Las alas de Titika: Representar una vida

18 agosto 2017

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María Julia Hidalgo López

“No somos estúpidos”, me dijo una de las actrices a quien le tocó representar a una anciana que recién perdió a su marido. “Ni las visitas al psicólogo me ayudaron tanto como encarnar a mi propio personaje. Antes del teatro, mis hijos me llevaban y me traían con el especialista, pero igual se olvidaban de mí. Entendí que nadie me quitará la tristeza y que la vida que ahora ellos viven es algo que ya no corresponde a mi tiempo. Decidí no esperar a que otros decidan por mí, tal y como lo hacía en mi juventud, y eso cambió mi perspectiva”.

Asistí a una obra de teatro donde los actores son personas de la tercera edad. Se trata de una compañía de una casa de cultura donde los adultos mayores eligen teatro entre los distintos talleres. La obra Cuando te atrape el granizo; trata de lo que hacen, sienten, necesitan, imaginan y temen las personas cuando llegan a la vejez. Lo que ellos muestran no es nada nuevo, pasa que cada cual se irá dando cuenta al vivir el momento -si es que llegamos- y entonces trataremos de que los más jóvenes lo entiendan, y así por siempre perpetuando el ciclo.

La iniciativa es realmente enriquecedora. Al final de la función, hablé con uno de los actores y me dijo que es una actividad donde interactúan con otros, donde representan un personaje, donde tienen que memorizar, donde reciben aplausos e invitaciones, donde les piden la foto... son acciones que los hacen pertenecer a un proyecto artístico lleno de vida. Nada que ver con la condescendencia de “pobres viejecitos”, que muchos nos tratan, principalmente en la familia. Él hablaba y recordé a otros viejos en otros talleres donde los ponen a encerrar palabras en sopas de letras, o ese en el que hacen cosas tan inútiles con materiales también inútiles que no servirán para nada: Nadie los valora, no tienen un precio y no les sirven a nadie. Sólo unas pocas horas para matar el tiempo; así matamos la vida.

El taller de las cosas inútiles corresponde a esas manualidades realizadas con material reciclado que los ancianos también aprecian como objetos muy lindos, pero mencionan que hacer eso es como una metáfora de sus propias vidas: “Alguien hace como que son necesarios o incluso sólo existir para la contemplación, nosotros como los objetos, pero en ninguno de esos casos se involucra un interés real y, la vida es real y con un montón de sueños”.

Saber lo que se requiere o quieren los viejos, es fundamental para desarrollar propuestas gubernamentales, pero ¿quién espera un programa de ese tipo? Independientemente de la vida loca que se viva en la juventud, nadie sabe de cierto cómo llegará a su vejez. Así que albergar un plan personal, sin esperar iniciativas de otros, es algo sensato para la vejez de cualquiera. ¿Por qué pensar que de viejos nos convertimos en personas bondadosas y compasivas, si nunca lo fuimos? ¿Será que la vejez nos convierte en seres sensibles y tiernos merecedores de atención y cariño? Puede ser, pero es sólo una posibilidad. Hemos escuchado mucho sobre eso y nos vamos permitiendo ciertas licencias que, justa o injustamente, todo a nuestro alrededor nos los recordará en algunos años. Parafraseando a Joan Manuel Serrat: “Si entendiéramos que todos llevamos un viejo encima”

Así que si nuestra vida fue una farsa, nada nos saldrá mejor en la vejez. El teatro puede ser nuestro destino final y representar un papel auténtico. Si no es el -seguro el de la mayoría-, pararse en un escenario y recrear etapas de vida propia podría ser de lo más liberador. Me da por pensar que justo en la vejez es cuando mejor podríamos encarnar el mejor personaje. Apenas una última oportunidad. ¿Quien dice que hay que llegar y sentarse a cuidar nietos? Los ancianos que atrapó el granizo han decidido no continuar congelados, han decidido moverse tan fuerte que te hacen olvidar que se trata de una representación; si es que de eso no se tratara la vida.

 

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