Los sonidos de la flama: Miles Dewey Davis III

14 noviembre 2015

"Hoy se celebra el natalicio de uno de los músicos más versátiles, influyentes y desafiantes del Siglo 20"

Fernando Alarriba

El primer recuerdo que tengo es una flama, una flama azul saltando de una estufa de gas que alguien dejó abierta… Tenía tres años… Vi esa flama y sentí ese calor cerca de mi cara. Sentí miedo, verdadero miedo, por primera vez en mi vida… El miedo era casi como una invitación, un desafío a ir hacia adelante, hacia algo de lo que no sabía nada".

Ese fuego azul alimentó por 65 años a uno de los músicos más geniales del Siglo 20. Miles Dewey Davis III, nació en una familia afroamericana que gozaba de una posición económica favorable en Alton, Illinois el 26 de mayo de 1926.

La carrera de este ícono del jazz significó ir de una revolución a otra, de un sonido inédito a establecer estándares, de tocar con sus héroes, leyendas del jazz, a convertirse en una de las más grandes Miles señaló en alguna ocasión que él fue responsable de cambiar el rumbo de la música, por lo menos, en cinco o seis ocasiones. ¿Exageración? Lo cierto es que a lo largo de sus 110 trabajos discográficos Miles dio tres giros cruciales para la historia del jazz y la música contemporánea. A principios de los 50, cambió los sonidos vertiginosos, intensos y virtuosos del bebob, por la ejecución limpia, ordenada, melódica y fría de un sonido bautizado como el cool.

Después, a finales de ese misma década, logró confeccionar un sonido que renunciaba a las secuencias lineales de acordes, para ingresar en las amplias posibilidades de tránsito en las escalas a partir de alguna nota determinada, creando con esto el jazz modal. Y por último, los años finales de la convulsa década del 60 darían pie al encuentro de los desbocados universos del rock, los ritmos africanos, latinos y efectos electrónicos con el jazz para dar pie al llamado jazz fusión.

En cada uno de estos procesos Miles Davis estuvo acompañado. En su etapa del bebop por monstruos como Dizzy Gillespie, Charlie "Bird" Parker; el refinado y elegante aliento del cool fue posible gracias a los arreglos de Gil Evans y Gerry Mulligan, y qué decir del nacimiento del jazz modal y el jazz fusión.

En el primero, la presencia de otros ídolos de la música sincopada como Bill Evans o John Coltrane serían determinantes. En el segundo la presencia de jóvenes jazzistas visionarios como Wayne Shorter, Joe Zawinul, John McLaughlin o Chick Corea serían las claves que permitieron dar vida al sueño de Miles Davis, hacer que del voltaje del rock fuera la espina dorsal del jazz. 

Conoce a tu enemigo 

En 2009, Kind of Blue, obra cumbre de Miles Davis considerada como la quintaescencia del jazz moderno, fue declarado como tesoro nacional por una comisión de políticos de los Estados Unidos.

¿Habría Miles imaginado esto? 

Desde la infancia, influenciado por el carácter y educación de su padre, Miles tuvo claro que el respeto hacía sí mismo era fundamental, y dentro de éste, el orgullo y dignidad como afroamericano fueron angulares.

Davis creció en una sociedad que rechazaba abiertamente a los negros y, al mismo tiempo, aprendió a reconocer el poder, la influencia y verdad que la música entrañaba. Así, los sonidos de la trompeta quemándose al ritmo del piano fueron un contundente camino de apertura en donde la piel blanca de Gil y Bill Evans, la sangre latina de Airto Moreira o Carlos Santana, o la sobriedad y clasicismo europeo de Joe Zawinul podían dialogar y romper barreras.

El principio de ese cambió se dio desde 1949, cuando en una gira por Europa se da cuenta del nivel de fervor que despertaba, reconoce su fuerza vital como músico, pero sobre todo, como artista.

Admirador confeso de Salvador Dalí o Picasso, Davis aprendió a verse a sí mismo como un creador, a darle al jazz el valor de arte, a crear para trascender. Pero el regreso a Estados Unidos y el enfrentamiento con sus demonios lo habrían de devorar.

Entre las limitaciones económicas, comportamiento violento hacia su esposa Irene Cawthon con quien, a los 17 años, había concebido a su hija Irene; el nacimiento de su segundo hijo, la ausencia del éxito y admiración anhelada, las humillaciones sufridas por su condición de hombre de color y las inevitables consecuencias de su adicción, la vida de Miles colapsó. Vivió derrochando el dinero en prostitutas, llegó a explotar a las mujeres, fue abandonado y demandado por Irene, era rechazado por los músicos y estudios musicales.

Sin embargo, la flama seguía encendida. Tuvo que regresar al hogar de la infancia, ser encerrado en una habitación, atado a la cama y sufrir al desnudo el traumático exorcismo del síndrome de abstinencia auxiliado por su padre. Miles sobrevivió. Se volvió más fuerte y adoptó una actitud férrea y determinada inspirado por uno de sus ídolo, el boxeador Sugar Ray Robinson.

Volvió a la senda creativa con grandes álbumes; el éxito definitivo llega en 1959, con Kind of blue, su consagración como visionario del jazz con una serie de grabaciones con su segundo gran quinteto, con Herbie Hancock, Wayne Shorter, Tony William y Ron Carter y la categoría de leyenda llegaría 10 años después, cuando inspirado por el ángel eléctrico Jimi Hendrix lanza Bitches Brew. "El Picasso del jazz", "El príncipe de la oscuridad" ascendería de nueva cuenta.

Hacia el silencio 

En el camino, el fuego de Miles Davis quemó a las personas más cercanas, Frances Taylor, su segunda esposa, lo abandonó; lo mismo ocurriría con Betty Marvin, pocos músicos se atrevían a trabajar con él por su excesivo perfeccionismo y su tiránico dominio, pese a que, señalan muchos, esto les permitía crecer y encontrar inusitadas vetas de creatividad.

Para mediados de los 70 el genio de Miles era incapaz de compensar su caótica vida: la adicción seguía presente, el gusto musical ya era otro, su forma de trabajo estaba colapsada y parecía que había llegado el fin, así que se sumergió en el silencio.

Sólo la presencia de su última pareja, Cecily Tyson fue capaz de levantarlo. Sólo Cecily fue capaz de enfrentar su comportamiento agresivo y ególatra y darle energía y dirección que, a falta de espacio en la escena musical de los años 80, terminaría por volcar en la pintura.

Como una nueva chispa, el color del lienzo saltaría hacia los últimos sonidos de Davis. Vestido con una indumentaria estrafalaria, se reuniría con una pléyade de jovencísimos talentos para crear trabajos como Tutu, Amandla o Dingo. Entre sus últimas colaboraciones destacan las que estaba preparando junto a "El genio de Minneapolis", el osado y extravagante Prince. El soplo de la vida acariciaba por última vez la mano cansada y pródiga de Miles Davis y aquel 28 de septiembre de 1991, Miles Davis sabía que la labor estaba cumplida y nuevamente, estaba preparado para ingresar a lo desconocido.