Mónica Osuna, una madre de corazón
"Vive con gran amor y pasión su maternidad, consciente de que lo mejor que debe darle a sus hijos es el ejemplo y hacerlo en cada aspecto de su vida"
MAZATLÁN._ Dicen, que hay algunos hijos que nacen del vientre de su madre, que hay otros más que nacen de su corazón y que ambos pueden ser amados con toda el alma, que son la luz en la vida de esa madre, quien daría todo por ellos.
Eso es algo que entiende perfectamente la reconocida concertista y maestra de violín Mónica Osuna Sosa.
Madre de dos hijos, Rosa de 13 y Erubiel de 12, quienes al lado de su esposo Germán han llenado su vida de amor y esperanza, cada día le dan motivos de sobra para vivir, para no sucumbir ante la adversidad.
"Estoy convencida que la mejor decisión que he tomado en mi vida es la de ser madre y tener una familia. Sin mis hijos y mi esposo yo ya no estaría aquí, que desde cuando ya habría 'estirado la pata', pero ellos son el motor que impulsa mi vida y me mantiene aquí", asegura.
La mazatleca que con sólo 16 años de edad tocó el solo de la obra Popol Vuh, de Eugenio Toussaint, en Bellas Artes, reparte las 24 horas de cada día de su vida en un sin fin de tareas, además de una lucha permanente contra el lupus y la insuficiencia renal.
Mónica da clases en el Centro Municipal de Arte, es miembro la Camerata Mazatlán, es ama de casa, es Directora de la Orquesta Infantil de Mazatlán, es esposa y es madre, de lunes a viernes su día inicia a las 5:00 horas y termina después de las 22:00 horas, los fines de semana suele ofrecer conciertos.
"Yo creo que lo importante es separar cada área de tu vida y darle a cada una más que tiempo, calidad. Saber mantener un equilibrio y orden en esa diversidad de ser mujer, porque no es lo mismo ser ama de casa, ser profesionista, ser esposa, ser artista o ser madre, pero al final de cuentas todo esto concluye en amor, para cada tarea necesitas amor", considera.
Una familia
La ex concertino en las prestigiadas Orquesta José Pablo Moncayo y la Orquesta Sinfónica de Pachuca revela que es una mujer muy afortunada al tener la familia que Dios le dio, ya que todos comparten una gran pasión por la música y una vocación inquebrantable por la vida.
"Dios no se equivoca al darnos la familia que tenemos. Mi esposo, Germán, es un hombre generoso, él pudo elegir por esposa a cualquier mujer, a una sana, que le diera hijos, pero me escogió a mí. Mis hijos son un amor, una gran fuente de inspiración y apoyo. Soy muy feliz. Son una bendición", dice emocionada.
"La fama es efímera, dura un momento y cuando menos lo esperas ya se fue, sin embargo la familia es para toda la vida, la familia siempre estará contigo y es por lo que realmente vale la pena esforzarte, es lo que a mí me motiva a levantarme cada día, sin importar que me duela la cabeza o no me sienta bien", añade.
Sueño realizado
Cuando Mónica tenía 19 años de edad recibió una de las noticias más impactantes que puede recibir cualquier mujer: no podría ser madre, hacerlo comprometería su vida, así como la del producto y ambos podrían morir.
"'Usted no se preocupe doctor, de cualquier forma yo voy a ser madre', recuerdo que le dije al médico que me insistió que por ningún motivo debía embarazarme", recuerda.
Para Mónica, ser mamá es uno de esos sueños que nacen en la infancia, cuando se juega a las muñecas y la casita, que a medida que la mujer crece se fortalece y toma forma.
"Yo quería ser madre y, gracias a Dios, hoy lo soy, en esta decisión el apoyo de mi esposo fue fundamental y juntos hemos formado una familia que, créeme, si tuviera la oportunidad de volver a nacer la volvería a elegir, son lo mejor de mi vida", destaca.
El reto
La llegada de Rosa y Erubiel a la vida de Mónica generó cambios radicales en cuanto a la rutina y obligaciones en su vida diaria, como ocurre en la vida de cualquier mujer que se convierte en madre, pero sin duda todo precio lo paga con creces el amor que recibe.
"Obviamente no es fácil ser madre de un día para otro, y menos de dos, es todo un proceso, pero hicimos que todo se fuera dando de forma natural, así como es el amor: conocernos, tomarnos confianza y aprender a ser la familia que somos", explica sobre la transición.
La primera noche que Rosa y Erubiel durmieron en su casa, Mónica recuerda que no pudo dormir de la emoción, que incluso en varias ocasiones salió de su cama para ir a verlos dormidos en la recámara. Era maravilloso contemplar su sueño y sentir su presencia.
DE IMPACTO
"El momento más impactante de mi vida fue la primera vez que me llamaron mamá. Es incomparable. Yo escuchaba a mis amigas muy emocionadas decir de sus hijos 'ya dice mamá', pero eso es realmente repetir una palabra que le enseñaste al niño chiquito", dijo.
"En niños como Erubiel y Rosa, llamarme mamá fue una expresión salida del corazón, yo no les dije díganme así. Erubiel me llamó mamá a los tres días de estar en casa, Rosy a la semana, pero con los dos la sensación fue increíble, un instante especial, mejor que una ovación en Bellas Artes".
Al oír la palabra mamá, se marcó el momento en que los niños la aceptaron en su vida como su mamá de verdad, fue más allá de un trámite.
Madre y maestra
Si bien la música es la gran pasión en la vida de Mónica, y sus hijos han crecido viéndola ensayar, dar clases y ofrecer conciertos en diferentes escenarios, no es algo que ella o Germán les hayan impuesto, sino que hacen por gusto.
"Fue una decisión de ellos y para mí ha sido muy grato, porque al compartir este gusto para ellos, que es mi trabajo, es más fácil que estemos juntos por más tiempo. Todas las tardes estamos en el Centro Municipal, ellos tomando clases, yo impartiendo, desde las cuatro hasta las nueve", refiere.
Erubiel toca el violín, como ella, mientras que Rosa eligió el chelo, y por su extraordinario desempeño forman parte de la Orquesta Infantil del Centro Municipal de Artes.
"Ellos saben que en el salón soy su maestra, y no tienen ningún trato preferencial, al contrario les exijo más porque sé de lo que son capaces y aunque ya en casa soy su mamá, saben que aquí deben practicar todos los días, con disciplina", comenta.
Sueños y desafíos
Como la mayoría de las madres, Mónica sueña con ver a sus hijos crecer, ser felices y desarrollarse profesionalmente en lo que más les guste hacer, sea lo que sea.
"Yo no les exijo el 10, que estudien música o que hagan esto o lo otro. Yo les repito: sean felices, busquen hacer lo que les gusta y háganlo de la mejor manera posible. Si quieres ser barrendero, está bien, te apoyo, pero sé el mejor barrendero. Y más allá de las palabras, les muestro con mi ejemplo", explica.
Consciente de que el mundo actual es feroz y la crianza no es fácil, Mónica reconoce que como madre tiene muchos retos, que su deber es formarlos con valores como la honestidad, la perseverancia, el respeto y el amor, pero por encima de todos ellos está el ejemplo.
"Puedes decirle mil palabras, pero si no eres congruente entre lo que dices y haces de nada valdrá. Ellos imitarán tus acciones, creo que el mejor valor que le podemos enseñar a nuestros hijos es el ejemplo, porque si tu respetas, ellos respetarán, si perseveras, ellos lo harán, si amas, también amarán", añade.FICHAç
LOS LIZÁRRAGA OSUNA
MAMÁ: Mónica Osuna Sosa, maestra y concertista de violín.
PAPÁ: Germán Lizárraga, controlador aéreo.
HIJA: Rosa Lizárraga Osuna, estudiante de secundaria y estudiante de chelo.
HIJO: Erubiel Lizárraga Osuna, estudiante de primaria y estudiante de violín.