El Octavo Día: Dos canciones salvadas por Óscar Chávez
"Columna Semanal"
Los que nos educamos en el Lienzo Charro de la Juárez, El Toro Bravo y El Salón Bacanora escuchábamos en nuestra juventud retumbar El toro gacho con los terribles y, en aquel tiempo permanentemente ubicuos, Vaquero’s Musicals.
Un grupo transgénero que, a los inicios del boom bandero, duró años anunciándose con un apóstrofe mal colocado, si usted sabía un poco de inglés.
¿De dónde saca un escritor tan exquisito, como yo, esas referencias? Debo confesar que en mi graduación de la prepa tocaron ellos, por allá en 1988, montados en la cumbre del éxito, festejo al cual me abstuve de asistir, porque desde entonces pensaba que muchas graduaciones son toda una farsa.
Esa melodía había sido rescatada en los años 60 por Óscar Chávez, quien la cantaba solo con su guitarra, dándole un tinte bravío y, lo más valioso, la ejecutaba con la letra y el tono de aquellos cantantes que no necesita de cientos de aparatos electrónicos o lavar dinero para compartir nuestra tradición y llevar en alto la voz de un pueblo.
Eso hacía, hizo y sigue haciendo Óscar Chávez.
Una faceta poco conocida fue su labor de paleografía musical; él rescató letras perdidas o deformadas y van dos ejemplos.
Un caso es la melodía que aludo, que dice así: "La vaca era colorada / y el becerrito era moro. Me puse a considerar / de qué color sería el toro"... en la versión moderna y con banda, se distorsionó a “Me puse a considerar / que su padre sería un toro", lo que no tiene sentido, pues es lo lógico; ni modo que fuera un conejo.
Yo desconocía su pasado como director de teatro. Sus primeras obras fueron Un hogar sólido y Ventura Allende, ambas de Elena Garro, en 1963.
Su labor en la música prosiguió y también su actividad teatral; dentro de la misma, trabajó con el director de teatro y de cine Juan Ibáñez, quien lo invitó a incursionar en el cine con su película Los caifanes, en 1966.
Ahí, en una escena en una funeraria, lo vemos cantar “El pájaro y el chanate” con la hermosa y agónica tradición de la canción cardenche, ese canto a capela de Durango y Coahuila. (A la gente de allá le emociona porque creo que es la única grabación de esa música, en alguna película mexicana).
En una entrevista con Cristina Pacheco, Chávez reveló que esta canción de "El pájaro y el chanate" se la pasó un "señor bajito, moreno, en Mazatlán", según el testimonio que me comparte el amigo e investigador Jorge Gastélum Escalante.
¿Será de origen local esa melodía? Mi abuelo, incluso, la cantaba en un tono más arrastradito. Misterios de la cultura popular.
El corrido acaba con la frase “el pájaro está en Durango y el chanate en la otra vida“.
Para los mazatlecos, la referencia a Durango es a un sitio remoto y en cambio, para la gente de Culiacán y los altos de la región centro norte de Sinaloa, es más cercana y en comunicación continua; acá está más escarpado. Debe de ser sureña.
Y de manera especial, son cinco aves regionales las que refiere la canción: el pájaro, el chanate, el zopilote, el aura (pariente del zopilote) y el quelele.
Quizás a muchos no le parezca importante salvar o corregir unos cuantos versos de una melodía, pero quien logra eso, crea y rescata un puente invisible para dialogar con nuestros ancestros y su versos.
Gracias, don Óscar Chávez, por devolvernos estas pocas palabras, vengan de donde provengan.