Las imágenes religiosas
Llamada a penetrar lo invisible, hasta las mismas profundidades del espíritu, la imagen revela un mundo revela, más allá de las mismas realidades materiales percibidas por los sentidos, como lo expresa la afirmación de Vladimir Soloviev: “Todo aquello que vemos, no es más que un reflejo, la sombra de lo que resulta invisible a nuestros ojos”.
En la inspiración del artista pictórico, la abstracción inicia un paso desde lo concreto. Absorbida la imaginación del autor penetra en una visión suprarrenal, uniendo materia y espíritu, llegando hasta una lejana dimensión, que es traída hasta nuestro mundo terreno.
En esta contemplación artística, la oración es plasmada sobre un lienzo o sobre un mural, cristalizando un drama de la fe, entonces los ángeles se convierten en hombres, es la idealización de un mundo perdido en los albores de su creación, cuando la Divina Gracia rebosaba en un hombre concebido en la imagen de su creador.
El ilustre Padre de la iglesia, san Juan Damaceno afirma: “Así como lo que la Biblia es para las personas instruidas, la imagen lo es para los analfabetos y lo que es la palabra para la vida, lo es la imagen para la vista”.
Concebidas como sacramentales, las imágenes son bendecidas por la iglesia, infundiéndoles una fuerza expresiva en la presencia de la Gracia que comunican. Una imagen auténtica, en su contenido y en su significado, debe ser bella y teológicamente exacta, representando, de esa manera, el misterio de la persona.
En la iconografía oriental, las imágenes de Cristo de la Virgen o de los santos, son presentadas indisolublemente asociadas a la oración y a la liturgia, aunque, por diferentes razones, su producción se da en géneros diferentes.
Poseído por el ímpetu de la inspiración, el artista se convierte en un guardián de los tesoros divinos, plasmando en su obra toda la belleza de un mundo recapitulado en Cristo.
San Irineo se expresa así: “Hombre, no eres tú quien hace a Dios, sino Dios quien te hace a ti. Si eres obra de Dios, espera la mano de tu artífice, que hace todas las cosas en el tiempo adecuado. Preséntale tu corazón suave y maleable, conserva la forma que te ha dado el artista. Su mano, que ha creado tu sustancia, te revestirá por dentro y por fuera, en oro puro y en plata y te adornará, tan bien, que el rey mismo se prendará de tu belleza”.
Desde el ascetismo de los monasterios, la imagen religiosa llega hasta nosotros, como un sostén a nuestra fe, un instrumento dado a los hombres para penetrar en un mundo oculto a las miradas de los hombres. Es el medio revelado para transmitir en el amor y la belleza del mismo Dios.