Restaurar, más que 'arreglar' la historia

Elizabeth Gámez
15 noviembre 2015

"Cuatro restauradores consideran que con su trabajo rescatan una historia, perpetúan un pasado y valoran el trabajo de artistas"

CULIACÁN._ Un trabajo minucioso, de talento y paciencia es la restauración. Una tarea que permite perpetuar un pasado, rescatar la historia, conocer la obra de un autor y tocar piezas que para muchos son intocables, así se refiere Jorge Alejandro Díaz Leaños a una profesión que se le dio de manera empírica. 

El artista nacido en Zacatecas, quien es parte del equipo que trabajó en las piezas siniestradas en mayo del año pasado en Catedral, tiene 10 años como escultor y siete como restaurador. 

"Ahora que sí fui aprendiendo a puro ojo de pájaro, observando y sobre todo que mi familia me apoyaba mucho y yo mismo valoraba mi trabajo y lo hacía cada vez mejor, y gracias a eso me han invitado a varias partes de la República porque valoran mi trabajo", expresa .

Él, dice, le mete mano a todas las piezas, pues como tallador de madera y escultor es responsable de hacer los faltantes de piezas, sean muebles o esculturas, o bien partes de un retablo. 

"Mi profesión es escultor en bronce, pero como está muy relacionado a la restauración, pues la paciencia y el talento se acoplan bien a la profesión con la restauración", explica. 

La experiencia ha llevado a Jorge Alejandro a elaborar él mismo su instrumental. Sus stikets son personalizados, están acorde a su mano, a las necesidades de la pieza; hace herramientas de aluminio, mezquite, hueso. 

Incluso gente que lo conoce le pide que le fabrique alguno; para ello mide su mano y les pide que le expliquen qué es lo que quieren hacer. 

Gracias a su trabajo ha conocido el arte de la mayor parte del país, pues ha intervenido obra de Guanajuato, Zacatecas, México, Ciudad Juárez, Culiacán, Oaxaca, San Luis Potosí, Aguascalientes. Y en ese caminar ha concebido y dado relevancia al valor de la restauración. 

"La restauración es muy importante porque se está rescatando parte de la historia personal de cada entidad; cada escultura no es igual a nivel nacional; por ejemplo en el centro del país hay esculturas de pasta y de caña, aquí no se puede porque las atacan los bichos, eso es lo bonito, conocer y aprender", añade. 

"Aparte en la restauración se continúa con la obra del autor, sus procedimientos y materiales. No se está componiendo nada sino se está restaurando, se conoce parte de la historia y aparte se le permite a uno tocar las piezas que la gente normalmente las puede ver tras una vitrina, eso es lo bonito de la restauración". 

Al preguntarle de qué artistas ha intervenido obra menciona los apellidos Cabrera, Juárez, Zúñiga, de quienes dice fueron pintores reconocidos del Renacimiento, e infinidad de esculturas que muchas son de autores desconocidos. 

"En las pinturas hay muchas firmas que se pierden, pero han de haber sido de grandes pintores. En el proyecto de Guerrero eran piezas de la cultura Olmeca, restauración de pinturas prehispánicas, con 3 mil años de antigüedad, y aquí son de 200 a 300 años", dice refiriéndose a las piezas que restauró, en el centro INAH Sinaloa. 

Como creyente católico, para Jorge Alejandro tener una imagen de un santo para restaurar, es más que una simple pieza. Sabe que en sus manos tiene la creencia de mucha gente, que tal vez este santo le hizo un milagro o sacó de la cárcel al hijo de alguna mujer. 

"Es lo que yo respeto; no lo veo como un simple pedazo de madera, sino que veo al autor que lo hizo y veo la fe que le tiene mucha gente, eso es lo que se puede ver en una pieza". 

Muchos jóvenes desconocen que hay una profesión de restaurador, y dice que cuando los ven trabajar piensan que están "arreglando" el monumento, el mueble, el santo... 

"Es muy diferente arreglar una pieza a restaurar una pieza. Mi punto de vista sería de que hacen falta más restauradores y mucha gente joven que no conoce su talento, pero si no lo experimenta, no indaga sobre qué es, no van a saber, y eso es lo que más me interesaría, sangre nueva, porque esa sangre nueva mete ideas, sabe dónde hay, donde están las piezas", comenta. 

Juan José Rivera tiene los ojos rojos, resultado de fijar la vista en el Cristo mientras le hace una cala. Él es un joven zacatecano egresado hace un año de la carrera de restaurador de Guadalajara, donde está una de las dos universidades que en el país ofertan esta profesión. La otra está en el DF. 

Con movimientos sutiles trabaja en las grietas, escamas, en quitar la pintura que se le aplicó con materiales que dijo fueron inapropiados. 

"Lo que hacemos como restauradores es diferente a lo que se hace en talleres no especializados, lo que hacemos es resanar la parte que está dañada, en las grietas o faltantes de la capa pictórica, sobre eso vamos a reintegrar el color", explica, "no repintamos sobre el original, las partes que consideramos que están dañadas la intervenimos". 

Y eso es en sí la restauración, una intervención de la que se debe dejar constancia, con un estilo, y hacerlo con pasión, refiere. 

"Es un trabajo apasionante, en el que se tiene mucho contacto con la historia de nuestros pueblos", señala. 

"A mí me gustó la restauración porque siempre me ha gustado la historia de los abuelos -risas-. Me he dado cuenta que los objetos no sólo son objetos sino que tienen un significado, una serie de valoraciones que la gente les va atribuyendo".

Piezas con simbolismo
Para Juan José los objetos son los depositarios de algunos de los sentimientos de las personas, y son un vínculo con la sociedad. Tal es el caso de santos y vírgenes que unen a un pueblo en determinadas fechas, tal es el caso de la Virgen de Guadalupe, el 12 de diciembre. 

Alejandra González, egresada de la UdeG, es otra de los cinco restauradores que trabajaron en el centro INAH de Sinaloa en las piezas que fueron dañadas de Catedral, y además en el retablo de El Rosario. 

En su trayectoria como restauradora ha trabajado con símbolos católicos, y aunque es cristiana, sabe que para muchos, entre ellos su familia, es motivo de alegría ver la pieza como nueva otra vez, reinstalada. 

Ante un San José al que le falta su bastón, un dedo y le fue mutilada la cabeza el año pasado, Deyanira Villa Solórzano platica que en sus tres años en esta profesión, señala que ha sido enriquecedor conocer cómo trabaja cada autor. 

"Uno aprende cómo cada artista trabajó diferente. En la escuela te enseñan las técnicas de manufactura, pero hasta que sales es que cada quien agrega algo suyo, eso se me hace interesante, aprendes mucho de la técnica de manufactura y de problemáticas que salen para la restauración". 

Cuando Deyanira egresó de la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente, junto a ella se graduaron 11 jóvenes, hace tres años. Hoy, dice, son más jóvenes los interesados en estudiar esta profesión, lo que le indica que hay más difusión en la tarea de conservar el patrimonio. 

"En lo particular a uno lo hace apreciar y valorar más las obras. A veces uno ve las piezas y cree que no tienen importancia, o nada más es una pieza de culto... pero no, atrás de eso viene toda una historia, un artista, y es una valoración más profunda hacia los objetos, hacia una pasado", subraya sin dejar de trabajar.

"-La restauración- es un trabajo apasionante, en el que se tiene mucho contacto con la historia de nuestros pueblos". 

Juan José Rivera
Restaurador

"Hacen falta más restauradores y mucha gente joven que no conoce su talento, pero si no lo experimenta, no indaga sobre qué es, no van a saber -de qué se trata". 

Jorge Alejandro Díaz Leaños
Escultor y restaurador

EN INAH SINALOA
En el centro INAH Sinaloa, Jorge Alejandro Díaz Leaños, Juan José Rivera, Alejandra González y Deyanira Villa Solórzano, trabajaron en la restauración de las piezas dañadas en el siniestro ocurrido en Catedral, en mayo del año pasado.