FACTOR HUMANO La levedad del ser

Paúl Chávez
23 mayo 2020

"Un maestro para ilustrarnos lo que era la existencia nos mostró su mano, puso un muñequito en ella y nos dijo: nosotros para existir dependemos de la mano del Ser que nos sostiene, si se quita, todo dejaría de existir"

En donde me sostengo firmemente ante los vaivenes de la vida ¿Es suficiente en los que amo, en lo que tengo, en mis proyectos? ¿Y cuando aparece el dolor o nos topamos con el borde de la existencia?

Un brillante ejemplo

Un maestro para ilustrarnos lo que era la existencia nos mostró su mano, puso un muñequito en ella y nos dijo: nosotros para existir dependemos de la mano del Ser que nos sostiene, si se quita, todo dejaría de existir.

Es decir hay un Ser que sostiene todo y su existencia le viene de sí, no de otros como nosotros y todo lo que existe.

Impresiona que Aristóteles 300 años a. C. llegó a esta conclusión con solo la luz natural de la razón, como padre de las ciencias aplicó un principio de la realidad universal, la ley de la Causalidad: toda causa tiene un efecto, la causa provoca que algo exista, como el virus la enfermedad.

Analizó el punto de origen de todo lo que existe, la causa primera de todas las causas y concluyó que para causar, necesita ser todopoderoso llamándole “El Motor Inmóvil”, como la máquina que jala uno a uno todos los vagones del tren, todo el universo. Lo de inmóvil porque la máquina se mueve por sí misma. Aplicando la ciencia demostró la existencia de Dios.

La vida interior

Sócrates antes sustentó firmemente la universalidad de la razón para conocer verazmente, con una condición: estimular el intelecto buscando la verdad. Decía que cuando alguien se deja guiar por su voz interior buscando seriamente lo honesto, el bien y lo verdadero gana mérito: se hace virtuoso. Definió de alguna manera la vida interior. Hay en la virtud cierta felicidad, aunque el virtuoso puede ser orgulloso si se orienta a sí mismo.

La calidad de ese diálogo interno importa para ser feliz, para tener paz.

Es en la conducta donde se conoce al hombre sabio, no en aquel lleno de conocimientos. “¿De qué le sirve a alguien que le digan que es un excelente ingeniero pero un pésimo compañero?” El “conócete a ti mismo” es imprescindible.

Una cuestión vital

Una vez entrevistaron a un hombre capturado preguntándole a que se dedicaba contestando "pues me agarraron por malandrín". Al menos era sincero y sencillo.

Fijémonos, identificarnos con lo que hacemos no nos define como personas, no somos solo nuestro oficio. Tampoco nuestra posición, ni los bienes, ni la familia. Tampoco cómo somos: la conducta nos explica pero no nos define por entero. Ni siquiera nuestras circunstancias.

El problema es reducir lo que somos a nuestra conducta o confundirnos con las creencias y opiniones que tenemos y nos dicen. Nuestra esencia está más allá de nuestra mirada habitual ¿Cómo descubrirla? obviamente la conducta no es suficiente, pero suele ser decisiva, de tal suerte que un malandrín habitual llegará a identificarse con eso.

Pero no. Es lo que él piensa y cree que es, fundado solo en su conducta. Él es mucho más. Todos nacemos buenos, nuestra conducta y las creencias moldean la identidad. Somos más de lo que nos identificamos, esto es esperanzador. El mal falsea nuestra identidad, la bondad nos acerca.

¿Y cómo explicar la conversión?

Cuando uno descubre un otro Yo distinto, mejor y asequible: un yo más real posible, entonces puede dar el salto. La falsa creencia lo impide: no merecerlo. La conversión al mal se da gradualmente porque la opinión se va maleando con la conducta. Judas empezó robando monedas y terminó traicionando a su gran amigo, la avaricia le cegó. Los vicios nos ciegan distorsionando nuestro verdadero rostro y el de los demás. Por eso causan tanto sufrimiento aunque se logre lo que se quiere. Duele mucho verse partido por dentro o partir a los demás. El perdón por amor sana.

¿Dónde sostenernos?

Como en los camiones uno necesita un asidero para no caerse y levantarse y para renovarnos. Obviamente el espejo no es suficiente aunque llenes el día con pensamientos positivos que ayudan. Éstos no tapan el lado siniestro interno que surge. ¿En qué sostenemos nuestra vida interior? ¿En qué sostenemos nuestra leve existencia y cambiante conducta? Ni siquiera sé si mañana viviré ¿En los que amo? ¿En los valores que no siempre seguimos? ¿En los proyectos que motivan? ¿Y ante la incertidumbre y la muerte?

Cambiemos la pregunta

¿Qué sostiene tu vida? ¿Las cosas, tu imagen o los tuyos que dan sentido a tu vida? Aunque nos amemos mucho el otro es tan frágil como yo y no es suficiente. Abrazarse es una forma de sostener la precariedad existencial mutua. Todo lo bueno resulta insuficiente.

La respuesta nos la dio aquél maestro: la mano que sostiene nuestra existencia. Llámale Dios o como quieras. Él es el único ser que se sustenta a sí mismo, definiéndose “Yo soy el que soy”. Tú y yo somos hijos de Él: nos creó por amor.

paulchavz@gmail.com