Expresiones de la ciudad

Julio Bernal
15 noviembre 2015

"Expresiones de la ciudad"

Supo desde niña lo que iba a ser su pasión y nunca dejó que se le fuera. Una noche de rayos hizo cenizas la cocotera de su casa, pero Carmen Espinoza seguía allí. Y habiendo superado complots, coqueteos para dejar la UAS, balazos en una mañana de abril, y sobrevivido a una docena de rectores, se suelta el pelo para recordar; entrecierra los ojos en un intento de juntar las astillas de la memoria, de cuando era la niña traviesa jugando en los cerros vecinales de la colonia Rosales, el ingreso a la institución; y todas las batallas libradas para ser lo que ha sido y sigue siendo: la directora de Danza Regional de la Universidad Autónoma de Sinaloa por alrededor de 40 años.
"Tengo muy bonito pasado –me dijo–, pero también muy bonito presente". Y se aviva cada vez que se le cruza un recuerdo; y todavía más cuando tajante cierra con una sola frase lo que significa la UAS para ella: "¡Todo!"
Y regresa de nuevo al ayer, se airea con las manos los cabellos y allí está ella en un día de 1975, junto con Pedro Carreón frente a la entrevistadora que les dice cosas desde el otro lado del escritorio; acaban de inventar el Difocur y los quieren estrenar en la nómina vacía de nombres.
"Pues nos quedamos fascinados –me dijo–. Que sí, que iban a empezar apenas, que el sueldo no iba a ser una maravilla".
Pero con una condición: desertar de la UAS.
"Volteamos a vernos Pedro y yo, y los dos dijimos al mismo tiempo: no". Si acaso tenía 12 meses de ostentar el nombramiento oficial como directora de Danza Regional; tenía entonces 21 años; pero los pasillos universitarios le eran familiares desde que tenía 16.
La vocación por enseñar se le prendió al cuerpo desde chiquita, no la dejó ir desde las rondas aprendidas en el kínder, así tuviera que combinarlas con los juegos de la cebollita que disfrutaba con la pandilla; tampoco dejó que se le fueran las enseñanzas de Alicia Montaño y de Libia Manjarrez; de modo que habiendo dejado tras de sí las vagancias por los montes y los cerros que estaban casi detrás de su casa de la colonia Rosales, siendo una adolescente Carmen Espinoza ya se codeaba con su vecina Socorro Astol en la fundación de la iglesia Santa Rosa de Lima. "Ella ponía las obras de teatro y yo los bailes".

A los 16 se puso a ayudarle a Héctor Nieto en cosas de la danza en la preparatoria Central; hubo un proyecto de por medio que aquél firmó como suyo, pero el complot para dejarla fuera de la UAS se hizo agua: Carmen Espinoza se impuso con su trabajo y desde 1972, pese a no tener nombramiento formal, era quien le ponía el color de México a los cuadros artísticos universitarios.

La mañana del 7 de abril de 1972 la agarró desprevenida; no supo oler la acidez de la pólvora arrinconada en un alto de la esquina de Ángel Flores y Riva Palacio, tampoco el tufo a chicharrones rancios que desprendía la humanidad del Carlotas, un líder de colonias convocado a provocar a los estudiantes en protesta.
En esa fecha cayeron muertos Juan de Dios Quiñónez y María Isabel Landeros.
"Cuando los mataron yo estaba dentro del edifico central –contó–. Yo nomás oí los balazos y me escondí tras un escritorio".
Ha pasado mucho tiempo desde entonces, de esto y de lo otro, pero ella sigue firme, en pie. Hoy en día está al frente de la Jefatura de Danza de la Coordinación General de Extensión de la Cultura; y del amor de sus ojos: el Grupo de Proyección Folklórica de la UAS. ¿Qué está haciendo Carmen Espinoza? "Formando y formando –me dijo–. Yo digo que los maestros artísticos de la Universidad deben ser formadores; yo pude ser sólo bailarina; yo pude haber bailado toda mi vida, pero preferí enseñar".
¿Y qué les dice a los jóvenes? "Que si le dedicaran un tiempecito más al arte, y a la danza en particular, habría menos violencia, pensarían de otro modo, se quisieran más y fueran mejores personas".
Y para mostrarles el camino, Carmen Espinoza recibe a diario a quienes quieran aprender en la Casa de la Cultura de la UAS. Enseña, piensa y planea. No se detiene: en diciembre de 2015 estará al frente de un congreso internacional de artistas del folklor; la sede será Culiacán y asistirán visitantes de todo el país, de Canadá y de los Estados Unidos.
Y se recoge el pelo en una cola para detener un rato los recuerdos. Tiene que hacer cosas de oficina. Más tarde volverá a soltarlo, porque igual que el poeta, Carmen Espinoza no quiere nunca contarle a nadie cómo es el olvido.

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