Las artes en la Revolución
08 noviembre 2015
"Con el nacionalismo, la pintura, la música y la danza elevan a nivel de arte las expresiones populares de México"
MAZATLÁN._ Los sones de Veracruz y Jalisco, los llamados con desprecio "tepalcates prehispánicos", las danzas indígenas y de las comunidades de la zona rural, el mole poblano, los dichos populares y los corridos fueron considerados durante la época de la Colonia, y gran parte del Siglo 19, como vulgares expresiones del pueblo, pero con la llegada del Siglo 20 se convirtieron en arte.El apreció por las raíces de las culturas que se desarrollaron antes de la llegada de los españoles, la manera de hablar del pueblo mexicano, su comida, música y las danzas populares nació tímidamente a principios del Siglo 20, durante el Porfiriato y se consolidó después de la Revolución.
A finales del Siglo 19 y durante las primeras dos décadas del Siglo 20, un grupo de artistas e intelectuales mexicanos influenciados por los movimientos nacionalistas de países como Alemania, España y Rusia decidieron iniciar un camino contra la corriente del afrancesamiento, que permeaba todos los ámbitos de las artes en el País.
El precursor del nacionalismo mexicano en la música fue Manuel M. Ponce; en la pintura, José María Velasco y Saturnino Herrán, y en la danza las tiples del teatro de revista como María Conesa introdujeron a los foros el jarabe tapatío y los bailes folclóricos de algunas regiones del País.
Los muralistas
En la pintura, un grupo de artistas dio los primeros pasos hacia el nacionalismo, que en los años 20 del siglo pasado consolidaron los muralistas.
José María Velasco, con sus paisajes del Valle de México, inauguró la valoración de lo mexicano como una expresión propia; Saturnino Herrán retrató al mestizo con una dignidad con la que nunca lo había hecho antes un pintor. Otros precursores fueron Joaquín Clausell y Julio Ruelas.
José Vasconcelos, desde la Secretaría de Educación Pública durante el Gobierno de Álvaro Obregón (1920 -1924), hizo nacer, con su apoyo, el Movimiento Muralista y la Escuela Mexicana de Pintura, liderados por el artista Diego Rivera, a quien se unieron José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros y que durante tres décadas influyó en la pintores de Estados Unidos y Latinoamérica.
Con este movimiento los pintores rescatan las tradiciones del pueblo y la historia del País, utilizan los muros como en el Renacimiento para trasmitir a las masas analfabetas el orgullo nacional e información de su historia y tradiciones. Los temas que abordaron fue la gesta revolucionaria, el pasado indígena, las costumbres, fiestas y personajes del pueblo.
Al lado del muralismo se desarrolló la pintura de caballete, en la que los temas también fueron las fiestas tradicionales, la vida cotidiana y los personajes de los pueblos y las ciudades. Entre los pintores de caballete más sobresalientes se pueden contar a Julio Castellanos, María Izquierdo, Antonio Ruiz "El Corzito", Rufino Tamayo, Abraham Ángel, Manuel Rodríguez Lozano y Agustín Lazo, entre otros.
Brilla lo mexicano en música y danza
Uno de los primeros músicos que intentó recuperar los sonidos de la música popular mexicana para llevarla a las salas de concierto fue Manuel M. Ponce, en 1912; Carlos Chávez, uno de sus alumnos, consolidó en los años 30 del Siglo 20 el Nacionalismo musical.
Chávez, gracias al apoyo de José Vasconcelos, se apodera de la escena musical mexicana y creó junto a Antonieta Rivas Mercado, hija del constructor del Ángel de la Independencia, la Orquesta Sinfónica de México, en 1928. Promovió entre los jóvenes compositores que armaran sus obras a partir de los sonidos de la música popular de la zona rural de México.
Dos años después es nombrado director del Conservatorio Nacional y apoya las carreras de compositores como Pablo Moncayo, que en 1941 escribió la partitura de El Huapango, inspirándose en tres sones veracruzanos y convirtiéndose en la obra con la que más se identifica el pueblo de México, que ha nombrado a esta pieza como el segundo Himno Nacional.
También apoyó la carrera de Blas Galindo, que con su obra Sones de mariachi se aposentó en el Olimpo de la música nacionalista. Junto a Carlos Chávez trabajó Silvestre Revueltas, considerado por el crítico musical Peter Garland como el más grande compositor mexicano.
A Revueltas se le deben sonidos entrañablemente mexicanos, como los creados en sus obras Redes, Sesemaya, La noche de los Mayas, Sinfonía India y la Obertura Republicana, armada con sonidos extraídos de la Marcha de Zacatecas, La Adelita, y del vals Club Verde.
Las raíces populares en la danza
Las danzas de los pueblos han servido para celebrar a los santos en las fiestas patronales, con ellas convivían y se divertían las comunidades en bodas y bautizos. Surgieron de las tradiciones ancestrales y del mestizaje entre los bailes prehispánicos y los españoles, consolidando un forma espontánea de expresarse con movimientos.
La bailarina y coreógrafa Nellie Campobello, en los años 30 del Siglo 20, ve la gran riqueza que había en este tipo de expresiones, las investiga y rescata para después proponer un programa de clases de danza folclórica para escuelas primarias, con las que montó coreografías multitudinarias en el Estadio Nacional, inaugurado en las primeras décadas del Siglo 20.
El pintor Carlos Mérida asumió la dirección de la Escuela Nacional de Danza, que se ubicó en las instalaciones del Teatro de Bellas Artes. Desde ahí se trazó el futuro desarrollo de la danza nacionalista mexicana, que floreció en los años 40 y 50 del siglo pasado.
Se definió que fuera la danza contemporánea, específicamente la técnica propuesta por Martha Graham, enriquecida con elementos autóctonos, con la que se desarrolló está expresión artística en México, por esa razón se trajo a Ana Sokolow, ex alumna de la coreógrafa estadounidense, para que formara a las bailarinas y creara las obras del nuevo proyecto.
La estética que asumió la Época de Oro de la danza mexicana en sus obras fue la de los muralistas. Los pintores participaron como escenógrafos de las coreografías y la música con que se bailaron fue la de los músicos del nacionalismo: Chávez, Revueltas, Moncayo y Galindo.
La primero gran obra con estas características que se estrenó fue La Coronela, con música de Silvestre Revueltas y coreografía de Ana Sokolow. Después vendría otra maestra, Waldeen, que integró la técnica del ballet para formar a los bailarines.
En los años 50 Miguel Covarrubias trajo a José Limón a México, para que montara obras con este estilo, como Tonatzintla; Guillermo Arriaga hizo Zapata y Ana Mérida, La balada del venado y la luna. Éstas son las coreografías emblemáticas del nacionalismo en la danza.