La ofrenda de los hombres de buena voluntad

Presbítero Amador Campos Serrano
25 enero 2022

En cada lugar y en todo tiempo el espíritu humano ha buscado elevarse queriendo tocar las puertas celestiales, pretendiendo tocar las puertas celestiales para tener presencia en el ámbito donde reside el supremo ser, al cual, aunque en diferentes concepciones, es considerado como supremo creador de los existente fuera de él.

En el afán de penetrar hasta el recinto en donde habitan los supremos seres, conocidos como seres divinos, el humano ser ha elaborado rituales, por medio de los cuales se pretende penetrar a ese elevado nivel donde están presentes las divinidades, para alcanzar de ellos el favor y la protección, pero inspirados, muchas veces por el temor.

La ofrenda del hombre busca honrar al divino ser ofreciendo los dones salidos de sus manos, acompañándolos con plegarias y muestras de gratitud, considerando, no obstante, como la ofrenda más valiosa a la misma vida en sacrificio; el sacrificio humano.

El cristianismo, heredero de la historia del hombre, recogen la tradición del Pueblo Judío, con una concepción especial de la divinidad, concibiendo al Supremo Ser, como un ser único e indivisible, una concepción esbozada en la región mesopotámica, en las enseñanzas de Zoroastro, después durante el tiempo de estancia del pueblo elegido Egipto, se hace presente en ese lugar, teniendo un fugaz periodo, impulsado por Akenatón, el revolucionario faraón.

El original culto judío, aun mezclado las prácticas y mentalidades de su entorno ambiental, llego a concebir como un Dios Padre, pero un padre bueno, el cual aun cuando castiga siempre lo hará como un acto de corrección del amor paterno.

El culto cristiano recoge la herencia de la ofrenda de la vida, practicada por el Pueblo Elegido, en el sacrificio de seres vivos, no humanos, pero en él se retoma la forma realizada por los pueblos no judíos, en la ofrenda de un sacrificio humano, el sacrificio del Hombre Dios, una ofrenda dada a los hombres, esta oblación es dada a los hombres, quienes lo consumen bajo el signo especies sacramentales, celebrando el Banquete Pascual.

En todo lugar esta ofrenda, a partir del sacrificio del Hijo de Dios, esta ofrenda se convierte en un memorial perpetuo, el cual los seres humanos se unen a esta ofrenda, ofreciéndose, a la vez a sí mismos por la participación con las ofrendas producidas con sus manos, en signo del amor de caridad.

Esta ofrenda es ofrecida bajo los signos de una acción sacramental, pero llegando más allá del ámbito en donde se ofrece, alcanzando los hombres que, con un corazón sincero, luchan por alcanzar el ideal de justicia y paz, bajo el mandamiento supremo del amor.

La ofrenda de Cristo, que se ofrece por todos, es la oblación de todos los hombres de buena voluntad, quienes luchan por alcanzar un mundo regido por el amor.