Elías Nandino fue un poeta insumiso y sin influencias, asegura Agustín Velásquez Soto

Noroeste/Redacción
26 marzo 2022

Con su charla, cerró la semana cultural sobre poetas mexicanos ‘El don de la palabra’, en el Casino de la Cultura

Con una charla sobre Elías Nandino, a quien ubicó como un poeta “independiente, sin influencias de nadie e insumiso”, el investigador guasavense Agustín Velásquez Soto cerró este viernes la semana cultural Charlas sobre poetas mexicanos “El don de la palabra”, organizada por el Casino de la Cultura del Instituto Sinaloense de Cultura, con motivo del Día Mundial de la Poesía.

Velásquez Soto comentó que el jalisciense Elías Nandino no reconoce influencias de nadie; él no le anda copiando a nadie, pero sí reconoce que, en algún momento, al leer a Juan Ramón Jiménez le debe algo, y escribió cuartetos rimados, décimas, pero también epigramas, haikús, etcétera.

Elías Nandino, dijo, fue un poeta independiente “al que no pudieron ubicar en ninguna de las circunstancias sociales que genera la creación del poema en el poeta; no depende de nadie más que de su propio trabajo, a partir del cual ayudó, amó, dio de comer, todos los amores que tuvo los sacó adelante, les dio estudio, les dio preparación”.

Tras hacer una relación de su vida, incluida su vida sexual, con una homosexualidad asumida a plenitud, dijo que “Nandino es un poeta insumiso”, quien escribió alguna vez “Viví como quise, porque así lo decidió mi libre albedrío”.

Hizo una relación de sus amigos poetas como Gilberto Owen, Xavier Villaurrutia y José Juan Tablada, así como con pintores y con músicos como Gabriel Ruiz, a quien Elías le daba poemas para que les pusiera la música, y quien musicalizó la famosa canción “Mazatlán”, por la cual le hicieron un reconocimiento en ese puerto, hasta le pusieron su nombre a una calle, y cuando Nandino lo supo, se enojó porque ni siquiera lo mencionó y ahí se acabó su amistad.

Comentó algunos de sus libros, desde 1919, y leyó y explicó algunos poemas, entre ellos el primero, “Canciones”, en el que se reveló plenamente como un gran poeta. Sus poemas los estudiaba, los cambiaba, los reelaboraba, los corregía, les cambiaba el nombre.

En su libro “Espejo de mi muerte” increpa a Dios (aunque era panteísta), a la soledad, a la muerte, y afirma que el conocimiento se adquiere al transcurrir el tiempo, y da a entender que es un producto de su práctica profesional, de mirar el dolor de los demás.

La charla formó parte del renovado programa cultural “El ala de la gaviota”, que se lleva a cabo en el Casino de la Cultura, bajo la coordinación del poeta Rubén Rivera, y que durante una semana incluyó charlas con los poetas e investigadores Víctor Luna, Refugio Salazar, Dina Beltrán López y Agustín Velásquez, para hablar sobre personajes como son Sor Juana Inés de la Cruz, Bernardo J. Gastélum y Enrique González Martínez.