El octavo día: Gilberto Owen, poeta de Rosario y del mes de febrero

Juan José Rodríguez
05 febrero 2017

"Febrero es el mes del escritor rosarense Gilberto Owen"

Febrero es el mes del escritor rosarense Gilberto Owen.

Uno de sus poemas más grandes y ambiciosos -ambas palabras nunca serán sinónimos-, es Sinbad el varado, bitácora de febrero.

Tiene la magistral idea de hacer un poema a cada día del mes de febrero como un diario donde cuenta su devaneos cerebrales y plasma imágenes intrigantes.

De entrada el nombre ya es provocador. Alude a Simbad el marino, pero lo escribe con la grafía original, arcaica, ya que Sinbad viene de “Sidi”, que significa El hombre o Mi señor. Un ejemplo justamente el nombre del Cantar del Mío Cid campeador.

Aunque Owen dejó muy joven el Rosario y vivió mucho tiempo en el Estado de México, su poesía alude y saluda constantemente al mar de Sinaloa y a la región donde nació.

Sus versos son difíciles. Hay muchas cosas encriptadas.

Hay un poema que habla de “jaibas bibliopiratas que se llevan mis versos”. También cuando invoca el “amarillo amargo mar de Mazatlán” ha logrado que muchos amigos de fuera me pregunten si es cierto que aquí el mar se ve amarillo.

Yo comenté que en algunas ocasiones en invierno, justo por la tarde, agarra una tonalidad amarillenta, ensoñadora.

La explicación está en otro escrito suyo donde dice que el mar de Mazatlán era amarillo de tanto que lo miraban los chinos.

No es algún comentario de género, sino una imagen muy bonita de todos los chinos habitantes de nuestro puerto que se ponían a mirar el mar en las tardes, visualizando ahí la remota patria del imperio celeste.

Las jaibas se refiere a que en efecto, se metían a su cuarto y se llevaban sus libros jalándolos con las tenazas.

No toda su poesía está llena de acertijos. Sucedía que Gilberto Owen eliminaba de sus versos siempre el lugar común. Cosa no siempre fácil para un poeta. Y menos para un lector.

Hay creadores muy importantes como José Lezama Lima, Vicente Huidobro o el mismo Octavio Paz que han hecho poemas intrincadamente laberínticos que obligan a meterse a toda una cultura para entenderlos.

Durante mucho tiempo pensamos que Owen y Sinaloa estaban en un estado al margen de la poesía nacional. Hubo que esperar que figuras como Vicente Quirarte, Luis Mario Schneider, Alí Chumacero y muchos académicos más lo pusieran en su sitio correcto.

Su nombre se mencionaba al último al enumerar a los contemporáneos. Siempre se citaba a Xavier Villaurrutia, Carlos Pellicer, Jorge Cuesta y al final a Gilberto Owen, en compañía de Bernardo Ortiz de Montellano, dándole un aire del último en la fila.

En estos tiempos ya tiene su propio sitio y una legión de fieles, más allá de un chovinismo local o regional. Es un poeta difícil que ha recobrado su entereza como un diamante olvidado en bruto.

También aparece Mazatlán en sus poemas, aunque no lo mencione por su nombre. Y en bitácora de febrero dice que aquí es el sitio “donde el mar es más mar que en parte alguna”.

Habla de una calle que no existe, que le gustaría que se llame “El paseo del cielo de palmeras”... curiosamente nuestros últimos gobernantes le están dando ese aire al Malecón con tantas palmeras recicladas de la Isla de la Piedra.

La explicación de por qué Owen fue olvidado es que, al fallecer en Estados Unidos y su familia no radicar en México, se perdió mucho de la promoción que a veces aplican los parientes.

Las familias de José Revueltas y Efraín Huerta, por citar a dos grandes, han sabido mantener vivo el legado de estos dos grandes escritores.

Además, solo dejó dos libros y un poeta que no hace labor ensayística es más fácil que se difumine en el olvido.

Así que ahí está don Gilberto Owen para que lo recuperemos. Sus dos libros se llaman Línea y Perseo vencido.

Pueden conseguir son sus obras completas en el Fondo de Cultura Económica a precio económico.