Expreciones de la ciudad
08 noviembre 2015
"Las damas de ayer"
¿Cuál sería la apariencia de la "Monchi" cuando caminaba por las fangosas calles de aquel Culiacán que ya se fue? ¿Usaba pantalón o vestido, portaba navaja o traería pistola enfundada a la altura de la cadera? A lo mejor era una mujer de armas tomar, bravucona ella, tono golpeado al hablar y de paso firme, casi hombruno, como para animarse a andar en horas de la madrugada por parajes solitarios y sin perro que le ladrara; y si le ladraban, ¿quién asegura que no les diera de patadas para demostrar a todos que sólo sus chicharrones tronaban? No por menos le llamaban la "Leona".Hacia septiembre de 1945, la "Monchi", legalmente registrada como Ramona Uriarte, causaba furor a su paso por los lupanares de la ciudad. Ay de aquella mujer de apariencia dudosa y que tuviera la mala suerte de cruzarse en el camino con la "Leona", porque seguro que con todo y huesos iría a dar a la comisaría, donde, si no tenía los 25 pesos reglamentarios para la multa, ni Dios bendito la iba a salvar de que la llevaran a la cárcel.
Corrían los años en que una mujer que se dijera decente, de buen rezo y misa de gallo, nunca de los nuncas debería ser vista en taxi motorizado; sí, oiga, porque las damas de buen decir no abordaban ese tipo de vehículos, so pena de ser calificadas de libertinas, o de trabajadoras horizontales, como también les decían a las prostitutas al calor de la década de los 40.
Las mujeres recatadas, honorables, si tenían la necesidad de transporte de paga, estaban obligadas a contratar las llamadas "arañas", así que con el pasito tun tun de los caballos y una que otra boñiga al ritmo del paso, ellas paseaban orondas y destilando dignidad. Cualesquiera que las viese montadas en "arañas", lo único que podrían exclamar era: "Allí va una señora".
Por eso la "Leona" estaba atenta a los coches con volante y fruncía los ojos para ver si dentro iba una mujer, más si ya era de noche. Y si se encendían los focos rojos de su criterio aprehende prostitutas, pues a darle, a llamar a la "julia" o "perica", que era decir patrulla, para que de inmediato la pecadora fuera a rendir cuentas de su mal vivir a la comisaría; y de no traer para la multa, directo a espantar pulgas al bote, o a la cárcel, para que me entienda.
Por órdenes directas de la comuna, Ramona Uriarte había sido facultada para detener en partes solitarias, incluso en las concurridas, a toda mujer que según su parecer fuera de "mala nota". Pero entrando-entrando como agente de policía, ya se había dizque ganado la fama de practicar no muy buenos modales y no mejor conducta. "Nos la han pintado de un modo censurable", registró la prensa de la época. Incluso la calificaron de ser miembro de una "Gestapo sui génere is" (así está escrito) y que no se tocaba el alma para considerar de perdida y juerguista a cualquier mujer que, de noche, viajara en taxi.
Eran las 11 y media de la noche del domingo 30 de septiembre de 1945 cuando la Juana y la Chepina abandonaron el restaurante Chung King, donde trabajaban de meseras. Como siempre lo hacían, abordaron ¡Dios santo!un coche para que las llevara a sus domicilios. Y que de repente según se les prendió la gana de tomar Coca cola. Fue entonces que las antojosas ordenaron al chofer que las llevara nada más y nada menos que a La Vereda, famoso tugurio ubicado por la avenida Obregón al sur, área que para la finada cronista Martha Castro Cohn no era propia para damas honorables.
Téngase en cuenta que por esos años la mancha urbana, al sur, concluía en el parque Revolución. ¿Y sabe qué había detrás de él? Nada más y nada menos que la zona de tolerancia, allá donde la Cucona Bustamante regenteaba una de las más famosas casas de asignación, como bautizaban entonces a los prostíbulos. Y pues nada "bueno" podía haber entre el parque y La Lomita, aparte del chiribital y el fango en temporadas de lluvia.
Pero la Juana y la Chepina no pudieron matar el gusto porque no hubo Coca Colas, si eso era lo que en realidad buscaban. De cualquier modo se quedaron y se pusieron a platicar con la Trini, otra mesera, y con un primo de ésta, de nombre Eduardo. En eso estaban cuando, ¡Ave María Purísima!, se les apareció el diablo, es decir, la "Leona", diciéndole a una de las antojosas: "¡Ah, palomita, ya caíste! ¡Hace tiempo te buscaba!".
"Sin más aquí ni más allá" ordenó al policía de punto que cargara con ellas hasta la comisaría. Y ándale, ningún ruego ni protesta les valió para que las dejaran libres, con todo y el apoyo del chofer y del propio policía, quienes seguro las conocían de antes. Y a pagar, palomitas, móchense con la lana. Pero nada, oiga, las mujeres no traían dinero. Y para evitar dormir en la cárcel, tuvieron que dejar por mientras una cadena con medalla, un anillo y un reloj de pulso, prendas que recogieron al día siguiente previo pago de los 25 pesos por cabeza.
Ante los hechos, las notas periodísticas ponían sobre aviso a las "familias honorables" por aquello de que, de acuerdo al "criterio" de la agente, que en todas partes exhibía "muy ufana su credencial", bien pudieran correr el riesgo de ser "mal calificadas" por el ojo a buen cubero de la "Monchi", leona entre las leonas.
Pero la mañana del lunes 8 de octubre de aquel 1945, Ramona Uriarte fue cesada de su cargo como agente de policía. La orden la dio el mismito Presidente Municipal, don José Z. Espinoza, de modo que las "clandestinas" ya podrían descansar de las fauces de la "Leona", quien la noche anterior a su despido había mandando a otras cuatro noctámbulas al "tambo". Dicen que la "Monchi" estaba muy "cebada", que arrasaba parejo porque llevaba el 50 por ciento de comisión por concepto de las multas. Pero todo apunta a que su problema era ser mujer. Y policía, para colmo. Y pues perro no come perro, como diría mi tía la arpía, de modo que fue víctima de las de su propio sexo.
Todo por andar en carro. Y de noche. Qué tiempos, oiga. Ahora a las damas nomás les vuela la mecha entre semáforo y semáforo. Y si son jóvenes, sobran chavas en los antros con tarro en mano. Ser mujer en los años 40 y ser mujer en los días que corren, pues usted saque la cuenta. Y punto.
jbernal@uas.uasnet.mx