LAS ALAS DE TITIKA: A tu memoria, bella Beatriz

María Julia Hidalgo
06 febrero 2021

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“Nosotros acá, abajo, buscando las riquezas del pasado y estos niños en el presente con una enorme necesidad”

 

En la época que estudió, la costumbre era optar por una carrera “elegante”. Eso de elegir algo donde las mujeres tuvieran que salir al campo a hacer excavaciones era ir en contra de los principios decorosos de una familia decente. Pese a los juicios, Beatriz se puso sus pantalones —también algo mal visto en esos tiempos— y salió en busca de las piezas perdidas de nuestra identidad.

 

Se graduó como maestra normalista, mas sus inquietudes académicas la llevaron a estudiar antropología y a especializarse en arqueología. Fue fundadora del Museo Nacional de las Culturas y cofundadora de la sala de introducción del Museo Nacional de Antropología. Fue la primera mexicana titulada en arqueología. Siempre dijo que México es un país rico en historia —partiendo con una prehistoria que data 20 mil años antes de Cristo—. Sin embargo, el haber sido colonia de España durante tres siglos fue un hecho determinante en la destrucción de las culturas indígenas existentes. “Mientras que en otros lugares, como en Grecia, resaltaban su historia, y con orgullo se contaban los mitos y leyendas de sus héroes, aquí se prohibieron las manifestaciones culturales indígenas, sus creencias, sus lenguas, su idiosincrasia y se impuso de manera absoluta la cultura española”.

 

La discriminación es otra herencia que recibimos de la conquista, dijo, donde se procuró siempre mantener, racialmente, al grupo blanco y a los criollos como clase superior y en una clase inferior a la masa indígena esclavizada. Comentó que como pueblo aún no sabemos quiénes somos, y que al hablar de los mexicanos tendríamos que especificar de qué región ya que cada lugar guarda y conserva diferentes costumbres. Lamentó que aún en nuestros días se escuchen frases como: “¿cómo te vas a casar con ese indio pelos parados?”

 

 

Esa tarde, en una charla con ella, Beatriz, la doctora, la mujer amable, sencilla y con un sentido del humor extraordinario, recordó una anécdota de su primera excavación. Cavaron un pozo en una región ladrillera, y cuando estaban como a cuatro metros de profundidad, ella, que se encontraba en el fondo, volteó hacia arriba y lo que vio fueron cabecitas de niños, que se encontraban curioseando lo que ellos hacían. Ella pudo ver la pobreza y el hambre en esas caras: “nosotros acá, abajo, buscando las riquezas del pasado y estos niños en el presente con una enorme necesidad”. Y así, el poco dinero que tenían en sus bolsillos lo dedicaron a llevar servicio médico a la población y comida a los niños. A los pocos días se enteró de que los encargados del sindicato cerraron la excavación; lo que empezó con una búsqueda de piezas terminó en un estudio sociológico del lugar y en descubrir un caso más de explotación.

 

También hablamos de su aporte al estudio del pensamiento mágico; aquel al que recurrimos para explicarnos las cosas que con bases científicas no logramos entender. Siempre buscaremos, según el propio entendimiento, respuestas convincentes en campos maravillosos fuera de la razón. Los seguidores del pensamiento mágico religioso creen que la primera actividad filosófica del hombre fue en la magia, luego en la religión y posteriormente en la ciencia; a lo que ella dijo que cada individuo posee algo de magia, ciencia y religión; el tipo de magia será según la condición social y económica de los personas. En las clases proletarias, mencionó, predomina el gusto por una magia muy enfocada a lo prehispánico; en la clase media y en grupos intelectuales se dan inclinaciones orientadas a culturas orientales.

 

A sus más de 80 años de edad, la doctora Beatriz Barba continuó, incansable, dando clases en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Hoy, 29 de enero, a sus 92 años, me entero de su muerte. Recuerdo su hermosa y cómplice sonrisa durante los 10 años que coincidimos en la revista Ciencia; sin duda su presencia hizo más amables y bellos mis días. Descansa en paz, querida doctora Barba.

 

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