La cultura de la cancelación

Juan José Rodríguez
17 enero 2022

Hace poco vi una repetición de “Conversaciones con Octavio Paz”, programa de Televisa de 1984, hechas entonces con motivo de los 70 años del poeta, ensayista, editor y todologo.

Están la mayoría disponibles en esa máquina del tiempo llamada YouTube.

En una de ellas, hablando de política mundial, el futuro Nobel y ex embajador de la India comenta, al paso, que allá “la democracia es un juego de salón en un país de muertos de hambre”.

Fue una frase coloquial, desapercibida en ese tiempo, entre tantas. La tele nos inundaba seguido con imágenes de niños africanos padeciendo hambre y bebiendo leche en polvo y no pocas de la pobreza en Calcuta.

Hoy con esa expresión se formularía un escándalo de comentarios de que era un clasista y despreciaba el país en que desempeñó una función pública.

Hasta habría tenido don Octavio que dedicar un número de su revista Vuelta a la cultura en la tierra de Indira Gandhi y el Nobel quedaría inalcanzable por varios años.

El programa era bastante visto al final del noticiero de 24 horas, no había cable y la otra opción eran las series policiales del canal 5 a esa hora... las cuales ya habíamos memorizado al dedillo.

Sin embargo, a nadie indignó. Fue una simple frase dentro de un discurso lúcido e inteligente.

Hoy vivimos en una herida abierta y con una multitud dispuesta arrojar la primera piedra cibernética a todo lo que nos parece mal o erróneo.

Uno de los primeros victimados fue precisamente Vicente Fox, quien al confundir el nombre de Borges se volvió burla de un país, especialmente de gente que en su mayoría no sabían ni quién era Borges.

Alguien me comentó que su escritor de discursos en turno -que también trabajaba como astrólogo para Marta Sahagún en sus ratos libres o viceversa- olvidó ponerle mayúsculas altas a esa sección del texto.

Eso es importante a la hora de entregar un texto de destinación oral. Además, un discurso debe tener los nombres escritos de forma fonética para evitar esos errores por prisa o desconexión al leer.

Oigan, no es tan sencillo leer un mensaje y, aparte, convencer a un grupo de políticos y medios de comunicación

Sin embargo, no era la primera vez que un presidente tenía un lapsus en público. Hubo uno peor y fue durante un informe de gobierno, la más solemne ocasión de la institución presidencial.

Leo en los diarios de Salvador Elizondo que en un discurso Luis Echeverría pronunció mal el nombre de un filósofo y él ve con preocupación que nadie en la prensa, al día siguiente, menciona ese detalle. Claro, era inicios de los setenta y estábamos en pleno autoritarismo.

Sin embargo, el pueblo y las redes sociales tienen memoria a corto y largo plazo. La cancelación no tiene efecto duradero. Apenas que tenga acompañamiento penal, como es el caso de Román Polanski en los 70 y el Príncipe Andrés la semana pasada.

Hoy en pleno año 2022, Vicente Fox sigue cometiendo faltas de ortografía en Twitter y Echeverría, pues sigue muy tranquilo.

De hecho hoy cumplió Luis Echeverría sus primeros 100 años de vida y en su casa.