El poder de las promesas
En una noche fría, un multimillonario se encontró afuera con un anciano pobre.
Él le preguntó: “¿No sientes frío afuera y ni siquiera llevas un abrigo?”.
El anciano respondió: “No tengo abrigo, pero estoy acostumbrado”.
El multimillonario respondió: “Espérame”. Me iré a casa y te compraré un abrigo”.
El pobre estaba tan feliz y dijo que lo esperará.
El multimillonario llegó a su casa y allí se ocupó y se olvidó del pobre.
A la mañana siguiente se acordó del pobre anciano y salió a buscarlo pero lo encontró muerto a causa del frío.
El pobre anciano dejó una carta que decía: “Cuando no tenía ropa de abrigo, tenía la fuerza mental para combatir el frío, pero cuando me prometiste ayudarme, me aferré a tu promesa y eso mató mi poder mental”.
Moraleja de la historia... No prometas nada si no puedes cumplir tu promesa. Puede que no sea necesario para ti, pero podría serlo todo para otra persona.
¡Aguas con lo que prometes!, no es cualquier cosa comunicarle a una persona tus deseos, si no están a tu alcance, es preferible decir no, debes de aprender a decir no a lo que no te puedes comprometer, recuerda, cada que le quedas mal a alguien pierdes puntos con los demás y contigo mismo.
Es importante que reflexiones que el valor que le das a tu palabra influye directamente en cómo te perciben los demás. Por eso es importante aprender a decir que sí o que no de frente, y no quedar mal. Hoy a la gente se le hace muy fácil cancelar, porque gracias a la tecnología y las redes sociales todo sucede de inmediato y no tenemos ni que dar la cara, pero justo esa es la trampa: genera cierta desconexión entre las personas y provoca informalidad; como no pasa a mayores, nos convencemos de que no hay bronca y se nos va haciendo costumbre esa falta de compromiso.
Pero, aunque es bien fácil desdecirnos de cualquier cosa, no debería ser así. Las palabras y promesas tienen una relación directa con el valor que tenemos como personas en los ojos de otros. Porque no creas que si no cumples pasas desapercibido. Por medio de las promesas que realizamos nos hacemos presentes, impactamos en el entorno y demostramos a los demás el valor que le damos a nuestras palabras y acciones. Un plus es que cuando somos coherentes, también se incrementa nuestra autoestima. El cumplir con algo acordado demuestra quiénes somos y nos hace sentir mejor cuando lo que proyectamos coincide con lo que decimos que somos.
No es decir que sí a todo...
Lo que prometes impacta de manera directa e inmediata en la manera en cómo te perciben los demás y, por supuesto, cómo te ves a ti mismo. Al no cumplir una promesa, tu credibilidad es cuestionada y no solo genera enojo, también desconfianza en los demás. Al prometer algo, la otra persona espera un resultado de ti -no importa si es una acción, ir a una fiesta, mandar un papel- y si no se cumple, hay consecuencias.
El hecho de no cumplir tu palabra demuestra que no te valoras lo suficiente como para actuar con integridad. Ser alguien confiable significa tratar a los que te rodean con respeto y dignidad, porque tú esperas -y mereces- lo mismo de ellos. Así que dando y dando.
Lo mejor siempre será comprometerse a menos cosas que prometer demasiado y no cumplir. Nada en la vida nos obliga a decir que sí y a hacer compromisos con otros, sobre todo si van en contra de lo que queremos. Si no sabemos si vamos a ser capaces de cumplir, lo mejor es decir a la otra persona lo que realmente pensamos que va a suceder, para que las expectativas sean apropiadas.