Las alas de Titika: Homenaje de abril: Gabriel García Márquez

María Julia Hidalgo
14 abril 2018

"."

“Vengo a dejarle unas florecitas”, veo las jacarandas y recuerdo la frase que escuché hace cuatro años, en un mes como éste. La gente se arremolinaba en Bellas Artes, quería despedirlo con sus flores amarillas aunque el cielo estuviera vestido de hermoso azul violeta; ese color tan especial que nos decora la ciudad cada que llega la primavera. Entre el tumulto había música y tristeza. No importaba el tiempo de espera, había que decirle adiós y agradecerle todas sus historias. Decirle que nos faltaron otros Cien años de compañía, para continuar con los Cien de soledad. “Por él me gustó leer”, “Era un hombre sencillo y amoroso”, “Él es mi familia”, se escuchaba entre la gente.

Las conversaciones se oían en varios idiomas, había hombres y mujeres de muchos lugares.

Camarógrafos que querían grabar el momento, inmortalizar la partida, como si sus personajes y su obra no hubieran sido suficiente. Me detuve ante un grupo que leía Crónica de una muerte anunciada: “El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros. "Siempre soñaba con árboles", me dijo Plácida Linero, su madre, evocando 27 años después los pormenores de aquel lunes ingrato.

Recordé el gran homenaje que cada año le hacen en Recoveco, Mocorito, con la lectura colectiva e ininterrumpida de Cien años de soledad. La admiración que el profe Cruz Hernández ha expresado por el colombiano ha contagiado a la gente de ese pueblo, donde ha nacido el club de lectura La Hojarasca. Amas de casa, jornaleros, estudiantes, y ahora gente de otros lugares, llegan cada año y se pasan el micrófono; todos en una celebración, en una gran velada. Ese pueblo que es Recoveco, con una sola calle que lo atraviesa, ha sido filmado en un documental que lleva el mismo nombre y que deja testimonio del respeto y el gusto que su gente ha desarrollado por la lectura. En marzo pasado celebraron su décima sexta edición, dentro del marco del Festival Cultura Gabriel García Márquez. El gran ausente fue el periodista Javier Valdez Cárdenas (ayer cumpliría 51 años), quien fuera asesinado en mayo pasado, y quien decía que La Hojarasca -refiriéndose al club de lectura- es la luz al final del túnel”.

Esa tarde en Bellas Artes, luego de tres horas, llegaba mi turno en la larga cola. Entre el tumulto, llegué al interior del Palacio. Solemne. Hombres trajeados indicaban el camino. Reporteros que no dejaban de fotografiar. Una escalinata me condujo a un angosto pasillo, donde al caminar sobre una alfombra roja llegaba al sitio esperado. Entre un vestíbulo de flores amarillas y un fondo musical de Bartók se dejaba ver la lustrada cajita que contenía sus cenizas. Un enorme pendón de fondo mostraba su rostro sonriente, 1927-2014.

A cuatro años de su muerte, llegó de nuevo a mis manos la edición de 50 Aniversario. Este abril, me uno al pueblo de Recoveco y rindo mi homenaje al amado escritor. “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de 20 casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea y con un gran alboroto de pitos y timbales daba a conocer los nuevos inventos...”

Comentarios: majuliahl@gmail.com