Gente de teatro, gente horrible

07 noviembre 2015

"Gente de teatro, gente horrible"

Miguel Ángel Valencia

Óscar Liera abrió las puertas del teatro en Culiacán. Los organizadores de la trigésima edición de Muestra Nacional de Teatro las cierran. Qué extraño resulta todo en la vida.
Voy a contarles una pequeña anécdota que tiene que ver con esta extrañeza que creo se da no nada más en la vida con los seres humanos comunes y corrientes, si no también con la gente distinguida que habita en el teatro.
Corría el año de 1983 entonces yo trabajaba como mil usos en la casa de la Cultura de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Ahí se presentó un joven delgado, de andar ágil. Una sonrisa de niño juguetón y travieso lo distinguía.
Me preguntó dónde quedaba la oficina del jefe, lo vi sin tomarle importancia y le señalé el lugar sin más preámbulo. El hombre me dio las gracias y salió. Se detuvo en la puerta principal, sacó un papel y lo pegó en la mampara. Sin darme cuenta desapareció. Luego supe que ese joven era ni más ni menos que Óscar Liera, quien invitaba a los teatreros y a personas sensibles a formar parte del grupo de teatro representativo de la Universidad.
Me quedé pensando...el teatro.
Al día siguiente el jefe nos pidió que acondicionáramos uno de los espacios de la Casa de la Cultura para que se llevara a cabo la plática con el maestro. Llegó muy tempranito. Nos saludó. Preguntó si teníamos café y se puso a escribir. Poco a poco fueron llegando los convocados. Gente rara. Se saludaban con optimismo.
"¿Qué tal Solián?, ¿cómo estás Fito?, ¿qué pasó Lázaro?, ¿qué ondas Borrego?, ¿y Sergio, y la Claudia? Allá viene el doctor Monge, amenaza el Joaquín, falta Mitre, ¿es aquel Mejía con Ana María? Aguas con Alfonso, Martha llega con Rosa María. ¿Por qué no ha llegado el Trejo? ¿Y David? El Adrián está en el DF. Los conocí a todos por sus nombres y apellidos, después por sus apodos: que el Chango, el Mosco, la Chula Denver, el burro, Lázara de Maracaibo, la Quina, Maribo para Maribo, el pelochas... el negro José, el Dotor... la bella Claudia.
Así nació el Tatuas.
La primera puesta en escena que realizó el glorioso Tatuas -como lo llamó el maestro Jesús González Dávila- fue Salmodia para un día de cansancio, espectáculo poético con textos de Ernesto Cardenal.
Después llegó para mí el alucine con el montaje La verdad sospechosa, de Juan Ruiz de Alarcón. Estuve muy cerca de esta puesta. Me enteré de todo lo que pasaba antes de iniciar y al terminar la obra. Fui testigo de pleitos a morir entre los actores y actrices. Miré buenas, malas y pésimas funciones.
Realicé el primer taller de actuación que Liera impartió en ese año.
Me aceptó como actor y me integró -a pesar de la negativa de más de alguno- al elenco de su exitosa obra -en público y en crítica- El Jinete de la Divina Provincia.
En 1990 muere y ese mismo año se cierran para mí las puertas del teatro.
Lo peor del caso es que después de 19 años siguen negándome la entrada , no nada más como actor, sino, y lo peor, como espectador.
Resulta que fui al teatro Pablo de Villavicencio, el lunes pasado, para según yo disfrutar de una puesta en escena viva, de uno de los grupos más importantes de teatro del país: Línea de Sombra, como parte de la trigésima Muestra Nacional de Teatro que dirige el creador escénico Jorge Vargas.
Llegué temprano, pues había escuchado el rumor de que Marichú Romero- la jefa absoluta del Tatuas- estaba muy dura con las entradas.
De lejos escuché su voz: "sólo los que traigan boleto en la mano van a entrar; así es que si no tienen boleto les pido que se retiren".
Hice la fila ignorando esa terrible advertencia. No creo, Dios mío, que sea cierto lo que esta mujer dice.
¿Cómo es posible que por su culpa no vea este montaje? El teatro es muy grande.
Y así fue. Marichú Romero,"mujer de teatro", me cerró las puertas y lo más doloroso, me dejó sin ver el juego escénico que venía siguiendo con ansias desde el año pasado. Ya nunca lo veré por su culpa.
Gente de teatro, gente horrible.
¿Verdad?


Miguel Ángel Valencia