriato o la de los años 40, que fue cuando el sistema corporativo de partidos y sindicatos llegó al poder dentro del juego político de la Guerra Fría.

Sí, la matanza en la Plaza de las Tres Culturas fue una de las consecuencias de la Guerra Fría, pero eso no exime a los responsables de un gobierno que no fue capaz de responder al diálogo, demandas y movilizaciones que no pusieron en peligro la gobernabilidad.

Muchas de esas demandas eran justas y fueron atendidas pocos años después, como la desaparición del delito de Disolución Social. Creían, un poco a la manera de los padres de aquella época, que ceder el poder o reconocer errores era perderlo todo.

MIsmo razonamiento de los caudillos o caciques patriarcales. 50 años después, las heridas siguen abiertas: solo la comprensión del suceso evitara que vuelva a repetirse.

Desde Hegel, pensamos y actuamos como si la historia fuera la biografía de los grandes hombres. Desde Marx, como un mero conflicto económico y el registro de los medios de producción. Desde la Internet, todos somos crédulos, todos somos profetas y puede cambiarse la historia con un meme, bajo el engaño de que el ingenio verbal es una forma de la sabiduría.

Aunque no estemos cerca de los sucesos, somos una generación a prueba. Que nadie nos critique en el futuro que no hicimos aquello que nos correspondía. Estamos siempre en jaque.