'Los narcos no leen'
09 noviembre 2015
"La ola de violencia sin cuartel en México ha generado un fenómeno editorial que vive su apogeo: la "narcoliteratura""
SANTIAGO (EFE)._ Élmer Mendoza, el referente más importante de la narcoliteratura mexicana, está tranquilo."Los narcos no leen, o al menos no tenemos testimonios de que lo hagan", aseguró recientemente al diario El Mercurio.
El narcocorrido es la expresión cultural por antonomasia del mundo del tráfico ilegal de drogas. Hay músicos que se identifican con un narcotraficante o con un cartel, lo que los ha convertido en víctimas de los capos rivales.
¿Hay similitudes entre materia musical con la narcoliteratura? El escritor mazatleco Juan José Rodríguez cree que no.
"Claro que no hay parecido. Los periodistas son los que corren peligro porque reportan los hechos tal como los van descubriendo. Los escritores solemos estar seguros tras una computadora, lejos del tiroteo", sostiene, por su parte, el escritor Luis Humberto Crosthwaite, nacido en Tijuana, al referirse a la diferencia que existe entre el narrador de ficción y el escritor o periodista que publica investigaciones sobre casos de narcotráfico en México.
La ola de violencia sin cuartel en México ha generado un brote cultural que trata de darle sentido al terror sin sentido, con música, películas y un fenómeno editorial que vive su apogeo: la narcoliteratura.
Tanto ficción como no ficción de dispar calidad, mexicanos y de otras nacionalidades, el narco echó raíces en la imaginación de novelistas, cuentistas, periodistas e investigadores que llenan mesas y estantes en librerías.
De hecho, varios de sus autores fueron las estrellas de la reciente Feria del Libro de Guadalajara, la principal del mundo hispano, y su tema -el narco- vendió incluso más que el Bicentenario, según dijo el director de la editorial Tusquets en México.
Raro que se meta en un mismo saco a novelas e investigaciones. Sucede que la ficción, en este caso, es demasiado fiel a la realidad. Como Hidalgo y Keller, dos de los personajes de El poder del perro, la novela fenómeno mundial que narra tres décadas de lucha entre agentes y narcos, drogas, traiciones y secretos, del escritor estadounidenses Don Winslow.
El secuestro, tortura y asesinato de Ernie Hidalgo es calcado al de Enrique "Kiki" Camarena, el agente de la DEA infiltrado en los carteles mexicanos cuya muerte en 1985 desató la operación más grande realizada por Estados Unidos en el extranjero y que marcó un antes y un después en la postura de Washington frente a lo que pasaba en el sur. Igual que en El poder del perro.
"En México, lo inverosímil se ha vuelto realidad. El sicario de fama más sanguinaria en este País se apoda La Barbie: ¿qué imaginación literaria puede superar eso?", dijo Diego Osorno, reportero de 30 años de edad del diario y revista Milenio que lleva tres libros de periodismo narrativo, uno de ellos El Cartel de Sinaloa. Una historia del uso político del narco (2009).
Historias de narcos
Las investigaciones sobre el narcotráfico y corrupción en el presente, pasado y futuro de México son habituales, pero el fenómeno de ficción es más reciente.
Según varios autores del género, el impulso definitivo llegó con la publicación en 2002 de La Reina del Sur, del español Arturo Pérez-Reverte. El libro cuenta la vida de Teresa Mendoza, una mexicana oriunda de Culiacán que llega a España y se mete en el narcotráfico.
"No solo escribió esa novela tremenda, sino que fue el primer escritor respetado en el mundo que nos dio el lugar que merecíamos", dice Élmer Mendoza, el capo de capos de la narcoliteratura mexicana. Él llevó a Pérez-Reverte a los bares de Culiacán y le enseñó lo que es ser duro en tierra de duros.
Con las aventuras del detective Edgar "El Zurdo" Mendieta narradas en Balas de Plata primero, y La prueba del ácido después (2008 y 2010, ambos Tusquets), Mendoza incorporó el bajo mundo mexicano en forma y fondo. Exploró el lenguaje y lo metió en la temática de detectives y criminales en el norte de su país, cuna de los principales exponentes del género.
El tijuanense Luis Humberto Crosthwaite es otro de los puntos altos. El autor de Tijuana: crimen y olvido (Tusquets 2009) cuenta que fue adoptando la violencia lentamente, igual como iba apareciendo en los titulares de los periódicos.
"Traté de ahuyentar la violencia de mis pensamientos, como lo hacen muchos tijuanenses. Finalmente empecé a soñar actos violentos y me di cuenta que la realidad ya se había sumergido en mí".
¿Tienen estas obras algún valor social? Juan José Rodríguez, autor de Mi nombre es Casablanca (2004, Random House Mondadori), una historia de narcos en su Mazatlán natal, cree que en cierta forma, sí.
"Es poco lo que la literatura puede hacer de manera directa para cambiar una sociedad, pero a veces produce milagros secretos, no siempre rastreables y cuantificables. Aspiramos a que se ponga en movimiento ese mecanismo secreto que mantiene en marcha la historia", dijo.
Mendoza quiere que la gente se emocione con sus palabras, que reflexionen sobre el estado de la violencia y exijan su fin.
"Los muertos sólo sirven para crear cementerios y nadie puede enorgullecerse de eso".
El periodista polaco Ryszard Kapuscinski decía que para comprender un País no bastaba con diarios y noticiarios. Había que ir a los novelistas e incluso poetas jóvenes. Quizás algo de eso hay en la narcoliteratura.
A BAJA CALIFORNIA
La próxima semana será presentada la novela "La prueba del ácido", de Élmer Medonza en Tijuana, Mexicali y Ensenada.