Misógino
Sacó la navaja y la amenazó de muerte.
Martha camina hacia él, avienta el vestido, hace a un lado con los pies sus zapatos, se acomoda el pelo hacia atrás y con sus ojos chispeantes y verdes se le para enfrente.
-¡Mátame!, no creo que tengas el valor de hacerlo.
-No me tientes, le respondió el hombre enfurecido, bajando la navaja.
El silencio entró por la puerta y los dos se miraron fijamente, la tarde caía como ave herida sobre el tejado.
—¿qué harás? Preguntó ella.
—por hoy te salvas, pero ya lo sabes, no me provoques.
—sí, alguna tarde será mi última tarde, pero ahora no, contesta ella pasándole su calzón sobre la barbilla, se apura a recoger sus cosas y se va rápidamente.
Él, muy sofocado, cae sobre la cama y se echa a llorar. Preguntándose por qué no puede hacerlo, qué le sucedía, porque ella se le escapa y no la puede matar.
El recuerda que desde siempre, antes de que ella apareciera, era fácil desquitar su traición con las mujeres. ¿Que tenía esta que la hace distinta a las otras?. ¿Por qué no puede con ella?. ¿Por qué ella lo domina así?. Todas esas preguntas lo dejaron peor y sin remedio se durmió oliendo el perfume de la chica que quedó en la almohada.
Otra tarde volvió Marta, pero ahora, puso flores en un viejo jarrón, recogió el cuarto, perfumó la almohada con otra esencia y se extendió sobre la cama para esperarlo, tal y como años antes lo había hecho su madre a manera de ritual.
Él llegó borracho pero notó la ambientación y los recuerdos se desprendieron despertando dentro de él a una fiera; el sol se filtraba por las rendijas de la ventana iluminando el cuerpo de la chica, el deseo brotó como animal y se le echo encima. Ella se quedó inmóvil. El empezó a zarandearla, forcejean, ella se le escapa, él corre a tomar el cuchillo y la alcanza; él está frente a ella empuñando el arma blanca.
Marta presiente que esa era su última tarde, toma el jarrón, tiemblan sus manos, las rodillas se flexionan y al caer siente el frío del filo de la navaja y el chorrear caliente de la sangre y de su boca salen estas palabras:
— te perdono, papá.