La armonía entre el cuerpo y el espíritu

Presbítero Amador Campos Serrano
30 mayo 2023

El Zorro, al pasar, contempla una representación humana construida y admirado exclama; ¡Qué hermosura! .....pero no tiene cerebro.

Esta fábula, atribuida a Fedro, nos invita a reflexionar sobre el vacío existencial en el cual muchos se encuentran, no obstante, el cúmulo de riqueza material que los acompaña y en la cual están inmersos, porque la verdadera riqueza humana reside en el interior de la persona.

Cayo Julio Fedro, fue un fabulista que vivió en la Roma Clásica, en el siglo I de nuestra era y junto a Esopo son los autores de fábulas más conocidos del clasicismo llegado hasta nuestros días, tanto de la Roma imperial como de la cultura griega.

Nacido en Macedonia entre los años 20 a. C. y 50 d. C., cuando esta parte griega ya pertenecía al Imperio Romano. En la época de César Octavio Augusto, fue esclavo y gracias a su nivel cultural, después de un tiempo alcanzó la libertad.

Sus escritos le ganaron varios enemigos de la gente de poder, por supuestas alusiones, aunque en realidad nunca mencionaba ningún nombre. Finalmente falleció entre los mandatos de Claudio o tal vez de Nerón.

El estilo de las fábulas había sido empleado esporádicamente, en algunas ocasiones, por los clásicos griegos en sus obras, pero fue Esopo, quien lo usó de una manera autónoma, así lo afirma el mismo Fedro.

Generalmente las narraciones personifican a animales, teniendo ellas un doble objetivo; el de deleitar con su lectura y el de ofrecer una enseñanza, en la cual se resalta la astucia y la audacia frente al poderío.

La fábula con su sencillez de estilo pretende dejar una enseñanza y una motivación para que el hombre saque a flote su potencialidad interna, más allá de sus limitaciones en el campo físico de su corporeidad, exaltando la grandeza de lo humano en su conjunto.

Compuesto de alma y cuerpo, el ser humano debe de vivir en un equilibrio constante, usando a plenitud sus facultades físicas, dejándose guiar por la fortaleza del espíritu, quien debe controlar las tendencias del cuerpo, cuando pretendan desviar la armonía que debe de existir en el ser humano integral.

Vivir con la fuerza del espíritu, no consiste de dejar de valorar la parte corpórea, pues parte integral de nuestro ser, sino consiste en acudir a esa otra parte de nuestra, a fin de integrar al ser humano como tal, muy de acuerdo con aquella máxima griega; “Mente sana en un cuerpo sano”.